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Ideas para una reforma universitaria

Leyes de trascendencia social deberían ser discutidas muy ampliamente antes de llevarse al Congreso.

Rudolf Hommes
Ha sido toda una experiencia el resurgimiento del movimiento estudiantil como reacción al proyecto de ley de reforma de la educación superior. Los estudiantes han despertado simpatía (también algo de desesperación) y han llamado la atención por la forma pacífica como han llevado a cabo sus protestas.
Las fotos que le están dando la vuelta al planeta de estudiantes disfrazados exhibiendo grandes dotes histriónicas para mortificar a la Fuerza Pública han sido conmovedoras, como también han sido admirables, en la mayoría de los casos, el estoicismo y la disciplina con las que la policía los ha soportado.
El movimiento estudiantil ha hecho fracasar la reforma educativa, pero hay ideas que se pueden rescatar. Quizás la principal lección es que leyes de tanta trascendencia social e importancia deberían ser sometidas a una discusión muy amplia antes de llevarse al Congreso. Si los proyectos de ley se publican meses antes de presentarlos al Congreso, se elimina la posibilidad de sorprender para sacar adelante ideas audaces, pero es una forma democrática y prudente de calibrar anticipadamente las reacciones y de limitar los excesos legislativos.
La caída del proyecto de ley obliga a archivar la idea de universidades que sinceramente busquen lucro y se organicen legalmente con ese fin, aunque seguimos tolerando las que lo hacen con la mano izquierda o las que son dinastías hereditarias.
No vale la pena gastarles más tiempo a las universidades con ánimo de lucro, aunque no hubieran hecho mayor daño, pero es necesario preservar la capacidad de las universidades de hacer contratos con entidades públicas o con empresas privadas para prestarles servicios de investigación o de consultoría, y que las universidades comercialicen y usufructúen la propiedad científica e intelectual que ellas generan. El problema en Colombia ha sido que las empresas no utilizan eficientemente la capacidad intelectual instalada en las universidades y ellas no saben cómo vender el producto de su capital cerebral.
La Universidad de Massachusetts, una universidad pública de Norteamérica que puede llamarse proletaria y una de las pocas que enseñan economía radical (marxista), también ha sido pionera en fomentar la comercialización de su propiedad intelectual y creó un fondo para la comercialización y la promoción de tecnología y propiedad intelectual que ha sido ejemplar y muy imitado.
Esa capacidad de tolerar distintas escuelas de pensamiento y de explotar el potencial sin frenos ideológicos es lo que debería distinguir a una universidad pública.
Otro tema que mordió el polvo ha sido el de las matrículas. Aunque existen razones muy válidas y justas para defender el concepto de que la mayoría de los estudiantes que ingresan a las universidades públicas paguen matrículas que reflejen los costos de proveer el servicio (las rentas significativas que genera en Colombia la educación superior y la composición de los estudiantes admitidos que en su mayoría son de estratos 3 o superiores), habrá que esperar a que esto lo imponga un gobierno de orientación de izquierda.
Mientras eso sucede, se puede aceptar el criterio de que los estudiantes admitidos no paguen matrículas, como lo exige el rector de la Nacional, pero es necesario aumentar los impuestos de renta para financiar este gasto adicional, morigerando de esa manera su regresividad.
Si se acepta la exigencia que están haciendo los estudiantes de que el Gobierno central duplique su gasto en educación superior, el impuesto de renta debería incrementarse por lo menos en 0,8 por ciento del PIB, un aumento de 8 por ciento del impuesto de renta o 4,8 por ciento de los impuesto de renta e IVA sumados. (Continúa)
Rudolf Hommes
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