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Educación

Curiosos juegos de letras

Manejar el mismo lenguaje no es solo hablar el mismo idioma, sino intentar una misma interpretación y captar un mismo sentido en cada mensaje.

Manejar el mismo lenguaje no es solo hablar el mismo idioma, sino intentar una misma interpretación y captar un mismo sentido en cada mensaje.

Foto:Camila Argango

Manejar el mismo lenguaje no es solo hablar el mismo idioma, sino intentar una misma interpretación.

La realidad es infinita, y el lenguaje es quizás el recurso más aproximado (solo aproximado) para expresarla. De ahí que conocer de manera compartida el uso, la escritura y el significado de las palabras contribuya a que la comunicación entre los seres humanos sea menos compleja.
Nuestras históricas diferencias en las formas de pensar y en el proceder, sospechamos, se originan por la falta de precisión en cada mensaje intercambiado. En otras oportunidades, hemos dicho que nos comunicamos con todo nuestro ser: palabras escritas y pronunciadas, gestos, apariencias, contextos, recintos, etc. Por tanto, manejar el mismo lenguaje no es solo hablar el mismo idioma, sino intentar una misma interpretación y captar un mismo sentido en cada mensaje, aunque sabemos que los significados son móviles, cotidianos, se dan en un contexto y dependen de la cultura. La tolerancia, por eso, es esforzarse al máximo por entender a los otros.
Así, reafirmamos la ridiculez que entraña la colombanísima frase “usted no sabe quién soy yo”. En el fondo de tan arrogante solicitud, se agazapa solo un profundo complejo de inferioridad que quiere ser suplido por el deseo, casi de angustia, de que otros descubran al menos una figuración o un reconocimiento social.
Cuando se tienen la conciencia plena de nuestras dotes y el convencimiento absoluto del valor propio, no hace falta imponerlos en el criterio de los demás, porque, en últimas, toda imposición en el juicio siempre lo falsea, y más cuando se pronuncia esa frase luego de irrespetar las normas o de violar las leyes.
Y, efectivamente, no sabemos de manera cabal quién es quién. Apenas conoceremos la versión que transmite cada persona y la impresión (siempre parcial) que capta nuestro ser de cada una; y eso, por supuesto, con la infinita diversidad de los lenguajes. Desde ahí, sigue vigente la sentencia “no juzguéis y no seréis juzgados” (Lucas 6:37), siempre esencial para alcanzar la meta de la reconciliación.
Espontáneas unas y calculadas otras, las combinaciones de los códigos del lenguaje permiten construir tantos mensajes como posibilidades de pensamiento han tenido todos los hombres, juntando también todos los tiempos. Eso sucede al alternar, por ejemplo, las letras de nuestro alfabeto y disponer en un orden determinado las palabras de nuestra lengua, pero también al añadir o suprimir algunas de estas en extensiones variadísimas de las oraciones, de los párrafos y de los textos escritos completos. Eso, dejando a un lado la incontable cantidad de contextos.

Los juegos

Por ahora, veamos algunas curiosidades a este respecto. Nada extraña que alguien haya notado, por citar un caso, como “Roma”, “amor”, “Omar”, “ramo” conforman un grupo de palabras construidas con las mismas letras. Esa transposición en una palabra o en una sentencia, para construir otra, se llama anagrama.
Con los números (la excepción a este juego de letras), está la capicúa, que indica cómo una cifra se lee de izquierda a derecha, o a la inversa: 975313579. Y con esta, contamos el palíndromo, pero esta figura sí va con letras, y se lee de derecha a izquierda, y a la inversa, donde quizás la más famosa es “dábale arroz a la zorra el abad”, junto con “son robos, no solo son sobornos”.
Otro juego curioso es el bustrofedon, que se lee en zigzag:
Cuando estás conmigo,
nózaroc im anell es
tiene sentido mi vida,
nóisuli anu se odnum le y
Más conocido es el acróstico, donde las letras iniciales de cada verso forman una palabra. Veamos (con “María”) este caso de desastrosa versificación:
Mientras el cielo resplandecía,
Antes de volar sin rubor,
Reías al llegar el medio día,
Insistentemente y sin dolor,
Ave perdida, que nunca fuiste mía.
Están también los abecegramas, frases en que las palabras se disponen en orden alfabético, por ejemplo esta, propia e improvisada: “Antes, brillaba cada día: entero, frío, grato; había iniciado jalonando kurdos lampiños, mimados, nada ñoños. O pasaba quieto, rumiando solamente todo un viento, Wenceslao, xenófobo y zonzo”.
La aliteración (otro juego) evoca sonidos repetidos en una frase o verso, para producir cierta musicalidad: “Ya se oyen los claros clarines” (Rubén Darío); “En el silencio solo se escuchaba un susurro de abejas que sonaba” (Garcilaso de la Vega).
Uno puede inventarse otros, como enumerar en orden la cantidad de letras por cada palabra: “Y él fue buen señor. Llorar parecía derramar solamente pobrísimos, tristísimos, pensamientos”. Cuando quiera, cada quien continúe contando, con coherente cuidado, cada camino que queda, con cuantas columnas consiga construir cuantiosos cuadros concisos.
Con vuestro permiso.
JAIRO VALDERRAMA V.
PROFESOR DE LA FACULTAD DE COMUNICACIÓN
UNIVERSIDAD DE LA SABANA
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