El matrimonio de Natalia Ordóñez Hernández, la hija del procurador general, Alejandro Ordóñez, y Beatriz Hernández, el pasado sábado en Bogotá, fue una boda colmada de símbolos. (Imágenes del matrimonio).
Una excepcional concurrencia de expresiones sacras y políticas pocas veces vista en la capital del país. Un acto de poder.
Por un lado, la boda fue marcada por la solemnidad del rito religioso, el más tradicional de la fe católica, cuyo origen se remonta al Concilio Ecuménico de Trento (Italia), celebrado entre 1545 y 1563, cuando se adoptó el latín como idioma para la celebración de la misa.
Para que el desposamiento de Natalia Ordóñez Hernández con Daniel Palis Taua se realizara de la manera como se hizo, hubo que elevar consultas a la Conferencia Episcopal Colombiana, pues hasta hace poco más de dos años se requería algo más que eso, una dispensa que solo podían otorgar el Obispo o el Papa.
El trámite ahora fue mucho más sencillo, porque Benedicto XVI autorizó recientemente este tipo de liturgia para grupos especiales de fieles que así lo soliciten.
El exquisito ritual, realizado en el histórico templo de San Agustín -una reliquia construida entre 1642 y 1668-, ubicado justo en la parte posterior de la Casa de Nariño, en el centro del poder, no es un capricho. Es una tradición que el procurador Ordóñez y su familia conservan desde hace más de 30 años, y a la que asisten con puntual devoción cada semana en la iglesia de La Fraternidad, del barrio Teusaquillo.
Fue la novia quien pidió a su padre que la ceremonia religiosa se efectuara con apego al rito tridentino. "Ella comenzó a asistir a esta santa misa desde cuando estaba en el vientre de la madre. Por eso en los videos se puede observar que ella recita toda la misa y los cantos de memoria, porque los sabe y los disfruta", comentó el Procurador.
La misa en latín, con el sacerdote oficiante de espaldas a los fieles y mirando al Santísimo expuesto en el altar mayor fue una costumbre que el Concilio Ecuménico Vaticano II de 1965 modificó, pero que algunos católicos en distintas partes del mundo, como el Procurador y su familia, rehusaron aceptar.
Para este jurista, creyente, devoto de la Virgen María, la misa en latín, como la estableció el Concilio Ecuménico de 1563, es "la expresión más sacral del rito, porque es una obra ofrecida de manera sentida y rigurosa a Dios".
Los ornamentos y los cálices utilizados en la eucaristía por monseñor Libardo Ramírez, presidente del Tribunal Eclesiástico de Colombia, son reliquias de oro que datan de 1700, y fueron prestados de manera excepcional por el arzobispo de Bogotá, Rubén Salazar Gómez.
Para que los 650 asistentes a la iglesia siguieran paso a paso la ceremonia se les distribuyeron los textos de la misa y los cantos en latín y en español, en un cuadernillo de 25 hojas, cuidadosamente impreso. En las márgenes se advertía a los invitados qué acto debían seguir de rodillas, de pie o sentados.
Además del refinamiento propio del oficio por el apego a la tradición, los invitados fueron sorprendidos por un sacro espectáculo musical digno de "los ángeles", como lo calificó el propio Procurador: Suite, de Händel; Ave María, de Schubert; Gloria in Excelsis; Misa VIII (de Angelis); Misa de coronación, de Mozart; Sanctus-Misa IX y el Pater Noster gregoriano, entre otros. Un festival musical sagrado en el que cada pieza fue cuidadosamente sugerida por el padre de la novia.
La majestuosidad del templo, la elegancia de los invitados, el derroche de luces, el esplendor de las flores y una enorme alfombra roja que sirvió de camino a los novios para llegar al altar le pusieron a esta cita nupcial una solemnidad casi nunca vista.
Como lo recuerda el propio Procurador, esta fue la segunda vez que un obispo católico celebró este tipo de liturgia en un templo colombiano en los últimos 40 años. La primera había ocurrido hace un poco más de dos años, cuando el cardenal Darío Castrillón, en una ceremonia similar, casó a otra hija de Ordóñez.
El acto religioso fue rematado con la lectura, desde el púlpito, de un mensaje personal del papa Benedicto XVI a los novios, en el que bendecía su unión y extendía sus bendiciones a los asistentes a la cita.
Símbolos políticos
Los evidentes signos políticos tuvieron que ver no solo con el perfil de los invitados, sino con el contenido de la homilía.
El sermón de monseñor Ramírez estuvo cargado de mensajes en defensa del matrimonio entre el hombre y la mujer, la estabilidad del matrimonio y su indisolubilidad. Un reproche directo a las uniones entre parejas del mismo sexo. No fue coincidencia que el mensaje del jerarca fuera uno de esos que han caracterizado al Procurador en su oficio como jefe del Ministerio Público.
No es un hecho nuevo que el Presidente de la República o algunos de sus ministros asistan con frecuencia relativa a matrimonios privados. Pero que lo hubieran hecho representantes de todos, todos los poderes, y sobre todo de la élite de la Rama Judicial, fue una demostración de poder pocas veces vista. Estaba casi la totalidad de los magistrados de las altas cortes: Corte Suprema de Justicia, Consejo de Estado, Corte Constitucional y Consejo de la Judicatura.
También estuvieron el fiscal general, Eduardo Montealegre, y la contralora, Sandra Morelli.
El Procurador estuvo tentado en algún momento a realizar un acto privado solo para las familias de los novios, pero luego de reflexionar decidió hacerlo más público. Y como se lo dijo él a EL TIEMPO, "si lo hacía público, quería invitar a todos los poderes, con los cuales tengo buena relación institucional".
También asistieron entrañables amigos, como el exministro Fernando Londoño Hoyos; y amigos santandereanos, como Horacio Serpa y los senadores Édgar Gómez y Juan Manuel Galán.
De hecho, fueron invitados pocos congresistas: Roy Barreras, Telésforo Pedraza y Piedad Zuccardi, entre otros.
Ordóñez deploró que el expresidente Álvaro Uribe no hubiera podido asistir, aunque había confirmado su concurrencia.
La recepción, en el exclusivo Country Club, comenzó a eso de las 10 de la noche. El procurador Ordóñez y su esposa, Beatriz Hernández, recibieron a los invitados al ingresar al club, saludándolos de mano y ofreciendo una copa de vino.
Inicialmente se sirvió una cena discreta: crema de alcachofas y un fino lomo.
Terminada la cena se inició el baile de gala y la fiesta se prolongó hasta la madrugada. Ese fue el capítulo final de esta confluencia de liturgia ortodoxa y poderes político y judicial del país, que algunos creen que no terminará allí.
REDACCIÓN POLÍTICA