Michel y su pequeña hija Eva Luna. Dice que disfruta ser madre, pero le preocupa el futuro de su hija en una región donde las niñas están expuestas a tantos riesgos.

Michel Sinisterra, la luz que no se apaga en Tumaco

Jóvenes Heroínas

Michel Sinisterra, la luz que
no se apaga en Tumaco

Perfil de una líder, madre y empresaria en una de las ciudades más violentas y olvidadas del país.

Michel Sinisterra está sentada sobre el tronco de un árbol caído en la playa del Morro, en Tumaco. Una playa hermosa y solitaria, anchísima como una autopista, de arena suave y morena. El mar tranquilo y color esmeralda.

La playa del Morro se llama así por una roca gigantesca que brota del mar y tiene forma de castillo, o de catedral, en medio del océano Pacífico. Al frente del Morro se levanta otra piedra milenaria en forma de muralla, recubierta de árboles frondosos y con un arco en la mitad –por donde entra y sale el agua según la marea–, que bien podría ser la puerta de entrada al paraíso. Pero Tumaco está muy lejos de ser el paraíso. Es todo lo contrario, y eso lo sabe muy bien Michel Sinisterra.

Un resumen de las últimas noticias de este municipio de la costa nariñense, de 203.000 habitantes, diría:

—Treinta mil personas salieron a marchar a las calles para gritarle al Gobierno que Tumaco no aguanta más sangre y más miedo.

—Los tumaqueños se quedaron sin luz una larga temporada por un nuevo atentado contras las torres de energía eléctrica.

—En esta región reina el más fiero de los malandros de los que ha tenido razón Colombia en los últimos tiempos: un tal Guacho.

El diablo parece andar suelto por aquí.
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Es difícil tener fe cuando “Guacho es solo uno de los tantos problemas y donde los jóvenes, que caminan sin ilusiones, son las principales víctimas”, según el obispo de Tumaco, Orlando Olave. Es difícil pensar que este infierno pueda ser el paraíso que realmente es, con tanta gente tan buena, valiente e inspiradora como Michel Sinisterra. Pero basta conocerla para recobrar la fe.

Si Michel Sinisterra fuera una cosa, sería una veladora encendida. Una llama que tiembla pero no se apaga. También podría ser el mar, ese Pacífico sereno y bravío al que no se mete porque no sabe nadar. Porque la niña Michel no tenía vestido de baño y tocaba pedírselo prestado a una prima. Como tampoco sabe montar en bicicleta porque era muy pobre y tocaba pedírsela prestada a un primo. A Michel, pobre pero orgullosa siempre, nunca le ha gustado pedir cosas prestadas.

Pero ¿quién es esa Michel Sinisterra? “Soy líder juvenil, tengo 26 años y soy mamá. He puesto mi vida al servicio de una comunidad maravillosa pero que sufre mucho”, se presenta. Y recuerda el camino que la llevó a convertirse en la líder y empresaria que todos conocen y admiran en Tumaco:

La hija de Mary Ross y Miguel Sinisterra cuenta que servía para estudiar pero no para portarse bien. Se la pasaba en la calle. El suyo era un hogar pobre, como la mayoría de Tumaco –donde el 83 por ciento de la gente vive en pobreza, según cifras oficiales–, con unos padres que vendían plátano y pescado, y con otros tres niños. “Pero más que pobreza, era el desconocimiento de las oportunidades que, aunque escasas, existen y la gente no aprovecha”, sigue.

Un día, a la niña Michel le hablaron de los talleres de la Fundación Plan, y ella fue porque no tenía qué hacer y porque allá daban comida. Tenía 14 años. Eran talleres sobre liderazgo y prevención de violencia intrafamiliar. Fueron pasando los años y la niña Michel se convirtió en una de las más aventajadas líderes de Plan.

Salió del colegio, con ganas de tragarse el mundo, pero con las manos vacías. Empezó a trabajar en una papelería hasta llegar a la Mesa Municipal de Juventud. Y luchó y luchó y se ganó una beca para estudiar una carrera técnica en servicio social y comunitario. Y con cinco amigos consiguió una cámara de video prestada y empezaron a grabar un programa en el que mostraban los sueños de los jóvenes de Tumaco. Así nació Notiparche, programa que le sirvió a Michel de plataforma para convertirse en presentadora del canal local CNC. Pero Michel quería más. Siempre quiere más.

Y Notiparche evolucionó a la Agencia de Comunicaciones del Pacífico, que integra varios colectivos juveniles que les dan empleo formal a 13 jóvenes e impacta a más de 600. Ya contrata con fundaciones y empresas. Hacen videos promocionales y musicales. Y, como si fuera poco, estudia dos carreras: comunicación social y administración de negocios internacionales, la una presencial y la otra virtual. Y es promotora de un programa de lectoescritura –porque la gente sabe leer pero no interpretar, dice– y es mamá de Eva Luna: una negrita con su misma piel color chocolate y con el pelo esponjoso en forma de piña.

La llamó así, Eva Luna, inspirada en la novela de la escritora chilena Isabel Allende. Michel también ha sido una niña pobre que lee.

“Se ha destacado por su liderazgo y disciplina; se fijó una meta y ha luchado para alcanzarla. Es un ejemplo de motivación, en medio de situaciones tan complejas”, dice María Teresa Cuesta, directora de Plan Tumaco, quien la ha acompañado en su proceso desde niña.

Pero no todo es tan bonito.
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Michel tiene miedo. “Ser líder social en Tumaco es tener siempre una cruz detrás. Cuando voy en una moto me da mucho miedo porque no sé hasta dónde pueda llegar”, dice ella ahora, en la casa de su suegra. Tuvo que salir de su barrio porque es muy peligroso en una ciudad muy peligrosa. Y su miedo está más que justificado: en noviembre del 2017 mataron a la líder Luz Montaño, de 48 años; un mes atrás, mataron a Jesús Cortés. Y el 19 de marzo mataron a Silvio y Javier Cuero, de 27 y 32 años, hijos de Bernardo Cuero. Una infamia aquí y en todo el país. Según la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos y la Fiscalía, entre 2016 y los primeros cuatro meses del 2018 han matado a 164 líderes sociales.

“Tenemos muchos conflictos en nuestros hogares y otros más grandes afuera. No podemos salir de nuestras casas, o si salimos, nos enfrentarnos a barreras invisibles en un pueblo donde todos nos conocemos pero donde no podemos ser libres”, dice Michel mientras arrulla a la pequeña Eva Luna y al lado de su esposo, Iván Salazar, un joven de 30 años que se mueve en militancias similares: trabaja en un consejo comunitario.

La violencia es un muerto que Tumaco ha arrastrado toda la vida, principalmente por el conflicto armado. Pero se ha vuelto peor en los últimos años, paradójicamente, a partir del proceso de paz con las Farc.

“Tumaco vive un escenario de surgimiento, disputa y reacomodo de diferentes grupos armados, lo que se ha traducido en el incremento de los índices de violencia y homicidio”, advierte el más reciente informe Forensis de Medicina Legal. Y, en medio de esta nueva ola de violencia, la más afectada es la población juvenil, según denuncia la Personería Municipal: por un lado, los jóvenes terminan integrando esas organizaciones, que los reclutan después de convertirlos en consumidores de drogas; por otro, muchas niñas y jóvenes, al vivir tan cerca de los miembros de dichos grupos terminan involucradas sentimentalmente con ellos y sus cuerpos son usados como un arma de guerra. Las violan. Las usan para cometer delitos. Las embarazan, incluso, antes de los 14 años, denuncia la Defensoría del Pueblo.

“Ser niña, ser joven y ser mujer en Colombia es muy complicado. Pero creo que en Tumaco es una misión a toda prueba”, dice Jineth Bedoya, subeditora de EL TIEMPO y abanderada de la campaña #NoEsHoraDeCallar, que visibiliza la violencia sexual hacia las mujeres. Y gran conocedora de esta población, pues allí desarrolla el #ProyectoTumaco.

“Muchas de estas chicas son producto de una violación y ya han sido violentadas sexualmente, no tienen oportunidades de educación ni de trabajo. Así que las que logran alzar la voz y liderar procesos son muy valientes; han entendido que pueden reivindicar sus derechos”, dice Bedoya.
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Michel Sinisterra sabe que es difícil hablar sobre futuro en medio de semejante culebrera que es Tumaco y ha tenido que aprender a gritar para hacerse escuchar.
“Toca ir más allá del discurso, hay que ir a la acción. Hay que decirle a la gente que es importante empezar a pensar que algún día, las cosas pueden cambiar. Pero para que eso sea efectivo hay que cambiar desde ya lo que uno cree y empezar con cosas chiquiticas”.

Michel Sinisterra suelta estas frases que, aunque parezcan sacadas de un libro de autoayuda, hacen parte de un propósito de vida que le ha servido para rescatarse y para rescatar toda una generación de jóvenes.

También cree que la gente no tiene la culpa de nacer pobre, pero sí de morirse pobre. Por eso piensa que la pobreza también es una condición mental y cree que la gente no debe esperar a que todo se lo den regalado. Como los subsidios, por ejemplo. Ha conocido a muchas jóvenes que se embarazan solo porque saben que Estado les dará un subsidio cuando tengan el hijo. Y no está en contra de los subsidios; lo que propone es que los reciban, pero que los usen para empezar a construir sus sueños. Que no sea lo único con lo que cuenten.

“Todos los que estamos alrededor de Michel somos diferentes, no buscamos irnos de Tumaco sino ayudar a cambiar a Tumaco, y Michel es una herramienta clave”, dice Johan Paul Ricaurte, amigo y socio de Michel, conocido como JP. Un talentoso cantante de reguetón y champeta de 24 años y otro convencido de la necesidad de más iniciativas sociales que les ocupen el tiempo libre a los jóvenes y les permitan soñar.

“He hecho tantas cosas que no he tenido tiempo de agarrar un arma o de irme a raspar coca. Aunque no es fácil hablar de proyectos sociales cuando no tienes para desayunar y ves que tu amigo, aunque haga cosas malas, ya tiene una moto y tiene dinero”, sigue JP.

Es muy difícil ser Michel Sinisterra. Todos esperan mucho de ella, y ella se cansa. Se desespera. No puede con tanta presión ni con tantas ocupaciones. No es perfecta y no pretende serlo.

“Ha sido una hija ejemplar y un apoyo para toda la familia. Ha salido adelante y le ha ayudado a mucha gente”, dice Miguel Sinisterra, el orgulloso padre, quien espera que la labor de su hija sea reconocida en Tumaco y en todo el país.

Ella, al contrario, no espera tanto. Solo, ser feliz y ser la mejor mamá de Eva Luna, y que su negrita sea artista, científica o líder social, lo que quiera, y que no tenga que arrastrar tantas cadenas en la vida. Espera seguir ahorrando para levantar la casa en el lote que compró con su marido.

Y, sobre todo, espera no defraudarse a sí misma.

No traicionarse nunca.

No todo está perdido en Tumaco.

JOSÉ ALBERTO MOJICA
​Enviado especial de EL TIEMPO - Tumaco.
Twitter: @JoseaMojicaP