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En La Gabarra se erradica en medio de enfrentamientos con la guerrilla

En el Catatumbo (Norte de Santander) avanza un proyecto de sustitución de cultivos ilícitos.

El soldado está en la misma esquina donde recogió a su compañero muerto, después de que su cuerpo salió volando tras una explosión justo al lado del río Catatumbo a principios de año. "No aguantó, cuando le quité el casco tenía la cabeza destapada y el cuerpo se reventó por dentro", dice el hombre. (Vea acá la galería fotográfica: Así atiende el Ejército a los habitantes de La Gabarra, corregimiento de Tibú en Norte de Santander).
Este soldado camina ahora por el mismo puente que cruzaron hace trece años los paramilitares al mando de Salvatore Mancuso que asesinaron a las primeras 19 víctimas de la repudiada masacre de La Gabarra. Él es uno de los que refuerza la seguridad de este corregimiento de Tibú (Norte de Santander), desde el 10 de abril, cuando el Gobierno inició su proyecto de erradicación de cultivos de coca, el principal negocio que a sangre y fuego se diputan las Farc y el Eln.
Al soldado hay que gritarle para que escuche. Se está recuperando de su oído luego de la explosión -la quinta en lo que va en el año- que mató a un soldado profesional y dejó heridos a tres más.
"Me devolvieron en la mitad del tratamiento, porque había que apoyar la zona", cuenta el joven armado, dejando claro que su presencia es necesaria en ese corregimiento, donde el censo del Sistema de monitoreo de cultivos ilícitos (Simci) reportó 943 hectáreas de coca en el 2010.
Aunque las siembras han disminuido -en 2001 la cifra era de 7.468 hectáreas- el tráfico de cocaína sigue siendo la principal causa de la guerra.
Por eso, el soldado volvió a patrullar las calles destapadas de este pueblo cercano a la frontera con Venezuela, donde la tensión reina en los cerca de cien mil pobladores del casco urbano y 36 veredas. (Lea acá: El Catatumbo, blanco de seis atentados este mes).
En una de ellas, la voz de la campesina Rubiela Gulloso se escucha entre los vallenatos que retumban en los billares que están al lado del río: "Donde está la erradicación, es donde hay plomo y campos minados. Nos están quitando la única mata que nos da de comer y aquí no hay nada qué hacer; nada, solamente la coca", asegura Rubiela.
El grupo de erradicadores manuales llegó hace un tiempo a su finca, en la que se mezcla la siembra de coca con la de plátano. En 45 días lograron arrancar casi 620 hectáreas de cultivos ilícitos, pero estuvieron apunto de morir, luego de que el Eln atacara su campamento la noche del 9 de mayo, donde murieron nueve policías.
"Yo por aquí no vuelvo, hay mucho plomo", cuenta Carlos Gaviria, uno de ellos. Y Jairo, quien asegura que tomó el fusil de un uniformado muerto para defenderse del ataque, dice que en su cambuche cayó un 'tatuco' (granada de mortero) que no explotó. El ataque y el proceso de erradicación han despertado la indignación de los pobladores.
"Erradican sin ofrecer opciones. La cantidad de venenos que se usan para evitar que las hormigas se coman la base de coca, la gasolina, el purgamiento y el golfista que aquí se usó, contaminaron los suelos y ahora no crece nada", afirma Honre Pérez, un líder comunal.
En La Gabarra a la gente no le da pena decir que no tiene otra opción. "Es una situación compleja porque se está erradicando y se va a seguir erradicando", asegura el general Marco Lino Tamo, comandante de la Fuerza de Tarea Vulcano, que llegó al lugar en diciembre pasado con 9 mil hombres. (Lea acá: El Catatumbo, entre un pasado de violencia y la esperanza de su gente).
Entre tanto, el Ejército y la Policía buscan consolidarse, mientras las Farc, el Eln y el Epl siguen en guerra por los cultivos ilícitos de la zona. La población, siempre en medio del accionar de los violentos, pide alternativas que la aleje de las balas.
JUAN GUILLERMO MERCADO
Enviado especial de EL TIEMPO
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