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¿Por qué hay rumbas de jóvenes que están terminando en tragedia?

Casos como el de Colmenares y el de Chamucero prenden alarmas sobre la forma cómo se vive la fiesta.

La muerte de Neftalí Adolfo Chamucero, tras caer de siete pisos, engrosó la fatídica lista de jóvenes muertos o gravemente afectados durante una rumba. Su caso hace  recordar los de Luis Andrés Colmenares, cuyo deceso aún es investigado; Cristian Jiménez, quien fue lanzado por el hueco de un ascensor tras ser golpeado y apuñaleado; y Camilo López, quien perdió un ojo por una agresión. Todos ocurrieron después o durante una celebración. (Lea acá: ¿Cómo murió Luis Andrés Colmenares?)
¿Por qué reuniones de esparcimiento en las que solo se espera un rato de diversión, algo de baile, una posible conquista o una sesión de chistes o chismes terminan convertidas en escenarios de agresiones, acusaciones y sospechas de un crimen? Quizás no exista una única respuesta, pero sí pistas que los analistas consultados por ELTIEMPO.COM  identificaron. (Vea además: Hallan señales de violencia en cadáver de universitario de los Andes)
Puede sonar obvio, pero el alcohol, uno de los principales invitados a las reuniones de los jóvenes, es un primer factor de influencia. Expertos en el tema de juventud y familia recuerdan que  su consumo a temprana edad es una bomba de tiempo. En el 2008, datos de la Corporación Nuevos Rumbos demostraron que los niños están empezando a tomar a los 10 años y las niñas, a los 11. Esos pequeños a la larga son los jóvenes expuestos a una sociedad marcada por la mezcla entre fiesta y licor.
"Somos una cultura alcohólica. Debemos entender como sociedad que debemos tener un cambio", explica la directora Ejecutiva de Red PaPaz, Carolina Piñeros, quien advierte que debido a la presencia del alcohol aparecen factores como la sexualidad irresponsable, la delincuencia y la violencia que crecen cada vez más. "Eso ocurre porque la persona no es dueña de sus actitudes ni de su comportamiento. Puede que el hijo de uno no sea consumidor, pero al dinamizar en una fiesta está en riesgo", añade.
Olga Albornoz, psiquiatra especializada en niñez y adolescencia, también considera que el licor es gran culpable, pero cree que el mal ejemplo desde la familia, con el mismo consumo, es muchas veces el causante de las situaciones de violencia en las rumbas. "El primer trago que ve el niño es el brindis de su nacimiento", afirma la especialista, que cree que es un tema sin control de las familias. "Está pasando muy desapercibida", dice.
Un segundo factor identificado por los especialistas consultados son las débiles relaciones entre padres e hijos. Un estudio de la situación entre los 14 y 26 años, presentado por el Instituto para la Economía Social de Bogotá (IPES), reveló que aunque  76 por ciento dijo tener confianza en sus padres, 61 por ciento asegura que la familia está siendo remplazada por la calle y 57 por ciento cree que cuenta más con los amigos que con sus consanguíneos.
Sin embargo, para Jorge Restrepo, director en el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, los casos de muertes y graves agresiones en las rumbas juveniles hacen parte de los niveles normales de violencia. "Creo que es criminalidad común. Es normal que la gente consuma licor en la noche o en Halloween, no hay patrón de intencionalidad", indica el analista.
Un tercer factor identificado es el modelo de sociedad que, de manera inconsciente, estamos construyendo. Carolina  Piñeros considera que los casos de violencia entre los jóvenes durante las rumbas son un reflejo del problema. "La muerte de estos jóvenes es una bofetada para mostrarnos que no vamos por buen camino. No sacamos nada buscando culpables, sino que debemos entender que acá tenemos responsabilidades compartidas", señala.
Jorge Restrepo sostiene que  estos casos antes no eran tan protagónicos, como el conflicto armado o la criminalidad organizada, entre otros. "Es una forma de violencia que estaba oculta por otros temas. Los de ahora son casos interesantes porque hablan de la muerte de una persona de clase media, con la que hay identificación de parte del lector", añade. E igual piensa la psiquiatra Olga Albornoz, quien descarta que estos casos se puedan catalogar como un nuevo brote de violencia.
Lo importante, añaden los consultados, es que el fenómeno ha adquirido visibilidad, por cuenta de la mayor conexión entre los medios y los usuarios de redes sociales que demandan este tipo de historias. Ahora, el paso a seguir es que de la visibilidad se pase a la reflexión y a la búsqueda de soluciones, para que estos hechos no se queden en el mero registro de una fiesta opacada por la muerte.
ÓSKAR ANTONIO ORTIZ ECHEVERRÍA
REDACTOR ELTIEMPO.COM
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