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Una linda joya llamada Toulouse

La ciudad francesa es arcilla hecha ladrillo, pero también Gardel y otra 'ave' gigante, el A380.

Cerca de cada ocho visitantes que recibe Francia llegan pensando en París. Pero ese país es más que la impactante ‘Ciudad Luz’. Para la muestra, la región de Midi Pyrénées, de la que Toulouse es el centro.
Un recorrido por algunos de los muchos sitios interesantes que tienen la ciudad y la región es sin duda una invitación a encontrarse con una historia monumental y una cultura frondosa, pero también con gestas del ingenio contemporáneo.
Además ofrece una verdadera orgía para el paladar, al ir a las fuentes originales de extraordinarios quesos, vinos y licores y del famoso foie gras. Estar allí es estar en el reino del pato en todas sus formas.
De París a Toulouse solo hay una hora en avión. Desde el aire se puede divisar lo más característico de la ciudad vieja, levantada al pie del río Garona y sus canales: es el ladrillo dominante en sus edificios. A falta de otros materiales en la región, los constructores encontraron la salida en la arcilla.
La antigua capital visigoda, con más de dos mil años de historia, es la cuarta urbe francesa. Tiene más de un millón de habitantes en su área metropolitana y es un polo universitario con más de 100.000 estudiantes.
Un recorrido a pie basta para descubrir una ciudad amable y alegre, con fama de fiestera por su cercanía a España. El español se siente en la calle, como se siente también el rastro del antiguo imperio romano, de la Edad Media y del Renacimiento.
En la gran plaza central está el Capitole, sede del ayuntamiento, un edificio con ocho columnas de mármol en su fachada, que alberga en su interior bellos frescos.
Y al frente hay otro más joven que, en el techo del corredor que da a la plaza, tiene pintada en viñetas modernas la historia de los grandes personajes de la ciudad, que van desde el matemático Pierre de Fermat, autor del conocido teorema, hasta el ídolo del tango, Carlos Gardel, quien –así lo aseguran en Toulouse– tuvo su cuna en la ciudad.
No muy lejos de allí está la basílica de San Saturnino, levantada sobre la tumba de un obispo que fue convertido en mártir, al ser atado a un toro. Este templo románico es el segundo más antiguo de Francia y es punto de referencia para los peregrinos del camino de Santiago de Compostela. Junto con el Hotel de Dios Saint Jacques, fue declarado patrimonio de la humanidad.
También cerca está el convento de los Jacobinos, construcción gótica con claustro y un templo de ladrillo que tiene como soporte central una columna estrellada de 11 brazos conocida como la Palmera. Ese lugar, que en algún momento Napoleón usó como caballerizas para su ejército, hoy es sede de exposiciones.
Casi al borde del río Garona está la iglesia de Nuestra Señora de la Dorada, antiguo templo consagrado a Apolo que hoy alberga a una virgen negra, a la que visitan especialmente las embarazadas y a la que visten con trajes que llevan la marca de Christian Lacroix o de Paco Rabanne.
Pero ese andar por las calles de lo más antiguo de Toulouse sirve igualmente para descubrir que alguna vez esta urbe fue próspera gracias al pastel, el tinte vegetal para teñir las telas que fue rey hasta el descubrimiento del añil en América, que permitía obtener un azul más fuerte.
De ese esplendor, que no fue muy largo, quedan edificaciones como el bello palacete D’Assézat y el recuerdo que se reproduce en almacenes dedicados a venderles a los turistas ese azul en todo tipo de artículos.
Y si el pastel se resiste a desaparecer en Toulouse, algunas librerías dan testimonio de que también lo intenta el occitano, idioma romance parecido sobre todo al catalán, que aún hablan dos millones de personas.
Tolosa –Toulouse, en occitano– está en medio de lo que fue ese país distinto –Occitania– que se extendía desde el Atlántico hasta el Mediterráneo. La remarca la inmensa cruz occitana o de Tolosa, de brazos rematados en tres puntas, que está dibujada en el suelo de la mismísima plaza del Capitolio.
Si algo complementa bien el recorrido por la Toulouse histórica es un paseo por el tramo urbano del canal de Midi o Mediodía, que comunica al Garona con el Mediterráneo. El rey Luis XIV emprendió esta obra, la más importante del siglo XVII, para unir las dos costas francesas. En el recorrido, lentamente se van pasando las esclusas, lo que permite ver la arquitectura de la urbe con detenimiento.
El lado espacial
Pero ni la historia de sus edificaciones en ladrillo, ni el pastel, ni el occitano le dan a Toulouse hoy tanto nombre como el ser la capital de la industria aeronáutica y aeroespacial de Europa. Allí Aérospatiale desarrolló el famoso supersónico Concorde, que llevaba a los pasajeros de París y Nueva York en la mitad del tiempo que otro avión comercial. Y hoy allí Airbus, el mayor fabricante de aviones del mundo, ensambla el A380, el avión con más plazas para pasajeros que haya cruzado los aires.
Una rápida visita a las instalaciones de esta megaempresa permite descubrir las singularidades de sus hitos, lo que bien complementa una pasada por la Ciudad del Espacio, para conocer los secretos de los cohetes Ariane V y la estación Mir, y aprender más del universo planetario.
Para rematar esta rápida inmersión en Toulouse, no esta nada mal ir hasta la terraza de las Galeries Lafayette, para divisar toda la ciudad, y luego probar la cassoulet, cuyo ingrediente básico son las alubias (fríjoles) blancas, que se cocinan en una cazuela con trozos de carne, salchichas típicas de la ciudad, tocino, costillas de cerdo y, por supuesto, pato.
Después hay que descubrir el resto de la región. Los pueblos y ciudades cercanas guardan sus propios encantos. También hay que decir que Midi Pyrénées es más que Toulouse.
Algunas cifras de interés
Las tarifas sin impuestos de Bogotá a Toulouse, vía París y por Air France, van desde los 720 a los 2.899 dólares.
Toulouse es para caminar, pero tiene un buen sistema público de transporte, Tisséo, que combina metro, buses y tranvía. Un pase turístico de tres días vale 32 euros.
Un cena en un sitio fino y muy francés como Le Bibent puede valer 80 euros.
La región más grande
MIDI-PYRÉNÉES, del roquefort al Armagnac
Tres o cuatro días más por los alrededores de Toulouse permiten descubrir los Pirineos y otros sitios que siempre estarán en la memoria de un viajero: bellas iglesias, fastuosos castillos, bastidas impresionantes, vinos cautivantes y los mejores quesos. Al occidente, en Tarn, está Albi, con su enorme catedral, el mayor edificio de ladrillo del mundo, y con un museo dedicado a su más famoso hijo: Toulouse-Lautrec. Cerca está la que puede ser la más bonita de las villas medievales de la zona: Corde-sur-Ciel. Y más al nororiente, la meca del queso roquefort y el imponente viaducto de Millau. Al otro lado, en el Gers, están el reino del ‘foie gras’ y del ‘Armagnac’ y Lourdes, tercer destino en el mundo para los católicos.
JUAN CARLOS BERMÚDEZ
Enviado especial de EL TIEMPO
Este artículo fue posible gracias a una invitación de Air France-KLM.
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