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Educación

La carta de una alumna becada a quienes se quejan de ir a estudiar

Gracias a mi rendimiento en la universidad logré viajar por primera vez al exterior.

Gracias a mi rendimiento en la universidad logré viajar por primera vez al exterior.

Foto:Diana Ravelo / EL TIEMPO

Mi nombre es Kenny, soy del Chocó y así ha sido mi proceso para lograr estudiar en una universidad.

Diana Ravelo
La vida no es una asignatura fácil para nadie, pero hay quienes aún teniendo todos los medios para cumplir sus metas y objetivos no son conscientes de lo privilegiados que son mientras hay miles de personas anhelando estar en su lugar. 
Mi nombre es Kenny Córdoba y nací en Unguía, Chocó, una tierra olvidada por la gente y por el Estado. Actualmente estudio derecho gracias a una beca que obtuve en el Politécnico Grancolombiano de Bogotá. Aunque el tener un pregrado no se veía como algo que fuera a suceder, tengo claro que voy a luchar hasta lograr ser una profesional y sacar la cara por mi región.
Tuve que dejar a mi familia, mis costumbres, el pasar por todas las casas de la zona en la que vivo para saludar a mis paisanos, la comida de mi vieja, mi pescado sabroso, el refrescarme en el río en un día de sol y el andar desprevenida por las calles para venir a la capital tras mi sueño de ser abogada.

Hay quienes aún teniendo todos los medios para cumplir sus metas y objetivos no son conscientes de lo privilegiados que son

Una meta que más que ser algo egoísta nació de mi deseo de ser una fuente de inspiración para las personas de mi tierra. Quiero demostrarles que sí se puede salir de la comodidad para aspirar a cosas grandes.
Escribo esta carta para animar a la gente emprendedora de mi Chocó a seguir soñando en grande, a seguir resistiendo. Pero también como una invitación a todos los colombianos para que rompan con esas falsas ideas que se han vendido sobre nosotros.

Una beca para Kenny

Para estudiar el bachillerato en Unguía solo hay una opción: el Instituto Educativo Agrícola. Allí pasé mis últimos seis años de colegio. Era el 2012, estaba por terminar el grado once y eran más las preguntas que las certezas sobre mi futuro. 
La carrera de derecho fue lo último que me pasó por la mente, uno porque me daba pereza pensar en leyes y dos porque asociaba esta profesión con la política y para mí era sinónimo de pensar más en el bien propio que en el bien común. 
Además, la opción de estudiar un pregrado era nula y por eso, con el apoyo mis padres, empecé a cursar una carrera técnica en investigación judicial y criminalística en Apartadó, Antioquia. 
Sin duda, debo agradecerle a mis padres el apoyarme en esta aventura de ser abogada.

Sin duda, debo agradecerle a mis padres el apoyarme en esta aventura de ser abogada.

Foto:Kenny Córdoba

Terminé la técnica en el 2014 y luego me hablaron de que había una beca para hacer un técnico práctico agropecuario en Quimbaya, Quindío. Amo aprender, así que sin dudarlo salí para allá.
Tras finalizar los estudios regresé a mi terruño chocuano con todos esos conocimientos en la cabeza y, como no había nada en lo que había estudiado y no me podía quedar de brazos cruzados, trabajé durante un año en un almacén de ropa y calzado.
Luego, en el 2017, tuve que dedicarme de lleno a mi salud para recuperarme de una cirugía que me obligó a estar un tiempo reposando en Medellín. La experiencia se ha encargado de enseñarme que las cosas no caen del cielo y que si no estoy cómoda con alguna situación en mi vida tengo que hacer todo lo posible para cambiarla, por eso empecé a buscar nuevos horizontes.

Eso es una gran ayuda, pero debes irte a Bogotá sabiendo que vas a tener que estudiar y trabajar

Gracias a mi prima Julieth Mendoza me enteré de que podía acceder a una beca por medio de negritudes, pero que obligatoriamente tenía que ser en una universidad de Bogotá. Fue un proceso largo, engorroso, pero lo hice con muchas ganas porque mi mayor deseo era seguir capacitándome.
Todo empezó en octubre del año pasado, la selección constaba de aproximadamente cuatro fases: entrevistas, reporte familiar, explicar por qué quería la beca y realizar un examen de admisión que no podía presentarse a distancia. Me tocó viajar a Bogotá recién operada para presentarlo.
Para diciembre recibí un correo con la noticia de que había sido admitida con una beca de minorías que cubría el 50 % de mi pregrado. Estaba emocionada, jamás había imaginado que iba a tener una oportunidad así, pero también tenía el temor de saber qué pasaría, pues solo cubría la mitad.
"Eso es una gran ayuda, pero debes irte a Bogotá sabiendo que vas a tener que estudiar y trabajar", fue lo primero que me dijo mi padre.
Actualmente curso segundo semestre y me siento afortunada, mi papá y mamá con su esfuerzo han logrado ayudarme para que me concentre de lleno en mi carrera y los resultados han sido muy positivos. 

¿Bienvenida a Bogotá?

De Bogotá se decía tantas cosas que llegué con el temor de que me atracaran o de ser rechazada por la sociedad. De por sí, el clima fue un cambio drástico y en ese sentido la capital no me recibió nada bien. 
El primer día de clases me sentí como dicen en mi tierra: "como mosca en leche". Poco a poco me fui relacionando con mis compañeros y he aprendido a ser un poco más tolerante y a crear vínculos valiosos. 
Uno de los recuerdos que tengo de esos primeros días estudiando en la universidad fue cuando en la inducción nos mostraron un video sobre algo que ellos llaman las misiones a la excelencia que son unos viajes que el Politécnico Grancolombiano le da a los mejores promedios para recompensar su esfuerzo. 
Cuando yo vi ese video lo primero que pensé fue en que me iba a esforzar mucho para tener ese reconocimiento y vivir esa experiencia tan gratificante: ¿A quién no le gustaría salir por primera vez del país con todos los gastos pagos gracias a ser un buen estudiante?

La experiencia de salir de Colombia

Cuando uno dura dos años sin estar en un aula de clase, es un poco difícil volverse adaptar a ese ritmo. Me estresé mucho en los primeros cortes, al punto que empecé a sufrir de migraña.
Tuve que formar el hábito de la lectura, a quedarme despierta hasta la madrugada para terminar los trabajos y defenderme sola en una ciudad tan grande.
El primer corté de la materia de civil me "sacó canas verdes", pero para el segundo me puse las pilas y la dejé por encima de cuatro. Cuando llegaron los resultados finales de ese primer semestre fue gratificante, le envié las notas con mucho orgullo a mis papás.
Estuve en Lima, conocí la montaña de los siete colores y caminé el emblemático Machu Pichu. Un sueño hecho realidad.

Estuve en Lima, conocí la montaña de los siete colores y caminé el emblemático Machu Pichu. Un sueño hecho realidad.

Foto:Diana Ravelo / EL TIEMPO

A los pocos días de salir a vacaciones, en junio de este año, recibí la llamada de Raquel Bretón de Schultze-Kraft, encargada del área de movilidad de la universidad, para informarme que había sido seleccionada como embajadora por excelencia y por eso iba a tener el privilegio de viajar a Perú. Todo gracias a mi buen desempeño académico.
No podía creer que apenas estaba culminando el primer semestre y ya estaba recogiendo los frutos de todos mis esfuerzos. En el futuro podré decirle a mi familia que fue gracias a mis buenas notas que logré viajar por primera vez fuera de Colombia. 

Hay aún muchos jóvenes en zonas olvidadas del país, como mi Chocó, esperando por una oportunidad

Sé que me queda mucha carrera por delante, que este es apenas el comienzo de muchas cosas que van a llegar a mi vida, pero una vez más ratifiqué que de la mano de Dios todo es posible.
Lamentablemente mi historia no es la regla sino la excepción, y hay aún muchos jóvenes en zonas olvidadas del país, como mi Chocó, esperando por una oportunidad.
Por eso quiero aprovechar este escrito para recordarle a todos aquellos jóvenes que sí tienen la posibilidad de acceder a un mejor futuro la importancia de valorar el privilegio de estudiar, de ir a un salón de clases.
Estimado lector, antes de quejarse por el esfuerzo diario, las madrugadas, los parciales, sus profesores y demás actividades académicas, recuerde que eso que usted poco agradece puede ser el gran sueño de alguien que tal vez no ha tenido las mismas oportunidades que usted. 

Algo que debe oír antes de quejarse de su universidad

KENNY ALEXANDRA CÓRDOBA MARTÍNEZ
Estudiante de Derecho
*Este texto contó con la edición, construcción periodística e investigación de DIANA MILENA RAVELO MÉNDEZ (@DianaRavelo), periodista de ELTIEMPO.COM. Enviada especial a Perú por invitación del Politécnico Grancolombiano

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Diana Ravelo
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