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Viaje a las ocultas y milenarias cavernas de Santander

Un universo subterráneo lleno de bellas e impresionantes formaciones rocosas.

GUILLERMO OSSA
Jesús Fernández Auderset, un espeleólogo hispanosuizo que vive hace cinco años en El Peñón, en el departamento de Santander, desciende con destreza a la conocida caverna de los Carracos o Guácharos aferrado a un complejo equipo de exploración: cuerdas, casco y arnés, anclajes, un sinfín de herramientas y una potente lámpara capaz de romper la profunda oscuridad.
Fernández aclara que para ingresar a este tipo de cavernas es indispensable estar muy bien protegido, para no correr riesgos. La cueva tiene una longitud de más de tres kilómetros, en dos niveles o plantas, siendo una de las más hermosas y extensas de la región.
Una vez adentro, las enormes galerías –algunas de estas con 25 metros de diámetro– dejan ver toda su belleza. Es un tesoro que solamente tiene este territorio gracias a los depósitos de piedra caliza disuelta en el agua.
Estas reservas han creado distintas formaciones rocosas como las estalactitas, adornos que cuelgan del techo y que dependiendo de las condiciones pueden crecer un centímetro cada 100 años. (Vea en imágenes: Las majestuosas cavernas de El Peñón, Santander.)
También se pueden apreciar las estalagmitas que, a diferencia de las otras, son formaciones que crecen del suelo hacia arriba. Cuando una estalactita se une con una estalagmita se forma una columna, un proceso que tarda miles de años.
Fernández es el líder de Espeleo Colombia, un grupo de científicos que tiene la misión de descubrir y explorar estas cuevas para darlas a conocer. También se encarga de la preservación de este paraíso kárstico –formaciones de roca caliza– promoviendo el turismo responsable.
Es que este paraíso subterráneo está amenazado por viajeros irresponsables. Se ven rocas rayadas con pintura y cavernas violentadas con la destrucción de columnas que tardaron millones de años en formarse. “Esto es lo que queremos evitar y es causa del turismo desmedido y sin control. Además, es peligroso porque muchos han llegado a este lugar sin los equipos adecuados”, explica Fernández.
Un mundo por descubrir
Espeleo Colombia también realiza los mapas de las cavernas que van descubriendo. Bajo los pies de El Peñón se extiende un universo que apenas comienza a revelarse.
Se trata de las cuevas subterráneas más grandes y antiguas de Colombia, algunas con profundidades superiores a los 90 metros, estrechuras de apenas 50 centímetros y extensiones que superan los tres kilómetros. Este trabajo es financiado con recursos propios, sin aportes de la administración local.
Fernández se arrastra con dificultad, pero con destreza por una de las angostas entradas. Su cara roza el piso, apenas cabe su cuerpo. El sudor arde en sus ojos, pero con una pasión que se nota en su rostro, dice: “No hay otra forma de llegar, pero el esfuerzo vale la pena. Es un pedazo especial de mundo”.
La exploración tarda, en promedio, tres días. En este tiempo se hace un mapa del lugar, un inventario de entradas y salidas, de estalagmitas, estalactitas y columnas, y de los posibles yacimientos de agua.
Al salir al mundo exterior, con ayuda de sus resistentes cuerdas, empantanado y agotado, Fernández regresa a Casa Espeleo, ubicada en esta zona, con la suficiente información para ir completando la base de datos de este misterioso mundo subterráneo colombiano.
Gracias al trabajo de estos espeleólogos, poco a poco estas cuevas comienzan a ver la luz, después de estar miles de años en total oscuridad.
Si usted va
Las cuevas quedan en El Peñón (Santander). Por tierra, desde Bogotá, se va a Barbosa (Santander) y luego a Vélez y Palo Blanco, en un recorrido de 5 horas. Por avión se va a Bucaramanga y de allí al destino.
El recorrido incluye curso de ascenso y descenso, visita guiada a dos o tres cavernas, alojamiento y alimentación.
Lleve ‘sleeping’, botas de caucho, ropa para el frío (para las noches) y linterna de cabeza.
Informes en Espeleo Colombia. Facebook: Espeleo Colombia. Tel: 314 2589499.
FOTOS Y TEXTOS:
GUILLERMO OSSA
ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO
GUILLERMO OSSA
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