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'Nuestros senos, nuestras armas'

LUXEMBURGO. Parecen tan jóvenes y vulnerables. Con sus coronas de flores en el pelo, sus jeans ajustados y sus consignas escritas sobre los senos desnudos, batiéndose contra policías armados o contra agentes de seguridad que tratan de inmovilizarlas a la fuerza.
En las fotos publicadas casi a diario en la prensa europea, los hombres a cargo de neutralizarlas se ven tan incómodos tratando de agarrarlas solo de los brazos o las piernas mientras los transeúntes miran incrédulos. Una foto, globalmente popular, muestra a una jovencita rubia y delgada en Bruselas, con los senos aplastados contra el pavimento en tanto que un agente de seguridad la mantiene aferrada con un brazo bajo el cuello mientras grita pidiendo refuerzos.
Esas mujeres de senos desnudos, que ganan atención apareciendo inesperadamente en eventos públicos y ceremonias oficiales, para pedir la liberación de colegas encarceladas o protestar contra toda clase de abusos y opresión, pertenecen a Femen, un movimiento feminista radical que se extiende rápidamente por Europa.
Creado en Ucrania en el 2008, Femen, cuyo eslogan es ‘Nuestros senos, nuestras armas’, tiene cada día mas filiales y centros de entrenamiento en diferentes ciudades europeas y multiplica sus apariciones, particularmente durante los últimos meses. En su sitio web se autodefinen como ‘pop-feministas’ dedicadas a un activismo que denominan ‘sextremismo’, y que consiste en organizar “actos específicos, extremos, en topless”, en defensa de los derechos femeninos y la igualdad para todos.
Entre otras causas, las militantes de Femen protestan contra abuso sexual, sexismo, extremismo religioso, la explotación de jovencitas modelos en la industria de la moda, violencia doméstica, la subyugación de las mujeres en países árabes.
Generalmente conocidas como fastidiosas molestias, en realidad son sujeto de brutalidad por parte de la policía y cuerpos de seguridad, encarceladas, hostigadas y hasta amenazadas de muerte por movimientos de ultraderecha. Incluso, Facebook, alegando pornografía, les canceló su página.
Las últimas semanas hemos visto mucho ‘sextremismo’: tres militantes entraron a una mezquita en Estocolmo exhibiendo eslóganes en los senos que decían: ‘No sharia en Egipto’ y ‘Mi cuerpo es mío, no el honor de alguien más’, antes de ser escoltadas por la policía. Unos días antes, otras tres sitiaron el auto del primer ministro de Túnez durante una visita oficial en Bruselas. Pedían la liberación de tres compañeras encarceladas en Túnez por haber organizado una protesta ante el Ministerio de Justicia para, a su vez, pedir la liberación de Amina Tyler, de 19 años, quien fue detenida por publicar fotos en topless de sí misma en Facebook con el lema ‘Mi cuerpo me pertenece’, en árabe, sobre el pecho. Ministros ultraconservadores en ese país están pidiendo muerte por lapidación para Amina.
En abril ganaron mucha notoriedad al saltar frente a un estupefacto Vladimir Putin, cuyos ojos se ven clavados en el pecho de una de las activistas durante una visita oficial en Alemania. El Presidente de Francia también fue acosado por las feministas en topless durante un show aeronáutico. En Francia ya habían causado un gran escándalo cuando entraron a la catedral de Notre Dame y mostraron los senos con consignas de protesta contra la hipocresía de la Iglesia católica.
A pesar de su aparente vulnerabilidad y de la represión de que son objeto, todas esas jóvenes son creyentes apasionadas de sus causas. Y mientras nadie parece saber qué hacer con ellas, ni cómo responder a sus sorpresivas apariciones, el número de miembros aumenta, al igual que los “ataques”.
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