Transportados a otra época se sienten los visitantes asiduos de la iglesia San Alfonso María de Ligorio, en el barrio La Soledad. Su techo, lleno de rosetones de 10 y 6 pétalos dorados, deja perplejo a más de un devoto que alza su mirada.
La impresión tiene una explicación. Todos los detalles de este lugar vienen del desaparecido templo de Santa Inés, del siglo XVII -llamado así en honor de la monja dominica Inés de Montepulciano-, que fue derribado para darle paso a la ampliación de la carrera 10a. entre las calles 9a. y 10a., cuando la monumental estructura quedaba a escasos 300 metros de la Catedral. Hoy, 55 años después, estos tesoros se preservan.
Este hermoso templo le daba también nombre al barrio adyacente, entre las calles 6a. y 12 y la carrera 10a. y la avenida Caracas.
Su cercanía a la plaza de Bolívar, el Palacio de Nariño y el Capitolio Nacional hacía de este barrio uno de los más apetecidos por la élite de aquella época.
De hecho, el historiador Rafael Rico Tovar cuenta que, en 1900, cuando no había aeropuerto, todo se movía alrededor del ferrocarril.
"Eso le daba mucho caché al sector. Muchas familias elegantes vivían en el barrio Santa Inés y por eso la gente que iba a las iglesia eran figuras muy prestantes de la sociedad", cuenta.
Sin embargo, esta historia de hombres encorbatados y mujeres de sombreros elegantes que asistían sagradamente al templo no se prolongaría.
En 1945, cuando la violencia bipartidista se sentía en cada callejón, ya era decisión tomada la demolición de la iglesia. Según los arquitectos de la Universidad Nacional Carlos Niño Murcia y Sandra Reina, la carrera 10a. tenía que dejar de ser una estrecha vía de 8 metros de ancho y muchas interrupciones, y ser un imponente corredor vial de 40 metros de ancho y así convertirse en una conexión vital del norte con el sur de la ciudad.
Por eso, para darles paso a los edificios, avanzada de la arquitectura moderna, había que sacrificar construcciones antiguas, entre ellas, la iglesia de Santa Inés y, con esta, la plaza de mercado de La Concepción y la de Las Nieves. "Era necesario para el paso de la vía, pero eran estructuras muy valiosas por su arquitectura", dijo Niño Murcia.
Fue entonces cuando, según Rico, la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá de la época y otras personalidades interesadas en la joya arquitectónica comprometieron a la congregación religiosa de los Redentoristas a que construyera un nuevo templo que, por lo menos, rescatara las obras de arte que allí reposaban.
En 1947, la ampliación de la carrera 10a. ya era una obra en marcha y por eso, el 21 de octubre de 1956, se cerró el histórico templo a la elegante concurrencia capitalina de la época. El 4 de marzo del año siguiente comenzó su demolición. Un monumento caía a pedazos sin contemplación.
Mientras tanto, un hermoso barrio, asediado por quienes disfrutaban salir de la urbe, habitado por pocos pero hospitalarios residentes, fue el lugar escogido para construir la casa y el templo para los Redentoristas, dijo el padre Ramiro Bustamante Trujillo, actual párroco de la iglesia. De hecho, la autorización para la compra de un lote en la avenida 28 con calle 39 fue una orden que provino de Roma y por eso, entre 1955 y 1959, se consolidó el gran proyecto religioso en La Soledad. Sin embargo, según Rico, de la iglesia Santa Inés quedó algo más que lo rescatado en arquitectura y arte religioso.
Según cuenta, los restos humanos que fueron hallados en la excavación de obras de TransMilenio en la carrera 10a. con calle 10a., el 9 abril del 2009, podrían hacer parte de la historia del emblemático templo. "En la antigüedad, los difuntos solían enterrarse en las iglesias, y los restos fueron hallados justo debajo de donde quedaba Santa Inés", dijo Rico.
El traslado
Entre la escasa o casi nula información que hay del traslado de parte del templo Santa Inés se destaca la participación de un hermano de la comunidad redentorista que tuvo formación de convento, pero que nunca fue sacerdote. "Parece que él coordinó el traslado de las piezas", sostuvo Bustamante.
El único vestigio parece ser un busto del hermano Pedro García, donde en una inscripción se lee que fue él quien construyó la casa y la iglesia entre 1958 y 1961. Este hombre no sólo logró que las antiquísimas obras religiosas, de origen y autor desconocido, pero indudable valor histórico, fueran llevadas a su nuevo hogar, sino que se dio a la tarea de proteger tres arcos originales, que son ahora orgullo de la parroquia del barrio La Soledad.
La Virgen de la Piedra, que reposa con una espada que la atraviesa, es solo parte de los vestigios vivos de una hermosa iglesia de Bogotá cuya alma habita en La Soledad.
El Señor de los Milagros
No solo las imágenes y los tesoros de la desaparecida iglesia Santa Inés atraen a los fieles imbuidos de fe, sino una réplica de la imagen del Señor de los Milagros que hace 30 años se le ocurrió traer de Buga a 'doña Jesusita', fiel colaboradora de la iglesia, como excusa para celebrar una nueva misa, todos los días, a las 4 de la tarde. Desde ese día, el 14 de cada mes, no solo se le llama a la iglesia la del Señor de los Milagros, sino que decenas de fieles se desplazan hasta el lugar. "Pueden llegar hasta 40.000 personas de toda la ciudad", dijo Bustamante. Esa magia se le sumó entonces a la de los siete altares, el púlpito en forma de balcón como vigilado por el Espíritu Santo, los tres arcos y el majestuoso techo que engalana a la iglesia.
Carol Malaver
Redactora de EL TIEMPO