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El año que nos queda

Fabio Martínez
Uno de los errores del frustrado proceso de paz de El Caguán fue negociar en medio del conflicto. Desde la primera reunión del presidente Pastrana con 'Manuel Marulanda Vélez', el proceso de paz estuvo signado por una escalada de secuestros y asesinatos cometidos por parte de las Farc. El golpe final lo dio el secuestro del avión de la empresa Aires, donde fue privado de la libertad el senador Jorge Eduardo Gechem.
Hoy, a pocos meses de iniciación de los diálogos de paz en La Habana, la guerrilla utiliza el mismo método secuestrando a dos policías en el Valle. Este acto, repudiado por la sociedad, vislumbra que el conflicto armado en el país escalará sin límites hasta el punto de poner en peligro el mismo proceso.  
La zozobra permanente en que la guerrilla tiene sometida a los departamentos del Cauca y Chocó son apenas una pequeña muestra de lo que se verá venir. Si el Gobierno y la guerrilla no redireccionan su hoja de ruta y se ponen de acuerdo, si no en un cese al fuego bilateral, al menos en un convenio bilateral que humanice el conflicto, el proceso de La Habana puede correr la misma suerte que El Caguán.  
Resulta ser una contradicción flagrante el hecho de que mientras se busca en una mesa la terminación del conflicto, al mismo tiempo se aviva y se incentiva la guerra. ¿Por qué no pensar que al tiempo que se avanza en la negociación se va reduciendo el nivel del conflicto hasta dejarlo en su mínima expresión? 
El peligro de negociar en medio del conflicto es que los actos de guerra pasen a un primer plano y desdibujen la hoja de ruta que se diseñó en Oslo.
Durante décadas las Farc han sobrevivido gracias a esa vieja estrategia estalinista de 'utilizar todas las formas de lucha' (mientras hablamos de paz en La Habana, en Colombia secuestramos y ponemos bombas). A las Farc hay que decirles que si en verdad están por la cesación del conflicto y la construcción de una paz duradera, deben abandonar esa estrategia perversa, de doble moral, donde el único que pierde es el país.
La paz en Colombia no es un asunto de interés de un gobierno en particular o de una organización específica. La paz es un compromiso histórico de los colombianos. Por esta razón revisten un gran valor significativo todos los actos que el Gobierno y la guerrilla realicen de ahora en adelante. 
Si durante el año que nos queda seguimos secuestrando y asesinando, en el futuro no tendremos paz sino más guerra. Si durante el año que nos falta pensamos que el proceso de paz nos garantiza la reelección presidencial, lo más seguro es que no tendremos ni paz ni presidencia.
La paz es un asunto de Estado que está por encima de los intereses electorales.
La comisión negociadora del Gobierno, presidida por el doctor Humberto de la Calle, y la comisión negociadora de las Farc, dirigida por 'Iván Márquez', tienen el reto histórico de sacar adelante el Acuerdo General, que pasa necesariamente por ir humanizando el conflicto, para así crear un ambiente de paz y confianza en el territorio nacional.
Fabio Martínez
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