El trote cada vez más fluido y de grandes zancadas de mi corcel -fino y de pedigrí como todo lo que tengo- con frecuencia trata de ser interrumpido por diversos animalejos de todas las especies, que quieren torpedearnos el paso a cualquier precio.
Lo curioso del caso que les quiero referir, es el de un pequeño chandoso, viejo ya, cundido de pulgas, piojos y polvo por doquier, que comenzó a ladrar con aullidos disonantes y chillones, al paso, no solo de mi corcel, sino al de cualquier sombra imaginaria.
Y a la pata de ese pobre perro andaba una dama de su raza que era tan larga, contrahecha y rabiosa que echaba humo por cualquier cosa; tanto así, que llegaron a decir que parecía una hiena mal trajeada, de luz mortecina y vagón al mismo tiempo.
La pretensión del pobre can y su innombrable acompañante era tal, que quisieron imitar al amo, con tan mala suerte que al primer intento se les descuadernó su triste empresa. Incluso el chandocito se quiso parecer tanto al amo que atacaba, que imitó hasta su nombre. El otro día, cuando quiso morder al amo, salieron a rodar sus pobres dientes, y descubrió que, además, tenía caries.
JAIME FERNÁNDEZ MOLANO
Escritor y periodista.