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De la plaza Tahrir a Taksim, nace la 'primavera' turca

Pasan factura a primer ministro Erdogan por autoritarismo, islamización y falta de diálogo.

Una manifestación pacífica en torno a la icónica plaza Taksim, en protesta por la intención del Gobierno turco de urbanizar parte del adyacente parque Gezi, en el centro de Estambul, se convirtió en un movimiento de protesta en todo el país que tiene contra las cuerdas al primer ministro Recep Tayip Erdogan.
El movimiento, que recuerda la primavera árabe, que entre el 2010 y el 2012 produjo la caída de cuatro gobernantes de igual número de países en el norte de África y Oriente Próximo, está aprovechando el estilo de gobierno poco dialogante de Erdogan, y unas reformas de corte islamista que la clase media laica siente como un recorte de sus libertades, para hacerse sentir y pedir más gestos democráticos.
Taksim es símbolo de la oposición como en su momento fue la plaza Tahrir de El Cairo, en la que miles de egipcios se congregaban en el 2011 para protestar contra el gobierno de Hosni Mubarak, quien al final cayó.
Pero lejos de calmar los ánimos, Erdogan causa más malestar al no reconocer errores en su gestión de 10 años en el poder. Y es que lo que se juega este país, bisagra entre Oriente y Occidente, es vital.
Turquía adelanta un proceso de paz con el grupo armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) que lucha desde 1984 por la independencia del Kurdistán, región que comprende regiones de cuatro países, entre ellos Turquía. El PKK dijo que la represión de las protestas ya afecta el proceso.
Además, el país euroasiático lleva ocho años intentando ingresar en la Unión Europea, un difícil camino pues algunos miembros han expresado reservas y los recientes hechos le hicieron expresar a Bruselas su preocupación por la represión.
Asimismo, Estambul, la ciudad más grande de Turquía, mantiene una puja con Bakú, Doha, Madrid, Roma y Tokio por ser la sede de los Juegos Olímpicos del 2020 y las protestas, a decir de analistas, influirán en la elección del 7 de septiembre.
‘Hay terroristas’
Pero uno de los asuntos más importantes en los que Turquía está involucrada es el papel que juega en la convulsionada política de Oriente Próximo, con el conflicto interno en Siria y la tensión entre Irán e Israel, solo por mencionar dos casos.
Erdogan le ha echado gasolina al fuego de las protestas populares al insistir en que hay terroristas dentro de las marchas, a las que considera tienen como única finalidad socavar su autoridad y emplazó a los manifestantes a que si quieren “un cambio”, lo expresen en las urnas el próximo año, cuando se celebren elecciones presidenciales. Para muchos, estas respuestas reflejan lo que sus críticos le achacan: falta de diálogo y escaso interés en buscar un consenso sobre cuestiones sensibles.
Ilhan Cihaner, exfiscal general turco y ahora diputado del opositor Partido Republicano del Pueblo, considera que el movimiento es “una explosión de ira acumulada. La gente exige libertad y democracia”. Menciona recientes decisiones polémicas que Erdogan impulsó sin consultar a la oposición ni a la población, y que parecen ser la gota que colmó la paciencia de muchos turcos laicos: un puente en Estambul fue bautizado en honor a un sultán otomano, responsable de masacres contra la minoría aleví (seguidores de una rama del islam chií); una reciente ley que restringe los horarios para consumir alcohol y el desalojo a la fuerza de los manifestantes pacíficos en defensa del parque Gezi, un oasis verde cercano a la plaza Taksim.
Las protestas son apoyadas por artistas, intelectuales y deportistas, así como de personas de todas las edades y en los últimos días se sumaron dos sindicatos. Aunque juega un papel más simbólico que de poder, el presidente turco, Abdullah Gül, otro de los líderes históricos del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), ha lanzado un mensaje: “Democracia es mucho más que ganar elecciones” y defendió que hay que ser más sensible a las demandas de la ciudadanía.
REDACCIÓN INTERNACIONAL
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