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Educación

Maestros sin miedo a jugar

Nos gusta jugar. Lo hacemos en redes sociales, espacios públicos, consolas de video o incluso en el trabajo.

Nos gusta jugar. Lo hacemos en redes sociales, espacios públicos, consolas de video o incluso en el trabajo.

Foto:Archivo particular / Universidad de los niños Eafit

Universidad de los niños EAFIT

Logo Universidad de los Niños

Jugar hace es parte vital de la vida. La Universidad de los niños rinde un homenaje a este verbo.

Perla Toro
La consigna aprender jugando no es reciente. Hace 37 años la UNESCO publicó un documento en el que se propone al juego como estrategia pedagógica. Jugar “es la razón de ser de la infancia”, pero también “ofrece al pedagogo un medio de conocer mejor el niño y renovar los métodos pedagógicos”. Sin embargo, aún hoy, su presencia causa algún recelo en el aula.
Eso le ocurría a Silvia Luz Marín. Hace 31 años dicta clases y hasta el 2005 su mapa de navegación era un texto guía. Ese año un estudiante la puso a hablar de energía cinética montada en una patineta y desde ese momento decidió “replantear la metodología a través de preguntas problematizadas” que utiliza para desarrollar investigaciones escolares.
“Aprender es divertirse” afirma la profesora Silvia, como si se tratara de un slogan de campaña que le ha valido premios y reconocimientos por su labor docente y que ha sido clave para que diversos programas lleguen a su institución educativa, IE Rafael Uribe Uribe de Medellín; entre ellos Ondas de Colciencias, Ferias CT+I del Parque Explora, EPM y la Alcaldía de Medellín y Jornada Complementaria de la Alcaldía de Medellín.
En sus clases, utiliza el juego con tres propósitos. El primero, para desarrollar la atención y mejorar la concentración de sus estudiantes: “Jugando hacemos pausas activas, cambiamos la rutina, nos relajamos y concentramos”. Segundo, como estrategia para mejorar la comunicación con los niños, “conocer mejor sus gustos, necesidades y sus relaciones sociales”.
Pero, aún más importante, la profesora Silvia utiliza el juego como vehículo para desarrollar sus proyectos de investigación escolar: “Para mí la investigación es un juego, que cautiva y atrae. Y cuando eso ocurre se convierte en una afición, como en un videojuego; aunque aquí se da consultando, haciendo rastreos bibliográficos, visitando laboratorios e integrando familiares y profesores en el proceso”.
¿Cuál es su papel en la educación? Responden 3 maestros desde 3 perspectivas distintas. ¡A jugar!

¿Cuál es su papel en la educación? Responden 3 maestros desde 3 perspectivas distintas. ¡A jugar!

Foto:Archivo particular / Universidad de los niños Eafit

Así convenció a estudiantes como Manuel Taborda de ponerse a investigar. Un día Manuel se dio cuenta que en la institución “no hay muchas plantas” y le preguntó a la profesora Silvia “¿cómo podemos hacer para que esto se vuelva fértil?”. Ella tomó su pregunta, convocó a más estudiantes, invitó a padres de familia y ahora reparten su tiempo entre una huerta escolar y los laboratorios de la Facultad de Medicina de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, donde los están asesorando.
Otra integrante del equipo es Michell Torres; ella hace parte del grupo que va en vacaciones al colegio porque “es más divertido que quedarse en la casa”. Lo que más le ha gustado hasta ahora es ir a los laboratorios porque “ellos —los investigadores universitarios— nos enseñan de sustancias que pueden alterar el crecimiento de las plantas y nosotros que los niños también podemos ser investigadores pasándola bien”.
Sin embargo, este grupo no está integrado solo por niños. Eduardo Ramírez, padre de familia y peluquero de profesión, también es uno de los padres que siembra junto a ellos. Para él, lo importante es que su hija “aprenda con entusiasmo y ganas”, y asegura que esa es su “mejor herencia. Quiero que estudie para su vejez”.
Y entre cultivos, preguntas, investigaciones escolares y juego, la profesora Silvia, los estudiantes y sus padres de familia aprenden sobre células, fotosíntesis y el crecimiento vegetal en un proceso en el que las preguntas y las voces de los niños moldean el camino. Bajo su guía, ellos son los protagonistas de su aprendizaje.

Juego y control en la educación

Andrey Palacios comenzó su vida docente en el Colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana a cargo de las clases de educación artística. Por 12 años fue afinando su forma de trabajo hasta tener una de las aulas menos convencionales de la institución: una donde las emociones facilitan la clase en vez de entorpecerla. Ahora, como subsecretario de educación de Rionegro, reflexiona sobre el papel del juego en el aprendizaje y asegura que, más que ser instrumento, debe ser un articulador.
En otras palabras, lo que Palacios propone es que el juego debería ser un medio para facilitar el desarrollo y el aprendizaje y no para adiestrar: “en el aula debería de ser un asunto que medie toda la clase y no una actividad para controlar, para evaluar, para cambiar de ambiente. ¿Cómo lo utilizan muchas veces los maestros?, como un mecanismo de normalización, para hacer silencio, para evitar el desorden, para regular al grupo: ‘la lechuza, la lechuza…’ y todos callados”.
Según este docente, la banalización del juego ocurre porque la manera como siempre se ha enseñado obedece a un modelo que tiene como objetivo moldear la conducta de los estudiantes. Lo que importa entonces es formar un sujeto que comprenda que el sistema tiene unas normas y que hay que obedecerlas.
Este enfoque también se centra en actividades específicas de memorización, del maestro que enseña y el estudiante aprende, “una educación bancaria, en la que yo le deposito al niño en su cerebro una información y después usted me la debe devolver tal cual se la entregué. Y no es que este modelo sea mejor o peor que otros; simplemente es diferente y obedece a una dinámica social diferente, a un contexto pasado”.
Con el tiempo, y las cambiantes necesidades económicas y sociales, se comienza a demandar sujetos propositivos y creativos. En este punto surge el trabajo de teóricos qué, desde hace tiempo, habían propuesto otras formas de enseñar: Montessori, Ausubel o Vitgosky. “Con ellos se busca que los niños sean capaces de aprovechar todas sus capacidades individuales; y el juego es una forma maravillosa de lograrlo”.
Sin embargo, jugar en clase puede generar temor por parte del docente. Palacio explica que esto se debe a que el maestro siente que “pierde el control de la clase” con los saltos, los gritos y las emociones. “A él también lo vigilan porque la escuela es un sistema de vigilancia”.
La banalización del juego ocurre porque la manera como siempre se ha enseñado obedece a un modelo que tiene como objetivo moldear la conducta de los estudiantes.

La banalización del juego ocurre porque la manera como siempre se ha enseñado obedece a un modelo que tiene como objetivo moldear la conducta de los estudiantes.

Foto:Archivo particular / Universidad de los niños Eafit

El juego: superar el miedo a la incertidumbre

Jugar para aprender suena muy bien, pero pareciera ser difícil de aplicar. ¿Cómo llevarlo a la práctica? Para Palacio, la clave está en entender que el juego puede ser la lúdica del espacio educativo. Esto implica que no siempre el estudiante debe estar en acción, en movimiento. Entonces, en ese ejercicio lúdico entra también la narrativa, que permite crear personajes, narrar historias y abordar todos los elementos a aprender.
Así funcionaba en una clase de este profesor de educación artística: “Por ejemplo, el ritmo, las figuras musicales: negra, redonda, blanca y corchea. Para hacerlo utilizaba a Margarita, que era mi instrumento musical, mi guitarra que también era un personaje de la clase. Llevaba bolsas con elementos provocativos que me ayudan a ‘ludificar’ la clase y a contar una historia a partir de las notas musicales”.
“Una vez comprendido el concepto, los dividía en grupos, desbaratábamos todo y empezaban a competir contra mí. Yo les ponía a hacer unas audiciones y ellos como equipo decidían si eso que yo tocaba era una negra o era una redonda. Su tarea era explicar y argumentar su respuesta. Siempre el perdedor de mis clases era yo, porque en últimas lo que se necesitaba era que ellos aprendieran, pero quién ganara o no era lo menos importante”. Al final, eran ellos los que tocaban los instrumentos.
Ahora, pasar de cátedras a cantar con Margarita puede no ser fácil y no siempre podrá aplicable. Sin embargo, se puede empezar por establecer una relación diferente con los estudiantes. Para Palacio, todo comienza por comprender que el estudiante no está vacío, que tiene historia, vida y anécdotas.
Luego, señala que es importante plantear proyectos de aula en vez de contenidos de aula y pensar en procesos cognitivos holísticos: “Si yo logro que los estudiantes tengan un proyecto, y sobre ese proyecto se den todas las notas, es mucho más provechoso que ir clase a clase a enseñar un contenido y sacar promedios que reflejen los contenidos que dio, pero no los aprendizajes”.
En últimas, afirma que es necesario entender que la lúdica no es un asunto ridículo ni que lleva a una pérdida de autoridad y que siempre tendrá una cuota de incertidumbre, pero eso no debe tener una connotación negativa: “El profesor debe planear clase más que prepararla; y puede que eso que planee funcione o no, porque la idea es que si un estudiante propone no se lo limite porque yo preparé algo distinto”.

El juego como excusa para construir ciudadanías

En el aula de clase, o fuera de ella, el juego tiene el potencial de dinamizar el aprendizaje, y también, de formar ciudadanías. A eso le apunta la Universidad de los niños, un programa de comunicación de la ciencia de la Universidad EAFIT de Medellín.
Maryory Yarce, psicóloga y coordinadora de formación de talleristas, explica que el juego es la excusa para facilitar el desarrollo comunicativo, social y cognitivo de los niños: “Nosotros desarrollamos talleres de comunicación de la ciencia. Abordamos conceptos que van desde los organismos terrestres más resistentes hasta las formas de ser de los humanos y lo hacemos a través del juego. Pero ambos, contenido y dinámica, son excusas”.
La propuesta de la Universidad de los niños apunta a formar “sujetos activos en la construcción de conocimiento y la transformación de la sociedad”, lo que implica que más que entender nociones científicas, se busca desarrollar una forma de pensar. Y en ello, afirma Yarce, el juego cumple un papel decisivo.
Ahora, no todos los juegos son iguales y cada uno puede perseguir objetivos particulares: “hay juegos cognitivos que buscan relacionar conceptos; otros que sirven para activar y dinamizar; para mejorar la comunicación o para proyectar formas de ser. En nuestras sesiones, los talleristas que dirigen los grupos deben estar atentos a identificar cuál deben usar”.
Aunque el juego se asocia generalmente con la competencia, en la Universidad de los niños se proponen actividades en las que no se ganen puntos o se compita por estímulos con la intención de respetar la diversidad de los niños y garantizar la igualdad entre ellos. Yarce explica que al hacerlo se toma una postura conductista, donde se hacen las cosas para obtener un rédito o evitar un castigo. En otras palabras, se “condiciona la conducta”.
En la investigación escolar, como articulador de toda una clase o como estrategia para desarrollar ciudadanías, el juego cumple muchas funciones. Existen variantes, cada una valida en su contexto y propuesta. Lo cierto es que en la educación invita a entender la relación en las aulas, y fuera de ellas, de una manera dinámica que respeta las habilidades de los niños y jóvenes como seres capaces y activos en su adquisición de conocimiento, además de entusiasmarlos con su aprendizaje. Maestros, profesores, padres y niños: ¡Es hora de jugar!
ANDRÉS FELIPE GIRALDO CERÓN 
Universidad de los niños EAFIT
Perla Toro
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