“Es complicado”, es una fórmula para describir relaciones con altibajos que ha ido tomando fuerza gracias a las redes sociales. Tal etiqueta bien podría aplicarse a la de Colombia y Venezuela a través de la historia, pero sobre todo en años recientes, donde han sido más los períodos de altibajos que los de armonía.
El último capítulo de esta historia de encuentros y desencuentros en un marco de dependencia mutua se cerró el lunes en Puerto Ayacucho (Venezuela), donde tuvo lugar el cordial encuentro entre los presidentes de ambas naciones. Terminada la reunión, se relanzó el vínculo binacional, que venía de una etapa de enfriamiento luego de la decisión soberana de Juan Manuel Santos de sostener una reunión con el líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles.
Ambos mandatarios prefirieron, como debe ser, mirar las coincidencias antes que los cortocircuitos en esa densa maraña de intereses de toda índole y en las más diversas direcciones que son las relaciones entre ambos Estados. Resultado de este ánimo constructivo, se programó para el próximo 2 de agosto una reunión entre ministros, que se celebrará en Caracas para llevar, cuanto antes, a hechos las palabras de los mandatarios.
Se puede decir que entre los puntos de convergencia, que se encuentran en el terreno de lo pragmático y muy lejos de los campos ideológicos, sobresale un propósito mutuo: el proceso de paz. Y aunque nadie duda de que Venezuela es un catalizador indispensable de la negociación de La Habana, rol que a su vez le genera réditos a Maduro en términos de su posición en el contexto continental, este asunto no es el único entre los urgentes.
De la misma, o incluso mayor, importancia es la situación en la frontera, que del lado colombiano alberga a por lo menos dos millones de compatriotas que sufren la inseguridad, el contrabando y los obstáculos para el comercio, problemas que se acentúan con cada crisis. En este sentido, es significativo el anuncio de Maduro de reanudar el abastecimiento de combustible a esta zona, para así cortar con el tráfico ilegal de este, que venía en alza.
Hay que reconocer también que este amago de crisis se zanjó en el frío de la diplomacia, evitando los termómetros tan efectivos a la hora de subirle la temperatura a cualquier incidente de este tipo. Queda demostrada, una vez más, la importancia de recurrir a estos canales cada vez que el panorama se oscurece, pues estos garantizan que prevalezcan visiones sensatas fruto del realismo, el interés por el bien común de ambos pueblos y fundamentadas en perspectivas enfocadas a largo plazo, antes que arrebatos individuales basados en cálculos sobre la coyuntura.
Hechos los reconocimientos, hay que fijar la atención en la lista de tareas. Esta incluye resultados palpables en la lucha contra el contrabando y las organizaciones ilegales, así como acciones concretas de Caracas frente a los incidentes en la frontera que involucran a sus organismos de seguridad, motivo de preocupación para la cancillería colombiana. Un compromiso que también debe existir en mayor grado en materia comercial, donde se registró una leve caída del 3 por ciento en el primer semestre de este año.
Así, pues, los frutos de una mejor relación con Venezuela no solamente se verán en Cuba. Los más relevantes deben aportar mayor bienestar a colombianos y venezolanos y para esto era necesario que el diálogo entre ambos gobiernos retomara su temperatura promedio.