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A la educación hay que darle tiempo de cambiar vidas: activista afgana

Vino a Colombia para explicar cómo con la formación a las niñas se puede vencer la pobreza.

WILSON VEGA
Shabana Basij-Rasikh es una mujer educada. Hizo la secundaria en Onalaska (Wisconsin, EE. UU.), mediante un programa de intercambio, y luego estudió en el Middlebury College, donde se graduó magna cum laude en Estudios Internacionales y en Estudios de Mujer y Género.
Pero, para llegar a donde está hoy, Shabana tuvo que arriesgar la vida. Como una niña que creció en el Afganistán que controlaban los talibanes, hasta los 11 años tuvo que disfrazarse de varón para escoltar a su hermana y así poder ir a una escuela secreta.
Gracias a la “doble suerte” de nacer en una familia que apreciaba el valor de la educación y, aun más, el de sus hijas hoy hace parte, dice, del 6 por ciento de afganas mayores de 25 años que han recibido alguna clase de educación formal.
En su papel de directora de la Escuela de Liderazgo de Afganistán (Sola), Shabana trabaja para que más niñas afganas puedan estudiar. Este viernes, poco después de su charla en el foro Women Working for the World, convocado por la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, Shabana habló con EL TIEMPO sobre su misión.
“La razón por la que tan a menudo se subestima la educación es que no te da un resultado inmediato. Mi padre siempre me dijo. ‘Es como cuando plantas un árbol: tienes que esperar para que dé los primeros frutos’. Con la educación es así: tienes que darle tiempo a ese niño, a ese joven, no solo para que cambien ellos, sino para que, mediante la educación, puedan cambiar las vidas de otros”.
Relató para el auditorio del foro la historia de una familia afgana que, como la suya, envió a su hija a estudiar a otro país. Cuando la niña vino de vacaciones, el padre recibió una llamada: “Si su hija vuelve a estudiar –le dijeron–, vamos a matarlo”. La corajuda respuesta del hombre provino de su fe: “Si mi destino es morir en sus manos, que así sea. No sacrificaré el futuro de mi hija porque ustedes no ven más allá de ideas obsoletas”. Entre los aplausos de los asistentes, dijo: “Me enorgullece decir que hoy es una de las estudiantes de Sola”.
Con todo, agregó, la discriminación y el odio no son el reflejo de la sociedad afgana como un todo. “No sé qué piense la gente de Colombia sobre Afganistán, pero me gustaría dejar la impresión de que hay tantas similitudes que a fin de cuentas somos seres humanos también. Independientemente de las cosas que se escuchen, en mi país hay millones de personas que aman la educación, que la quieren para sus hijos y para las generaciones futuras. Es un país de gente trabajadora, de muchas oportunidades, sencillamente porque nada se ha hecho en los últimos 30 años. Somos un país en donde más del 70 por ciento de la población tiene 25 años o menos. Así que hay tanta esperanza y tanta oportunidad para los jóvenes que quieren cambiar las cosas”.
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