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Mar adentro

P. Pedro Fernando Mercado *
Después de casi ochos años como pastor de la Iglesia Universal, a partir de las 20 horas de este 28 de febrero, por libre renuncia, Benedicto XVI cesó en sus funciones como obispo de Roma, sucesor del apóstol Pedro.
Pese a la brevedad de su pontificado, mucho tenemos que agradecer a este papa como colombianos y como creyentes.
No obstante no haya podido cumplir su deseo de visitar nuestra patria, el papa Ratzinger ha sido uno de los líderes mundiales mejor informados sobre la situación eclesial, política y social de nuestro país.
En diciembre de 2011, mucho antes de que los acercamientos entre el Gobierno y las Farc se hicieran públicos, Benedicto XVI hizo un resuelto llamado a favor de la superación concertada del conflicto armado. Y, en repetidas ocasiones, hizo sentir su voz para condenar la violencia, la infamia del secuestro y los ataques indiscriminados de la subversión contra la población civil.
Incuestionable ha sido también la profundidad del su magisterio. Benedicto XVI ha dicho siempre lo que piensa, sin buscar los aplausos, sin temor a la persecución y sin ceder nunca a los compromisos de lo 'políticamente correcto'. Con valentía, se enfrentó al imperante relativismo moral (por eso ha sido llamado "conservador") y a los injustos desequilibrios provocados por un capitalismo salvaje que divide el mundo entre opulencia y marginación (por ello ha sido llamado "liberal").
Señaló, sin temores, los pecados de acción y de omisión de obispos y sacerdotes, apelando a una profunda renovación moral de la jerarquía eclesiástica. Estados Unidos, Irlanda, Bélgica, Alemania fueron testigos de su lucha frontal por extirpar del cuerpo ministerial de la Iglesia esa ínfima pero cancerígena minoría de clérigos pederastas. Y combatió, con el mismo vigor, la falta de identidad sacerdotal y el extravío doctrinal de algunos.
No obstante su carácter dulce, fue recio gobernante, incluso severo: pocas veces un papa había denunciado de manera tan abierta el 'carrerismo' e impuesto medidas de transparencia y de control a los organismos de la Santa Sede.
Por todo ello, sería injusto considerarlo un papa frustrado y temeroso. E igualmente injusto sería creer que una supuesta "lucha de poder" entre dos cardenales haya podido determinar su renuncia. La novelesca trama sería buena para un nuevo 'best seller' de Dan Brown, pero no da cuenta de la real magnitud de los desafíos y de las grandes esperanzas que afrontan hoy el papado y la Iglesia.
Son tantas las luces y las sombras que se perfilan en el horizonte oceánico de la Barca de Pedro, que Benedicto XVI, consciente de su edad avanzada y de su delicada salud, creyó oportuno, más aún necesario, dejar las redes en manos de otro pescador. Uno que tuviera el vigor y las fuerzas para seguir remando todavía... remando mar adentro.
* Secretario adjunto de la Conferencia Episcopal
P. Pedro Fernando Mercado *
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