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El niño indígena, genio del ajedrez colegial

De la Cruz vive con colonos e indígenas Curripacos (descendencia colombiana) y de Yerales (Brasil).

LINA POSSO
César mueve su pie izquierdo constantemente, se muerde el labio inferior, mira fijamente a su oponente y trata de no demostrarle que está nervioso. Y como no estarlo si hasta hace un año, sólo jugaba por diversión con su padre Rubí Manuel, quien le enseñó el arte del ajedrez, lo lleva en las venas, es costeño.
César vive con su familia en el corregimiento de San Felipe, Guainía. Convive con colonos e indígenas Curripacos (de descendencia colombiana) como su madre Nancy y los Yerales (de descendencia brasileros) como su entrenador Frank y allí en medio de las calles polvorientas, de un lugar que acoge alrededor de 100 habitantes, practica diariamente el ajedrez, disciplina que hoy lo tiene como una de las cartas fuertes de su región en la categoría novatos de la final nacional del programa Supérate Intercolegiados.
Como la mayoría de los niños de San Felipe, él jugaba fútbol de salón, estaba en el equipo que iría a disputar las finales regionales en Puerto Inírida, pero una inesperada decisión de su entrenador cambiaría su futuro sin pensarlo.
“Llegamos a disputar los zonales y el equipo tenía varios jugadores de fútbol, mientras que era poca la participación en el ajedrez. Yo sabía que César era muy bueno en este deporte, un compañero me dijo que lo inscribiera, que el tenía condiciones para estar en las finales, le rogué como tres días para que cambiara de disciplina, aceptó, jugó tres compromisos, todos los ganó y hoy está acá en Bogotá”, aseguró Frank Braga, su entrenador.
Y es que César tiene talento en el ajedrez, ese mismo que heredó de su padre, con quien todas las tardes después de llegar del colegio o en el negocio que Rubí Manuel administra se sientan a entrenar. Su conocimiento es empírico, no lee libros de su disciplina, mucho menos ve videos, pero si reconoce que su jugada predilecta es el jaque mate pastor: “tú ganas en sólo cuatro jugadas”, explicó tímidamente el deportista.
El es el menor de tres hermanos. Luis Miguel es el mayor. Le sigue Maira que tiene 15 años, a ninguno de los dos les gusta el ajedrez, al igual que su madre Nacy, pero valoran el esfuerzo y la dedicación que César hace para salir adelante a través del deporte. “Yo estudio de 6:00 a.m. a 12:00 m., llegó a mi casa, almuerzo y me pongo a entrenar con mi papá, cuando quiero hacerlo con el profesor Frank, voy a su casa, que al igual que la mía es de madera, pero cómodas y si quiero retarme más lo hago con uno de mis compañeros, me siento en la calle, debajo de un árbol o donde me sienta tranquilo y juego”, comentó César.
En su corregimiento muy pocos juegan ajedrez, pero para este joven de 13 años, esta disciplina y los Juegos Supérate se han convertido en toda una experiencia de vida. Por estar en las finales César por primera vez montó en avión. No fue un viaje nada fácil, fueron cerca de ocho horas para estar en Bogotá. Su recorrido inició con hora y media hasta Puerto Inírida, avión de carga con algunos pasajeros hasta Barrancaminas, de allí hasta Villavicencio y luego dos horas en bus hasta la capital, todo por cumplir un sueño.
En Bogotá ha estado feliz, aunque el frio le ha echo añorar el calor de su corregimiento. Ha salido a conocer la ciudad, esa que le parece grande, con muchos carros, calles pavimentadas, que no tiene su San Felipe.
César es hoy el orgullo de su comunidad, de sus padres, que le dieron ánimo e impulso para salir de su casa. “Mi papá me llama antes de cada juego, me dice que no me asuste, que piense bien cada movimiento, que gane, que sea el mejor”, recordó el deportista, que quiere llegar a su corregimiento siendo uno de los mejores, algo que como el mismo dice no sabría si hubiera pasado en el fútbol de salón donde era defensa y no tenía tantas condiciones.
En su colegio se sienten orgullosos de tener un deportista tan destacado como él. “Mis profesores me felicitaron, me dieron permiso de faltar dos semanas para competir”, afirmó el guainiano que nunca se imaginó llegar a figurar en el deporte que con tanto amor le inculcó su papá.
Este talentoso ajedrecista no para de soñar. “Me gustaría ser campeón del mundo, ser el mejor, vivir del ajedrez”, comenta César, quien ya ha enfrentado a rivales de Chocó, Cesar, Norte de Santander y San Andrés en los Intercolegiados.
Este Guainiano, amante ahora del ajedrez, poco sabe de la historia de su disciplina, esa que surgió en Europa durante el siglo XV y que tiene a figuras destacadas a nivel mundial como Garry Kasparov, Anatoly Karpov, Emanuel Lasker y Boby Fisher, entre otros. A él, más que saber la historia, le gusta hacer parte de ella, por eso trabaja para ser el mejor de su comunidad y de su departamento.
Cuando César se sienta en la mesa para competir es ágil en cada uno de sus movimientos, cauteloso y preciso, se concentra en su rival, escribe en su hoja de apuntes cada jugada, no quiere errar, solo suelta una sonrisa sutil cuando gana la batalla y siente que el deber está cumplido.
César sabe que si quiere estar en la final debe mejorar su paciencia, algo que Frank, su entrenador le ha recalcado. “A veces se desespera, quiere ganar rápido y el tiene que pensar y coordinar sus movimientos, se lo he dicho varias veces y tienen que ponerlo en practica para ser el mejor”, afirmó su profesor.
Su participación en los Juegos Supérate le ha premiado su esfuerzo, como lo hizo con los 7.025 deportistas que hicieron parte de las finales nacionales, con incentivos dados por el programa llegará a su casa con un tablero de ajedrez, que será su fiel amigo y su nuevo testigo de batallas con su padre. También lleva un balón para jugar con sus hermanos y con sus amigos del colegio San Pedro Claver que sirve como internado para los niños y jóvenes de las diferentes etnias que habitan en el sur de su departamento y que limitan con Venezuela y Brasil.
César sabe que falta poco para cumplir este primer objetivo. Quiere regresar a casa con metas cumplidas, después de un largo viaje en el que no olvida los consejos de su padre, ni su San Felipe, ese corregimiento que es uno de los más alejados de la capital de Guainía, que solo tiene salida por medio aéreo cada 15 días, por río o por tractor, al que desea llegar dejando de ser un héroe anónimo del ajedrez.
LINA POSSO
PERIODISTA DE CITYTV
LINA POSSO
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