Un festejo con toda la militancia, y arropado por artistas convocantes. Un discurso más de los tantos a lo largo de la década, y la promesa de “ir por más”.
Por esas rutas transitó el sábado la conmemoración de una década de la llegada del kirchnerismo al poder, que se cumple en medio de la incertidumbre económica y las denuncias de corrupción que pican cada vez más cerca de la familia presidencial.
Néstor Kirchner llegó a la presidencia tras el abandono de Carlos Menem en el 2003, de cara a la segunda vuelta presidencial. Montó un modelo económico sólo sustentado en las ventajas comparativas de la devaluación del 2002, en la exportación de granos en sus máximos históricos en volumen y en precios, y en un aparato clientelar.
Así se conformó la estructura sobre la que el kirchnerismo apoyó su construcción de poder, sin proponer cambios estructurales profundos para transformar la matriz social del país.
“Otra década perdida”, la definen algunos analistas, o “los años en los que se desperdició la bonanza”, al decir del exministro de Economía Roberto Lavagna, en una entrevista con este corresponsal en días pasados. Lo cierto es que el balance de esta década, donde ciertos arrebatos distributivos se mezclaron con el autoritarismo que emanó de la pareja gobernante, está cargado de claroscuros y en las sombras en las que volvió a entrar la economía argentina.
La política de derechos humanos, la conformación de la Corte Suprema de Justicia y las reformas del Código Civil, con la ley de matrimonio igualitario y otras reparaciones para las minorías, serán las marcas cuando se hable de esta década.
La inflación, la polarización, la corrupción y los ataques a la prensa, que ponen en riesgo la convivencia democrática, son la constante de estos 10 años en los que se pulverizaron los partidos políticos.
A pesar de la bonanza
“Al analizar estos años vemos a un kirchnerismo que pone al pueblo por encima de las instituciones. Nos deja un aprendizaje en materia económica en cuanto a que ni siquiera una excelente coyuntura internacional puede prescindir de una gestión competente y a que no se puede tratar a patadas al capitalismo, y sin un Estado eficaz y eficiente salvaguardado de las pasiones de los gobernantes de turno”, opina el analista político Vicente Palermo.
Algunos marcan diferencias entre la etapa de Néstor y esta de Cristina al frente de la presidencia. El exjefe de Gabinete, Alberto Fernández, quien fue funcionario de ambos, traza una línea entre los dos. “Néstor era capaz de reflexionar luego de calentarse en los momentos más duros. Cristina es más emocional a la hora de tomar decisiones”.
Por ejemplo, el conflicto con el sector agropecuario en el 2008, que marcó la salida de Alberto Fernández, “no se hubiese producido si Néstor estaba al frente de la presidencia”, afirma Julio Cobos, el exvicepresidente que definió aquella pelea con su voto en contra de su propio gobierno.
La corrupción, como en los 90 de Menem –que desde el relato Kirchner tanto se apunta–, sigue a la orden del día. Hechos que van desde los sobornos de la empresa sueca Skanska al presunto lavado de divisas del empresario Lázaro Báez, amigo de Kirchner, pasando por las maletas con dólares llegadas desde Venezuela para la campaña, marcaron el pulso.
“Se tiende a comparar la década kirchnerista con la de Menem. Y en ese caso la corrupción sigue a la orden del día. Con nuevos nombres y viejos métodos, que producen la erosión de la imagen del Gobierno”, dice el analista Julián Hermida.
La estatización de Aerolíneas Argentinas y de la petrolera YPF y su mal momento actual son un signo del matrimonio Kirchner.
Pero son la inflación, la plaga no exterminada de la economía argentina, y el aumento del gasto público (cuyo déficit alcanzó el 37 por ciento del PIB) sin capacidad de financiamiento lo que fue arrinconando a la economía. La carencia de dólares y los controles de cambios dispararon la cotización hasta conformar un mal panorama de la economía y un clima de que esta primera década del kirchnerismo en el poder se parece mucho al inicio de un final de época si, como parece en los comicios legislativos de este año, el Gobierno recibe el castigo por el desgaste.
Por ahora el kirchnerismo logró una merma de la actividad democrática, mediante la reciente reforma judicial y con su guerra contra la prensa y contra su aliado de los primeros años, el Grupo Clarín. En ese marco, una crisis económica con sesgos autoritarios acabaría con las esperanzas de millones de argentinos que confiaron en lo que el relato K bautizó como “el modelo”. Un modelo que se especializó en esta década en desperdiciar oportunidades.
JOSÉ VALES
Corresponsal de EL TIEMPO