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Educación

La era de los jóvenes que quieren ser perfectos

Ser perfeccionista es muy estresante y puede conducir a enfermedades mentales, advierten los expertos.

Ser perfeccionista es muy estresante y puede conducir a enfermedades mentales, advierten los expertos.

Foto:123RF

Casi nunca están satisfechos con lo que hacen y viven, y tienen una necesidad crónica de aprobación.

Muchos estudios clínicos lo habían insinuado: los jóvenes de hoy buscan más que las generaciones previas el perfeccionismo en sus vidas. Pero faltaba la evidencia. Y ese fue el punto de partida de una investigación encabezada por Thomas Curran, de la Universidad de Bath, y Andrew Hill, de York St. John University, ampliamente difundida en prestigiosos medios del mundo, como ‘The Guardian’ y ‘The New York Times’, durante el último mes.
Publicado originalmente en la revista académica ‘Psychological Bulletin’, el trabajo midió las diferencias en los niveles de perfeccionismo –entendido como la combinación de estándares excesivamente altos y de una dura autocrítica– en más de 40.000 universitarios de Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido, que cursaron estudios entre 1989 y 2016. Y el hallazgo fue que el perfeccionismo efectivamente ha aumentado de forma significativa en las generaciones recientes.
¿Y eso es un problema? Sí, explica Curran, porque los perfeccionistas tienden a magnificar y a prolongar los eventos estresantes, nunca están totalmente satisfechos con sus actuaciones y tienen un deseo crónico de aprobación por parte de otros. Son altamente reactivos al estrés y sienten cada golpe en el camino. Cavilan sobre lo que podría o debería haber sido y experimentan mucha agitación psicológica cuando se encuentran con fallas o rechazo. Todo lo cual, por las expectativas poco realistas de ellos mismos o de los demás, puede conducir a problemas mentales y sociales en el mediano y largo plazo.
Gordon Flett, profesor de Personalidad y Salud del Departamento de Psicología de York University, en Toronto, Canadá, y experto reconocido por sus contribuciones a la investigación sobre el papel del perfeccionismo en la psicopatología, culpa a las redes sociales (que empujan la ilusión de la perfección) y a las presiones académicas (especialmente en la universidad; el miedo al fracaso en la vida) que, según él, “alimentan sentimientos de inadecuación e inseguridad”.
Los estudiantes pueden enfrentar presiones de muchas direcciones: de familiares y amigos, de ellos mismos y de sus compañeros de clase, especialmente cuando se encuentran en un entorno hipercompetitivo, dice Gordon Flett, pero no hay duda de que la hiperconectividad ha llevado esto de ‘compararse’ y ‘competir’ a niveles sin precedentes.
Con los dispositivos tecnológicos y aplicaciones, dice Christopher Kearney, profesor de la cátedra de Psicología en la Universidad de Nevada, los jóvenes de hoy tienen información instantánea (y permanente) de su apariencia, de su comportamiento social o de su rendimiento académico. “Las redes sociales tienen una influencia muy grande debido a la inmediatez de la retroalimentación y el juicio de los demás”.
Marilyn Price-Mitchell, investigadora en el campo del desarrollo positivo de la juventud y columnista en ‘Psychology Today’, dice que si bien ser perfeccionista a menudo se considera un rasgo deseable, muchos estudios han demostrado que las actitudes y conductas perfeccionistas en realidad pueden interferir con la capacidad de un niño o joven para alcanzar sus metas y dar forma a su futuro. De hecho, los niños perfeccionistas a menudo tienen que luchar contra la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.
Los perfeccionistas, explica Gordon Flett, son muy autosuficientes. No están dispuestos a buscar ayuda porque esto los hace sentirse débiles. Y subraya: “El problema es su respuesta cuando las cosas no van bien”. Por eso, remata, es muy importante distinguir el perfeccionismo del “esfuerzo saludable por la excelencia”.

Tres tipos identificados

Tanto en el Departamento de Psicología de York University como en el estudio conducido por Curren y Hill, los investigadores han clasificado el perfeccionismo en tres tipos: el ‘autoorientado’, que impone un deseo irracional de ser perfecto con uno mismo; el ‘dirigido a otros’, que coloca estándares poco realistas de perfección en los demás, y el que responde a las ‘expectativas sociales’, aquel que percibe expectativas excesivas de perfección de parte de los demás.
Si bien Gordon Flett anota que todas estas formas de perfeccionismo “parecen estar en aumento”, para Curran y Hill las estadísticas de su estudio fueron especialmente “alarmantes” en el perfeccionismo que responde a las ‘expectativas sociales’, que creció un 33 por ciento en las últimas tres décadas. Mucho más que el perfeccionismo ‘autoorientado’ (10 por ciento) y el ‘dirigido a otros’ (que lo hizo en un 16 por ciento).
Andrew Hill, coautor de esta investigación, explica este resultado: “La creencia de que los demás esperan que seas perfecto está aumentando cada vez más”. Y añade que esto es preocupante, porque “hablamos de la forma de perfeccionismo que tiene más probabilidades de terminar generando problemas de salud mental”. Asegura, asimismo que, ser perfeccionista es muy estresante. El estrés tiene una fuerte relación con la mala salud mental y física. Ser perfeccionista también puede hacer que pedir ayuda sea más difícil. “El perfeccionismo te hace más propenso a las dificultades y menos capaz de lidiar con ellas”.

El perfeccionismo te hace más propenso a las dificultades y menos capaz de lidiar con ellas

El papel de los adultos

La psicóloga Marilyn Price-Mitchell dice que los adultos son en buena parte responsables de la cultura de las altas expectativas y han contribuido involuntariamente a la presión sobre los niños y jóvenes de hoy en día. Y recuerda que hay investigaciones que sugieren que en las familias donde los padres son perfeccionistas es más probable que los niños también lo sean. Incluso, hay estudios que han determinado que podría haber factores genéticos en esta ecuación.
En lugar de centrarse en construir las fortalezas internas centrales que ayudan a los niños y jóvenes a prosperar en la vida, como la empatía, el ingenio, la sociabilidad, la curiosidad, la creatividad, la integridad y la capacidad de recuperación, hay padres que se concentran en las calificaciones y puntajes. Esto alimenta la cultura del perfeccionismo hasta el punto en que los niños y jóvenes le temen el fracaso: creen que cometer errores es una señal de debilidad y viven bajo rígidos esquemas.
Flett dice que hay similitudes en la forma en que jóvenes y los adultos se enfrentan al perfeccionismo. Sin embargo cree que los jóvenes de hoy tienen tanta presión, que han desarrollado una “autopresentación perfeccionista” que los ha llevado a ocultar sus imperfecciones y dudas sobre sí mismos detrás de una máscara de aparente invulnerabilidad.
Por eso los investigadores coinciden en la importancia de desarrollar la resiliencia. Flett cree que la clave está en aprender a no reaccionar de manera exagerada ante los fracasos y a verlos como oportunidades de aprendizaje. Es decir, normalizarlos.
“Es importante tener una vida equilibrada y obtener autoestima no solo de los propios logros, sino también de hacer contribuciones a otras personas, a través de actividades como el voluntariado. Algunos de mis trabajos más recientes se centran en la necesidad de que todos tengan la sensación de que son importantes para los demás, y una forma de lograr este sentimiento es hacer una diferencia en la vida de otras personas”, concluye el investigador Flett.
MURIEL ALARCÓN
EL MERCURIO (Chile) - GDA
En Twitter: @murialalu
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