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Logros y sinsabores de la Cumbre

No obstante el éxito alcanzado en la reciente Cumbre de las Américas, conviene analizar, además de los logros atribuidos al Gobierno, aquellas omisiones del mismo, que tal vez pudieron incidir para que muchos colombianos no estemos plenamente satisfechos con los resultados, acordes con el esfuerzo económico y político realizado por el Estado.
Es indudable que la primera Cumbre Empresarial, adherida a la sexta de los presidentes de América, iniciativa oportuna y plausible del presidente Santos, es la que ya ha arrojado resultados concretos para el desarrollo e integración económica de los países del hemisferio americano, dentro del cual Colombia es uno de los más favorecidos, dada su condición de país anfitrión y por el cual apostaron buena parte de las comitivas empresariales que visitaron nuestro país.
En este sentido, empresarios de Holanda, México, Chile y otros anunciaron inversiones de alguna consideración en Colombia. En el aspecto político, la aceptación del presidente Obama de abrir el camino para la discusión del grave problema mundial de las drogas, sobre las cuales reinó el consenso de los presidentes en la Cumbre, es otro de los logros que se le pueden otorgar a Colombia por haber sido iniciativa de su gobierno.
En el nivel local, Colombia, como país anfitrión y dado el visible acercamiento con los Estados Unidos, recibió de su Presidente el otorgamiento del privilegio de la extensión de la visa por diez años, lo cual tendrá repercusiones favorables de orden económico y social para nuestro país. Ello se complementa con el anuncio bilateral de los presidentes Obama y Santos de poner en ejecución el Tratado de Libre Comercio (TLC) a partir del 15 de mayo del 2012; pese a esta importante noticia, Colombia, en su industria y comercio, fue sorprendida por la brevedad del tiempo, ya que la infraestructura de vías y puertos está atrasada para atender semejante reto.
Ahora, el tratamiento político dado por el presidente Santos a los problemas de la futura inclusión de Cuba en las subsiguientes cumbres y la solidaridad requerida por Argentina por el problema de las Malvinas dejaron sinsabores que no permitieron que hoy estemos celebrando un buen éxito en el desarrollo de la convocatoria presidencial hemisférica.
En el caso de las Malvinas, no es aceptable el argumento del presidente Santos, en su discurso de inauguración de la Cumbre, de haber omitido por un olvido la invocación de la solidaridad para con el pueblo de Argentina, habida consideración de que es difícil que concurra su olvido con el de sus asesores políticos.
La omisión antes referida producirá hacia el inmediato futuro reacciones contra Colombia, tanto en Argentina como en los países del Alba (Ecuador, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y otros del Caribe) y, ¿por qué no?, de aquellos del hemisferio que no han comulgado con colonias allende las fronteras en pleno siglo XXI.
El análisis que surge del apoyo dado a Cuba en su discurso, quizás por presión de los países del Alba, y por aquellos de ideología de izquierda del continente, es que valió más la presión de Estados Unidos y Canadá para que el presidente Santos omitiera referirse al caso de las Malvinas en su discurso inaugural, ya que los eternos nexos de Norteamérica con el Reino Unido no le permiten mirar hacia el patio trasero que es Latinoamérica.
De otra parte, y a pesar de la referencia presidencial en su discurso inaugural sobre la necesidad de la unión del continente contra la violencia en sus diferentes expresiones, debió invocar la declaratoria de terroristas a las Farc, como los causantes únicos de la violencia de 50 años que ha obstaculizado la paz y el progreso de Colombia. Esta era una oportunidad, por cuanto en las deliberaciones de la cumbre era imposible discutir la posibilidad de esa declaratoria, ya que no estaba prevista en la agenda, y el sesgo ideológico de izquierda de algunos países del continente no lo hacían factible.
A grandes rasgos, se esbozan algunas reflexiones de la Cumbre, que, por lo menos de las desarrolladas hasta la que acaba de concluir, pareciera ser la de mayores alcances en lo económico, social y político y, gracias a las ejecutorias y condición de estadista y político del presidente Santos, Colombia recibe los beneficios que como país anfitrión merece.
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