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Joven de 21 años murió por disparo accidental de su mejor amigo

Estaban examinando el arma del celador del edificio, cuando ésta se disparó matando a uno de ellos.

REDACCIÓN BOGOTÁ
La amistad de Cristian Fernando Rocha y Brayan Yesid Alvarado empezó ocho años atrás en un colegio bogotano, sin imaginar que uno de ellos terminaría quitándole la vida al otro de manera trágica y accidental.
A eso de las 9:30 de la noche del sábado 29 de octubre, mientras la ciudad afrontaba la ley seca desde la víspera de la jornada electoral, los dos muchachos, de 20 y 21 años de edad, se reunieron en el edificio Parma 61, ubicado en la calle 61 con carrera 9a., donde Brayan residía con su familia desde hacía varios años.
"Empezaron a tomar aguardiente y cerveza dentro del edificio, pero, a eso de la 1:30 de la mañana, se sentaron en la escalera que queda al frente de la puerta principal", dice un investigador del CTI.
En ese momento salió José Octavio Cortina, el vigilante que estaba de turno y a cargo del acceso principal. Las indagaciones preliminares señalan que los dos amigos empezaron a suministrarle licor al celador.
El fiscal que asumió el caso dijo que, de un momento a otro, los tres empezaron a hablar de armas de fuego, un tema que no era común entre los dos muchachos.
La oportunidad sirvió para que Cristian le pidiera al vigilante que le mostrara el arma de dotación y todo indica que él accedió. Instantes después, cuando el muchacho manipulaba el revólver calibre 32, se escuchó un disparo.
El proyectil terminó incrustado en el pecho de Brayan, que quedó tendido en las escaleras. En medio de la angustia y la desesperación, Cristian y el vigilante llamaron a la línea 123 para solicitar ayuda, que llegó minutos después con los policías de una patrulla de Chapinero. A Brayan lo trasladaron en el vehículo hasta el Cami de la zona, pero los médicos no pudieron salvarlo.
Esa noche Cristian se entregó voluntariamente ante los hombres del CTI que asumieron la investigación. Desde un principio aceptó su responsabilidad, pero sostuvo que el vigilante había accedido a prestarle el arma y que la había disparado de forma accidental. "El vigilante dijo que le habían quitado el arma y que no había tomado trago, pero nosotros le sentimos el aliento alcohólico", señaló una fuente del CTI.
El muchacho, que hacía un año se había mudado de Chapinero a Fontibón con su mamá y su hermana, fue llevado un día después a una audiencia pública y fue cobijado con detención domiciliaria, mientras espera la sentencia, que podría ser de 4 a 5 años, por homicidio culposo.
"De vez en cuando los veíamos por ahí hablando. Eran muchachos sanos", afirma un habitante de la cuadra.
Del vigilante, que fue despedido al día siguiente de la empresa KGB, donde permaneció por 5 meses, se sabe que las autoridades no descartan vincularlo al proceso como la persona que facilitó que se cometiera la acción.
REDACCIÓN BOGOTÁ
REDACCIÓN BOGOTÁ
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