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'No es odio, es rabia, es indignación': Sigifredo López

El exdiputado, junto con su familia tratan de volver a la normalidad tras la pesadilla.

Diego Arias
Ya en la tarde del martes, cuando la decisión de libertad proferida por la Fiscalía fue hecha pública, Sigifredo López me llamó para compartir su alegría y agradecerme algunas declaraciones públicas y ante el ente acusador sobre su inocencia en este caso. (Lea también: Editorial: ¿Fábricas de testigos?).
Días antes, cuando ocurrió su captura y se dispuso su detención domiciliaria, le había visitado. Llegué al mismo lugar donde ahora hablo con él, en su residencia al sur de la ciudad, un sitio confortable, sin excesos, en el que todo ocurría a velocidad de vértigo, entre reuniones, visitas, llamadas telefónicas, solicitudes de periodistas y diligencias judiciales. Pero también era un entorno en el que era perceptible el clima de afecto y solidaridad de familiares, amigos, vecinos y hasta desconocidos.
Conversamos largo. Sigifredo es dueño de un amplio conocimiento de la técnica y la argumentación jurídica, con las que insistió en su inocencia. Comenzando la noche, en un pequeño jardín, afuera de su casa, lo interrogué acerca de los sentimientos que le había generado esta situación. (Lea acá: Una a una, las mentiras de los testigos contra Sigifredo López).
Como nuestro diálogo ha tocado en algunos momentos temas espirituales y en cierto punto de la conversación me pareció que destilaba expresiones, tal vez, de odio y resentimiento, le hice ver lo que estaba pensando, pero me corrigió de inmediato. Tomó en su mano derecha un crucifijo tallado que porta orgullosamente en su cuello (se lo regalaron en cautiverio varios de sus excompañeros) y dijo:
"No es odio... ¡Es rabia, es dolor, es indignación!".
Y luego: "Si el secuestro fue mi graduación respecto del dolor y el sufrimiento por un cautiverio injusto, la captura por parte de la Fiscalía constituye mi grado de maestría".
Tras el jolgorio inicial por la libertad se ha abierto paso un ambiente de felicidad, distensionado, y de sentimientos y expresiones de amor, perdón y reconciliación.
"Sigifredo López pudo soportar el peso moral de su detención domiciliaria gracias al apoyo irrestricto de su familia y a la solidaridad de sus amigos, especialmente de los familiares de los diputados asesinados por las Farc; pero, además, por la profunda religiosidad que lo animan a él y su familia", me dice el abogado, exfiscal y amigo de la familia Elmer Montaña, caracterizado defensor de múltiples causas humanitarias en Cali.
Mientras procura atender con esmero a la visita, doña Nelly Tobón, madre de Sigifredo, de 74 años, no puede evitar hacer mención del dolor que ha sobrellevado, primero por el secuestro y, luego, por la captura. "Todo esto ha sido una gran injusticia, un verdadero martirio". Y expresa su repudio contra quienes le reprocharon a ella que no hubiera llorado la muerte de los diputados.
Recuerda su propio padecimiento como víctima en tiempos de la violencia liberal-conservadora, cuando, siendo Sigifredo un bebé de 9 meses, fue asesinado su esposo, don Guillermo López, luego de lo cual, sola, con el esfuerzo y la habilidad de sus manos como costurera, en Pradera (Valle), sacó adelante su hogar.
Pero por sobre las historias de dolor moral, a las que suma haber padecido dos infartos, se siente segura diciendo, como un credo: "Donde hay fe crece el amor, donde está el amor reina la paz, donde hay paz está Dios y donde él está nunca faltará nada".
Ayer, temprano en la mañana, el hogar de la familia López ha intentado volver un poco a la normalidad, pese a la agitación de estos últimos días. Sus hijos, Lucas y Sergio, que han fungido como asistentes casi de tiempo completo en las horas más aciagas, tienen ahora el reto de retomar sus estudios, Lucas, de Política y Finanzas Internacionales y Sergio, de Derecho.
Cuando habla de sus hijos, Sigifredo se quebranta: "Sé lo doloroso que es crecer con un padre ausente y, antes que pensar siempre en ser el mejor abogado o profesional, me propuse ser el mejor papá".
Todos recordamos aún con emoción el encuentro con sus hijos en la plataforma sobre la que se posó el helicóptero que lo trajo a la libertad: esos segundos eternos llenos de sentimiento y expectativa, esos pasos firmes, pero apresurados, hacia el abrazo tanto tiempo esperado, la alegría y el llanto por el reencuentro...
Mientras se prepara para una entrevista televisada, Sigifredo se asegura de que a su espalda esté aquella foto histórica del momento de aquel abrazo con sus hijos.
Patricia Nieto, su mujer, es el otro pilar de esta gesta de lucha, espera, templanza y fe.
Un giro del destino quiso que el día del secuestro de los diputados Sigifredo no atendiera una llamada de su compañera para que fueran juntos a gestionar un asunto médico.
Esta pequeña diferencia cambió para siempre el destino de su familia. En un plano espiritual, ambos aceptan el hecho como "algo que debía suceder para un bien y propósitos superiores".
Ella tuvo que arreglárselas para obtener el ingreso económico familiar, en medio de las disputas legales sobre los salarios de los diputados. Encontró solidaridad en el entonces defensor regional del Pueblo, Andrés Santamaría, que la incorporó a su equipo. (Lea acá: Así se cayeron los testimonios contra Sigifredo López).
Desde allí, a la vez que acompañaba a Sigifredo en su detención y su defensa, se las arregló para cumplir su labor de apoyo a las víctimas del conflicto armado.
Patricia perdió a su padre a los seis meses del secuestro de su esposo, y batalló incansablemente, junto con otros familiares de los diputados, en procura su libertad. Pero nada la había preparado para ver a Sigifredo conducido como un delincuente a una celda, en la Fiscalía General de la Nación.
"Esos días -dice Patricia- fueron muy dolorosos. Llegábamos con nuestros hijos a orar, leíamos la Biblia, reflexionábamos sobre esta situación y eso nos reconfortaba; pero muchas veces, alejada de mis hijos, me derrumbaba y lloraba. Pero yo sabía que nos íbamos a levantar".
Las exigencias físicas y emocionales no parecen haberle hecho mella. Esa complicidad con su compañero de toda una vida, 26 años, formalizada mediante matrimonio civil, hizo que hace pocos días renovaran en un acto privado el vínculo religioso. La ceremonia fue presidida por monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, en medio de las restricciones de la detención domiciliaria y en compañía de muy pocos invitados. A quienes les reclaman en broma por qué tan pocos invitados, responden jocosamente: "Es que el matrimonio no es un acto político".
Epílogo
Supe de la muerte de los diputados en una madrugada, mientras estaba en un modesto alojamiento en la costa norte del Pacífico nariñense, y alcancé a preguntarme qué tan cerca podía estar del lugar de los acontecimientos. Me enteré después de que había un sobreviviente. Me pareció inusual, pero no sospechoso. En la guerra, yo mismo había sobrevivido a situaciones críticas. Por eso, pensé que, en el caso de un exdiputado, se trataba de algo providencial, en un sentido "místico". Más tarde supe que se trataba de Sigifredo López.
Este capítulo del exdiputado y su familia parece estar rumbo a una solución definitiva. Pero, mientras se inicia la tarea de recuperar su buen nombre, sabe que entre algunas personas siempre quedará la duda sobre su inocencia.
Hoy mismo, López debe atender los rumores que en otro tiempo lo vincularon a una supuesta alianza con los 'Rastrojos', como parte de un esfuerzo político por llegar al Congreso de la República.
Su espíritu de reconciliación no obsta para que insista en que recuperó la libertad, "pero aún no la dignidad".
Y reclama que se indague y se llegue hasta las últimas consecuencias sobre el que, según él, fue un complot. "¿Quién o quienes organizaron esta trama, por qué y a favor de qué oscuros intereses?", se pregunta. (Lea además: Fiscal General admite error y deja en libertad a Sigifredo López).
Su futuro no está claro. López se declara apasionado de hacer política.
Pero es una decisión sobre la que espera un acuerdo familiar.
Gestor de paz. Excombatiente del M19.
Diego Arias
Especial para EL TIEMPO
Cali.
Diego Arias
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