Ni mariposas en el estómago, ni piel erizada, ni sudor en las manos... Hay personas -al parecer una de cada 100- que no sienten atracción sexual por otras: son las asexuales. Ya empiezan a salir del clóset para demostrarle al mundo que su vida no es tan aburrida como parece.
¿Estará Freud revolcándose en su tumba? Quizás. El hombre que estudió el devenir sexual del ser humano y sus conflictos, hasta concluir que la sexualidad desempeña un rol determinante en la psiquis, estaría sorprendido de advertir que, en los albores del siglo XXI, el sexo no provoca ni trasnocha al uno por ciento de la humanidad.
Para estos millones de mujeres y hombres, la libido no es una energía vital del carácter, y Eros no está infranqueablemente unido a la relación corpórea entre dos. Gran paradoja en un mundo que estimula la hipersexualidad como norma, pero esa ‘rareza’ desnuda una realidad que parece no tener reversa: la cuarta dimensión sexual. A las tres primeras ¿heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad¿ las une el deseo por otro, pero la asexualidad no tiene ataduras, en ella la atracción sexual por alguien es simplemente inexistente.
No es una opción, como el celibato, sino una orientación, según la definen quienes la viven y la estudian. ¿Una alteración hormonal o genética? No se sabe, como tampoco qué pasa en el cerebro ni en el sistema nervioso central ante la interacción con otras personas. Algunos especialistas opinan que, como en cualquier otra orientación, se nace siendo asexual, y dicen que hay evidencias de factores prenatales fundamentales en su desarrollo. No obstante, es un campo con limitados estudios porque hace poco más de una década empezó a develarse.
Lo que las investigaciones han podido identificar hasta ahora es que muchos asexuales tienen reacciones biológicas como erección y lubricación vaginal hasta llegar, incluso, al orgasmo. Salvo algunos casos, no hay incapacidad física, sólo un genuino desinterés. “Puede haber excitación y orgasmo, y quizá placer, pero no atracción sexual ni deseo”, explica Anthony Bogaert, tal vez el mayor experto mundial y autor del libro más completo en el tema, Understanding Asexuality (Comprendiendo la asexualidad), publicado en octubre pasado.
Este profesor de la Universidad de Brock, en Canadá, asegura que muchos asexuales se masturban ¿más los hombres que las mujeres, aunque menos que las personas de otras orientaciones¿. Pero “la masturbación no es vista como un acto sexual”, agrega su colega Lori Broto, profesora del Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de British Columbia, en el Reino Unido. ¿Cuestión de semántica? Claramente no para el universo de asexuales que durante años se guarecieron en su soledad, luego se encontraron en las redes sociales y ya empiezan a salir a la palestra en defensa de su visión. De hecho, en julio del año pasado se realizó en Londres la primera conferencia mundial sobre asexualidad.
Ambos académicos afirman que, en medio de los matices de esta orientación, los asexuales también pueden aceptar y querer las caricias, los besos y los abrazos pero eso no deriva en el ánimo fogoso hacia el sexo. Y como el reino de las relaciones interpersonales está lleno de sutilezas, esta no es la excepción. “No sentimos atracción sexual hacia otras personas, lo que no quiere decir que no sintamos atracción ni disfrutemos del erotismo”, enfatiza Johanna Villamil, una colombiana de 27 años que se convirtió en la vocera para Hispanoamérica de Aven (en inglés, Asexuality Visibility and Education Network), la primera y más grande plataforma online de educación y visibilidad de su comunidad. Fue fundada en 2001 por el asexual californiano David Jay y tiene alrededor de 60.000 miembros en el mundo. La encuesta anual realizada por Aven revela que hay más mujeres que hombres (60-40 por ciento) y un 70 por ciento son menores de 26 años.
Para ellos, la atracción gira en torno a otros parámetros, como el intelectual, el estético, el espiritual o el emocional. “Si no nos interesa el sexo, ¿no tenemos derecho a querer afecto y compañía? ¿Si tengo relaciones sexuales, voy a tener una relación más estable? ¿Las personas se quieren más con el sexo?”, cuestiona Villamil, una artista bogotana criada dentro de una familia católica que, como todos los asexuales, pasó por un duro periodo de reconocimiento y aceptación de su identidad. “Fue como si de un momento a otro, durante mi adolescencia, descubriera que todos sentían hambre y yo no”, sostiene.
Fue en Japón donde la asexualidad comenzó a popularizarse gracias a los llamados chicos herbívoros (soshokukei danshi): adolescentes y jóvenes totalmente apáticos por el sexo, a quienes les interesa sólo la amistad, son tímidos, frugales, pasivos, cero competitivos y no buscan estar con mujeres. Una tribu urbana muy peculiar sobre la cual se ha hecho hasta un show de televisión. Pero la indiferencia sexual se refleja también en otros grupos y ya alarma al gobierno japonés (un país con una de las tasas más bajas de natalidad). Una encuesta de 2011 reveló que el 36 por ciento de los hombres y el 59 por ciento de las mujeres entre los 16 y 19 años no tenían ningún interés por las relaciones sexuales, además de que el 40 por ciento de los matrimonios no había tenido sexo en el último mes.
¿Sexo? No, gracias
‘Sexo luego existo’, dice la parodia popular de la sentencia de Descartes. En estricto orden biológico, así es. Pero traspasando las barreras de la materia, ese ‘existo’ sugiere una visión filosófica, un sentido trascendental. “La sexualidad es la pulsión de vida y el que no la vive está muerto. Está compuesta por tres dimensiones: la físico-corpórea, la psíquica y la espiritual, pero el mundo consumista en el que vivimos la ha reducido a la primera, y ese es un error garrafal”, sostiene el padre jesuita Carlos Novoa.“No hay nada más divino que un orgasmo con amor. El sexo es perfecto, fue creado por Dios y es la celebración de la vida y el amor. No en vano, somos iguales a Jesús, y Él se hizo carne para vivir como los hombres”, acota este profesor de ética de la sexualidad. Por eso mira con recelo la asexualidad, señalando que debería abordarse desde la medicina, pues cree que allí hay un vacío.
La psiquiatría tiene clasificados dos tipos de conducta: trastorno por aversión al sexo y deseo sexual hipoactivo; y tanto Bogaert como Broto aseguran que si una persona rechaza el sexo o tiene poco o nulo apetito sexual, requiere de trabajo médico si se estresa por ello.
Los asexuales critican ese diagnóstico y advierten que el estrés no es por el sexo, sino por la discriminación social y la dificultad de conseguir pareja, porque aunque prescindan de la cama, muchos sí quieren y necesitan afecto. “Hay cero evidencia de que el bajo deseo sexual es intrínsecamente un problema que necesita solución. Los terapistas no deberían asumir que sus pacientes necesitan sexo para ser felices”, alega Jay. Y al margen de esa lucha individual, está la reivindicación de su condición: se niegan a compartir estatus con los carneros ¿la otra especie de la que se ha evidenciado asexualidad¿ y anhelan un lugar en el mundo, así sea 60 años después de iniciada la revolución sexual.
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