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Así se organizan los ateos de Bogotá

Buscan que el Estado no 'gaste' dinero en iglesias ni temas religiosos.

REDACCIÓN BOGOTÁ
No visten de forma extraña. No son una secta. No tienen rituales. Tampoco ‘llevan el diablo adentro’ como dirán algunos. Y con eso ya quedan sin piso muchos mitos que los rodean. En cambio, son de todos los estratos socieconómicos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, estudiantes y profesionales.
Ciudadanos normales con un común denominador que los hace distintos en un país de mayoría católica: no creen en dios alguno.
Así es la primera Asociación de Ateos y Agnósticos de Bogotá (AAAB), un grupo conformado hace un año por más de 50 bogotanos con un objetivo claro: luchar por la separación entre el Estado y la Iglesia y velar porque los credos no coarten las libertades individuales.
A punta de derechos de petición, plantones, marchas y eventos en varios puntos de la capital, no solo han apoyado proyectos como el matrimonio gay, la eutanasia y el aborto sino que además son los abanderados de una lucha que busca que los recursos públicos dejen de ser invertidos en obras o eventos relacionados con la religión.
Así es como le han exigido al Distrito cuentas sobre los gastos en espectáculos como Bogotá Góspel, que lleva cinco años reuniendo bandas nacionales e internacionales de música cristiana, o en obras como la restauración de iglesias.
También le han reclamado a la Nación por el envío de funcionarios públicos al Vaticano. “Nos oponemos a que se gaste el dinero de todos los contribuyentes en la promoción de creencias religiosas particulares –señala David Osorio, uno de los miembros–. Esas son actividades que deberían pagar los que sí son creyentes”.
¿Y qué les responden? “Nada. Algunas entidades se botan la pelota. Otras ni siquiera contestan”, afirma Ferney Rodríguez, uno de los fundadores de la asociación.
No obstante, a través de un derecho de petición lograron que la alcaldía de Cereté, Córdoba, renunciara a invertir parte del presupuesto municipal en la reposición de una estatua de la Virgen que desapareció.
Aunque su naturaleza es cachaca, reciben denuncias ciudadanas de otras regiones del país que los contactan a través de redes sociales como Facebook, donde ya alcanzaron los 3.000 seguidores. De hecho, fue gracias a la web que se gestó la asociación, que hoy cuenta con junta directiva, estatutos y registro ante la Cámara de Comercio de Bogotá como entidad sin ánimo de lucro.
“Internet hizo que dejáramos de pensar que estábamos solos en la ciudad, que pudiéramos conocernos y encontrarnos”, cuenta Mireya Barbesi, otra asociada.
Pero revelarle a la sociedad que no creen en Dios no ha sido fácil. La mayoría relata que han perdido amigos o han tenido roces familiares por esta decisión.
Incluso, aseguran haber sido víctimas de discriminación. “La segregación es evidente. Apenas se enteran que uno es ateo el trato cambia”, agrega Mireya.
A su lado, Abel, otro de los integrantes, se queja de que se piense que son malas personas. “No matamos, no robamos, no le hacemos mal a nadie, somos muy respetuosos con los creyentes, no por pensar que nos vamos a ir al infierno sino porque son las normas que permiten vivir en sociedad”, dice este estudiante de Derecho.
Aunque no existen datos oficiales, en Colombia se estima que solo un 4 por ciento de la población es atea. “Ni siquiera somos considerados una minoría como sí lo son los afros o los indígenas”, añade Osorio.
La mayoría de ellos eran católicos, cristianos, adventistas, etc. Al crecer y estudiar terminaron desilusionados con “las divisiones nefastas que ha generado la religión a través de los tiempos”, aseguran.
Por eso, también han liderado en Bogotá jornadas de apostasía en las que miembros y seguidores de la AAAB, han presentado su renuncia oficial al bautismo y a la Iglesia católica.
REDACCIÓN BOGOTÁ
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