La agitada vida de una taquillera de TransMilenio
Claudia Mercedes Castro trabaja en la caótica estación de la autopista Norte con calle 100.
- Compartir
- Comentar
-
Guardar
Ingrese o regístrese acá para guardar los artículos en su zona de usuario y leerlos cuando quieraEste artículo ya fue guardado Para consultarlo en otro momento, visite su zona de usuario.Artículo guardado Para consultarlo en otro momento, visite su zona de usuario.El artículo no pudo ser guardado, intente nuevamente
- Reportar
- Portada

Claudia, de 41 años, lo hace desde una de las estrechas taquillas del sistema TransMilenio de la autopista Norte con calle 100, una de las estaciones más congestionadas de la ciudad, donde la mujer puede atender en su turno a más de 3.000 personas.
A las 4:15 a.m., ya se ve a Claudia merodeando por la estación con su uniforme café, el pelo cogido con una moña y sus zapatos de amarrar relucientes. La mujer es, tal vez, la primera bogotana en subirse a un articulado de TransMilenio cada mañana.
La pasajera, en la soledad de un 'ejército' de sillas rojas sin pasajero, es la encargada de supervisar que sus colegas lleguen a tiempo a sus trincheras de metal para empezar a atender a los primeros usuarios del día.
Su labor es de la más alta precisión. El rostro de un nuevo pasajero aparece desfigurado en el cristal. Un billete de 2.000 pesos se asoma en la ranura y una voz seca se escucha: "Un pasaje, señorita".
A los pocos segundos, tres monedas de 100 pesos y una tarjeta atraviesan el vidrio. La misma acción de repite hasta las 2 de la tarde, cuando Claudia termina su misión. En un minuto, esta taquillera puede atender hasta a siete personas.
En su labor, las anécdotas abundan. Casi todos los domingos, sin proponérselo, tiene una cita con dos borrachitos que llegan a la estación Héroes a comprar un pasaje.
"Uno de ellos es alto y moreno y llega cantando y oliendo a trago", cuenta Claudia, quien también debe padecer la furia de algunos ciudadanos que descargan su irá contra ella.
"Una vez una señora se puso brava porque le di las vueltas en monedas de 500 pesos. Puso los codos en la taquilla y no me dejó atender hasta que le di un billete", cuenta.
Ser taquillera de TransMilenio tiene sus sacrificios. Claudia no puede usar celular durante el turno y, si sus tres hijos la necesitan para algo, deben llamar a Lucero Junca, la supervisora de ese tramo, portadora, algunas veces, de las malas noticias.
Eso de sacar a sus hijos adelante como taquillera no es gratis: Claudia está a punto de que su hija mayor, Ingrid, se convierta en Tecnóloga en Investigación Criminal y Luisa, de 19 años, en azafata.
FABIÁN FORERO BARÓN
REDACTOR DE EL TIEMPO