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Vida

Gota a gota: la deshidratación puede ser mortal en los niños

Recuerde que, cuando el caso de deshidratación sea grave, es obligatorio consultar de urgencias al médico.

Recuerde que, cuando el caso de deshidratación sea grave, es obligatorio consultar de urgencias al médico.

Foto:123rf

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Aprenda cómo y cuándo suministrarles los líquidos a los menores para evitar complicaciones.

Las enfermedades diarreicas ocasionan la muerte de 760.000 niños cada año, y la mayoría de ellos es por causa de una grave deshidratación y pérdida de líquidos”. Esta afirmación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestra claramente que la deshidratación es un asunto mayor si no se trata adecuadamente y a tiempo.
Nicolás Ramos Rodríguez, médico neonatólogo y presidente de la Sociedad Colombiana de Pediatría, dice que la deshidratación es la pérdida que tiene el organismo de líquidos y puede producirse, entre otras causas, por diarrea o vómito.
Cuando estos se presentan, el niño suele perder tantos fluidos que no alcanza a reponerlos a la misma velocidad con la que los elimina, con lo cual el cuerpo deja de tener la cantidad que necesita para funcionar adecuadamente.
El grado de deshidratación se mide en una escala de tres, según la OMS. La primera es la incipiente, en la que no hay signos ni síntomas. La segunda es moderada con síntomas como sed, comportamiento irritable, reducción de la elasticidad de la piel y ojos hundidos; y, por último, la grave, cuando los síntomas se complican con la pérdida parcial del conocimiento, falta de orina, extremidades frías y húmedas, pulso rápido o débil, tensión arterial baja y palidez.
Algunos de los principales riesgos de la deshidratación son una falla renal aguda, que falte líquido a nivel cerebral o en los demás órganos del cuerpo, que el niño convulsione o que muera si no se reponen los líquidos a tiempo y como debe ser. La cirujana pediátrica Cecilia Alvites explica que con la deshidratación al niño se le puede bajar el sodio, el potasio, se le puede alterar la conciencia, tener un paro cardíaco o presentar alteraciones cerebrales.

¿Qué hacer?

Hidratar a un niño no solo consiste sencillamente en darle agua en grandes cantidades, pues este líquido por sí solo no soluciona los problemas que causa la pérdida de líquidos. Ramos explica que “el agua sola no transporta los electrolitos que requiere el cuerpo para atraer fluido a las venas. Se requiere una mezcla”.
Esta mezcla especial es la solución de rehidratación oral (SRO) la cual se consigue en el mercado con los componentes necesarios en concentración de 60, porque con el vómito y la diarrea el cuerpo no se pierde solo agua, también electrolitos (sodio, cloruro, potasio y bicarbonato).
Alvites explica que, por ejemplo, si el niño ha perdido mucho sodio con la deshidratación, al suministrarle únicamente agua se le puede diluir la cantidad de este elemento y el pequeño puede empeorar.
La solución de rehidratación oral se debe administrar lentamente, porque cuando se presenta vómito, se corre el riesgo de que no la ingiera. Debe hacerse poco a poco y frecuentemente, es decir, darle al niño una cucharadita cada 5 minutos. “Como un pajarito”, ejemplifica Ramos. Si se le da una gran cantidad de solución en una sola toma, lo más seguro es que la vomite y se produzca la reacción contraria, no solo evitar que el cuerpo asimile líquidos, sino que los pierda.
Aunque estas cantidades pueden parecer pequeñas, la verdad es que si el niño ha asimilado esos pequeños tragos, en unas tres o cuatro horas su organismo puede estar mucho mejor y contar con líquidos que le ayuden a salir de la crisis.
Ramos recomienda darle sorbos de suero al niño después de cada deposición cuando tiene diarrea y si todavía está tomando leche materna, continuar con la lactancia en pocas cantidades con tomas más frecuentes. Los bebés y los niños más pequeños son más vulnerables a la deshidratación, porque hasta los 2 o 3 años, el 70 por ciento de su peso corporal son líquidos.
A los niños deshidratados no se les deben dar bebidas azucaradas porque se pueden aumentar el vómito y la diarrea, tampoco gaseosas, jugos de caja ni los que utilizan los deportistas para rehidratarse.
Para evitar llegar a estados críticos, Ramos recomienda que los padres siempre pregunten en la consulta con el pediatra qué hacer en caso de diarrea y vómito para que sepan actuar.
Una vez el niño comience a vomitar o a tener diarrea con frecuencia es muy importante comenzar a hidratar al niño y consultar al pediatra para evitar que la situación se complique. La falta de líquidos en el cuerpo no da espera.
Ramos enfatiza en que los padres deben llevar a su hijo a urgencias si la diarrea no disminuye en tres días, si el niño vomita repetidamente más de tres veces en una hora y si lo hace cada vez que recibe algo de comer. También cuando la sed no se calma con el suero oral o si no recibe líquidos o no come nada.
Los principales síntomas por los cuales es importante dirigirse a un centro médico son los ojos hundidos, llanto sin lágrimas, ojeras, sed intensa, boca seca, saliva escasa o no orinar. La doctora Alvites explica que en un niño es fácil detectar la deshidratación si al levantarle un poco la piel del abdomen, esta no regresa rápidamente a su lugar.
Cuando la deshidratación es grave, es necesario administrar el suero por vía intravenosa, en los hospitales. Los doctores repondrán los líquidos de acuerdo con la cantidad que se ha perdido y definirán la velocidad a la que se le suministren al niño.

En la justa medida

La deshidratación se clasifica en grado 1, 2 y 3, según la cantidad de agua que pierde el cuerpo, dice Alvites. El grado 1 es cuando la pérdida de agua es inferior a 50 mililitros (ml) por kilo de peso. En el 2, la pérdida es de 80 a 100 ml por kilo y en el 3 es de 120 ml o más por kilo.
El médico define a qué velocidad le repone la cantidad perdida, pero eso sí, siempre será lentamente. Por lo general, a las dos horas de haber empezado a tratar el pequeño, lo valora de nuevo para ver su evolución y si es necesario cambiar la cantidad de líquidos. Alvites explica que se espera que el niño esté mejor en un plazo de 4 a 6 horas.
CATALINA GALLO
Especial para EL TIEMPO
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