Proceso de Paz

'El reto es lograr un acuerdo con el que la gente pueda vivir'

Adam Kahane dirige Reos Partners, empresa que usa el diálogo para resolver problemas que parecen irreconciliables.

Foto:Claudia Rubio / EL TIEMPO

Adam Kahane, experto en resolución de conflictos, conversó con EL TIEMPO sobre el proceso de paz.

Redacción El Tiempo
En marzo de 1996 Juan Manuel Santos era una figura promisoria dentro del Partido Liberal, que venía de ser ministro de Comercio y designado presidencial de César Gaviria. El escándalo del proceso 8.000 ocupaba toda la agenda nacional, y la paz, aunque importante para el futuro del país, era un tema que permanecía en segundo plano.
Sin embargo, Yago Pico de Coaña, el entonces embajador de España en Colombia, y Carlos Arturo Rangel, presidente de la Andi en dicho año, le hablaron a Santos de un curtido experto en resolución de conflictos de origen canadiense que había trabajado en Sudáfrica e Irlanda del Norte: su nombre era Adam Kahane.
Así que tras oír de su trabajo, el hoy jefe de Estado convocó a Kahane a una reunión en la abadía de Montserrat de Bogotá, para que explicara su sistema de planeación de escenarios, un método que había utilizado en otros países para solucionar conflictos.
De esta reunión también participarían líderes de diferentes sectores de la sociedad, incluidas las guerrillas, y de ella, con la moderación del experto internacional, saldrían cuatro escenarios que el país podría seguir para afrontar la guerra que entonces completaba tres décadas.
Uno, el escenario de ‘Amanecerá y veremos’, en el que los colombianos no se ocupaban del problema y la posibilidad de solucionarlo se hacía cada vez más difícil. Dos, el de ‘Más vale pájaro en mano que cien volando’, en el que la sociedad decidía que había sangrado lo suficiente y en vez de perderlo todo, cedía algunas cosas a los grupos armados. Tres, el de ‘Todos a marchar’, que no se refería a las manifestaciones populares, sino a la posibilidad de que con un mandato firme se pusiera orden al caos institucional que alimentaba el conflicto. Y por último, el de ‘La unión hace la fuerza’, en el que la sociedad civil adoptara la idea de trabajar todos juntos, respetando las diferencias, para salir de la guerra.
Esas cuatro posibilidades delinearon Destino Colombia, un proyecto que pretendía sembrar la semilla para una suerte de diálogo nacional con el que el país pudiera encontrar la mejor entrada a un futuro sin violencia.
Aunque este proyecto duró solo un año, los escenarios que logró plantear marcaron la ruta que siguió Colombia en los veinte años posteriores. Hoy, cuando el país espera avances políticos que permitan la implementación de un acuerdo definitivo de paz con las Farc, EL TIEMPO habló con Adam Kahane sobre ese antecedente que recalcó la idea de que un fin negociado del conflicto era posible.
¿Cómo sintió la atmósfera en esa primera reunión de 1996 con los sectores políticos?
Bueno, para mí fue una experiencia extraordinaria. Hubo un evento que solo entendí muchos años después: una discusión entre Víctor Carranza y Aída Avella. Ella le estaba diciendo a Santos que no se quería sentar con Carranza, quien, aseguraba, la había mandado a asesinar cinco veces. Santos le respondió: “Es para que evitemos una sexta vez que la invito a sentarse”.
¿Qué siguió luego de ese encuentro?
Unos meses después comenzó el proyecto Destino Colombia, para eso yo vine tres veces a Colombia entre 1996 y 1997, aunque Santos se alejó porque sabía que su participación podría afectar el proyecto.
Estas tres reuniones fueron maravillosas, incluían a las Farc, el Eln, a las Autodefensas, empresarios, políticos, jóvenes, entre otros.
En Destino Colombia se llegó a cuatro escenarios, ¿debían suceder uno después del otro?
Los escenarios eran cuatro posibilidades que podían suceder en la misma línea de tiempo, solo eso.
Lo que ha sucedido, que ha sido extraordinario y no fue anticipado por el equipo, es que a la vista de muchos colombianos los escenarios han ocurrido en el orden en que fueron escritos.

En el 2012, el presidente Juan Manuel Santos saludó a Adam Kahane durante la presentación de su libro 'El poder y el amor', del cual el mandatario escribió el prólogo.

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Después de las reuniones de 1996 y 1997, ¿continuó aconsejando a Destino Colombia?
El proyecto Destino Colombia duró aproximadamente un año, luego terminó; pero continué trabajando muchas veces en Colombia en diferentes proyectos, nacionales y locales; así que seguí teniendo contacto con el país y noté cómo las ideas de Destino Colombia gradualmente permearon la conciencia de los líderes que participaron.
¿Cuál fue su participación en el proceso de paz actual?
Mi participación fue en ese primer e importante conjunto de diálogos. Creo que lo que se dio con Destino Colombia ha sido la única vez en la que todos los actores, legales e ilegales, se sentaron a conversar sobre el futuro del país.
Esa experiencia mostró que era posible discutir y encontrar puntos en común. Este ejemplo fue una luz que permaneció en el país por veinte años.
Cuando analiza lo que el gobierno Santos logró en el proceso de paz de La Habana, ¿ve sus ideas reflejadas?
Bueno, no puedo tomar crédito por el trabajo extraordinario que el presidente Santos y otros han estado haciendo por muchos años, pero sí veo las ideas básicas de Destino Colombia: que es posible hablar y avanzar aun con personas con las que estamos en desacuerdo.
¿Qué lecciones puede el mundo aprender de nuestro proceso de paz hasta el momento?
Para mí, la lección de todos estos procesos es que podemos tratar de destruir a nuestros enemigos, como lo intentó el Estado en Guatemala, Colombia y Sudáfrica, pero probablemente no ganaremos, y si lo hiciéramos, esto crearía una situación inestable. Entonces, si no podemos destruir a nuestros enemigos, no tenemos más opción que trabajar con ellos. Esto no es fácil y requiere compromisos muy difíciles.
Lo extraordinario aquí es la cantidad de años que los colombianos han estado intentando resolver el problema y gradualmente han avanzado. Esa paciencia y voluntad de trabajar con gente con la que no están de acuerdo es la lección fundamental que ofrece Colombia.
Más allá de eso, y lo sé por Sudáfrica y Guatemala, un acuerdo de paz no resuelve todos los conflictos, es solo otro paso hacia adelante para enfrentar los problemas.
¿Qué opina del acuerdo de paz que quedó suspendido tras el triunfo del ‘No’ en el plebiscito?
Para mí lo importante de un acuerdo es si nos permite ir hacia adelante, si nos da las bases para avanzar, y mi impresión del acuerdo de Colombia es que sí provee bases para seguir adelante. Obviamente, el 50 por ciento de los votantes estuvo en desacuerdo, pero para mí, el asunto no es si el acuerdo es perfecto, sino si es mejor que la guerra.
¿Cree que fue un error preguntarle a la gente si estaba de acuerdo con el acuerdo de paz?
No soy un experto en las políticas o la ley de referendos en Colombia, así que no lo sé, pero veo esta derrota como otro paso en este largo proceso. No es el fin, solo un paso más.
En ese sentido, ¿lo que se está haciendo de conversar con los sectores que votaron ‘No’ también es otro paso en el proceso?
Sí, es difícil, frustrante y toma tiempo, pero es otro paso en el proceso. El reto es lograr un acuerdo con el que la gente pueda vivir.
Mencionó que aunque no hizo parte de la negociación de paz, sí siguió el proceso de cerca, ¿qué sintió el día de la firma del acuerdo en Cartagena?
En Latinoamérica, Colombia fue mi primer amor, fue el primer país en el que trabajé después de haber estado en Europa, Norteamérica y África. Realmente amo a Colombia y el dolor del conflicto me ha conmovido desde esas primeras reuniones en 1996, así que ese día estaba realmente contento de ver el acuerdo, y luego estuve muy triste al ver la derrota en el plebiscito, pero sé que es un avance.
¿Qué retos hay para Colombia en esta continuación de la negociación y de un eventual posconflicto?
El reto ahora es en el que están concentrados: la posibilidad de encontrar un camino hacia adelante que funcione para ambos lados del plebiscito y también para la guerrilla.
La segunda parte es, como pasó en Guatemala, Irlanda del Norte y Sudáfrica, que el acuerdo solo es el principio y el desafío es ajustarse a la nueva realidad económica, social y política que viene con la integración de este nuevo actor, que antes estaba armado, en la sociedad.
¿Cómo ve a Colombia en 2025?
Estoy esperanzado con Colombia, siempre he pensado que es un país de enorme vitalidad social, económica y cultural, así que espero que los colombianos puedan encontrar un camino y orientar sus energías hacia la paz en lugar de la guerra.
Estamos a punto de empezar una negociación de paz con el Eln, ¿qué opina de esto cuando apenas estamos terminando el proceso con las Farc?
Lo veo como parte de la misma actividad: alcanzar la convivencia. En todos los casos la pregunta es la misma: cómo encontramos la manera de movernos, trabajar y avanzar con gente con la que no estamos de acuerdo.
Poco después de que usted estuviera en Colombia, Santos fue acusado de conspiración por el presidente de ese entonces, Ernesto Samper, por dialogar con la guerrilla. Ha pasado el tiempo y Santos pasó de conspirador a Nobel de Paz, ¿qué opinión tiene de esto?
Si acusas a alguien de ser un conspirador y un traidor, como Santos ha sido acusado por Samper y por Uribe, ¿cuál es la alternativa?, No creo que la guerra sea una alternativa exitosa, sobre todo cuando han pasado 52 años intentando esa opción.
¿Cómo describe al presidente Santos?
No lo conozco muy profundamente, pero me impresiona su determinación, inteligencia y coraje, tanto en asuntos de Colombia como internacionales. Está más dispuesto a tomar riesgos por el diálogo y las reformas. Es algo muy difícil y por eso tiene mi respeto y admiración.
¿Por qué cree que él es el presidente de la paz y no otro?
Por la constancia en su propósito desde 1996. Tuvo la idea de que otro camino era posible y la siguió con determinación.
MARÍA ISABEL ORTIZ F.
Escuela de Periodismo Multimedia de EL TIEMPO

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