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Así se vive el Gran Cañón desde el aire

Es el destino de este viaje, en el que sobrevolamos el lago Mead y la represa Hoover.

JUAN URIBE
El Gran Cañón, un salón de clases donde geólogos de todo el mundo buscan comprender mejor la historia de la Tierra, es un destino accesible desde Las Vegas, en el oeste de Estados Unidos.
Desde la 'capital mundial del entretenimiento', hicimos un viaje en helicóptero hasta esta maravilla natural, que asombra por sus dimensiones: mide 446 kilómetros de largo y la anchura entre sus paredes oscila entre 4 y 18 kilómetros.
Estuvimos en medio de esa inmensidad, luego de un viaje de 45 minutos que nos depositó a escasos 100 metros sobre el río Colorado. Ya estando en Las Vegas, ¿cómo no ver semejante belleza?
En helicóptero sobre el desierto
A través de los audífonos, que protegen del ruido producido por la hélice, se oyen las instrucciones del piloto y la guitarra eléctrica del himno de Top Gun, una película de los años 80 en la que Tom Cruise encarnaba a un piloto de avión de combate.
Ya en el aire, y luego de dibujar una curva pronunciada sobre el Strip, la avenida de 6,4 kilómetros donde se concentran los mejores hoteles y casinos de la ciudad, el aparato se enrumba hacia el oriente.
Vamos ganando altura y el capitán nos explica lo que vemos: a lo lejos, a la derecha, se divisa Henderson, una ciudad con 10 campos de golf (seis de ellos públicos) y 54 parques, ideal para levantar una familia.
Allí, a unos 25 kilómetros de Las Vegas, 267.000 personas llevan una vida tranquila, como la que ofrece cualquier pueblo pequeño de Estados Unidos, lejos de la actividad desbordada que provocan los 39 millones de turistas que cada año llegan a la 'capital mundial del entretenimiento'. Cerca -explica el capitán Prus- tienen casas de recreo estrellas como Jerry Seinfield y Celine Dion.
Volamos un poco más y observamos cómo la civilización y sus cuadrículas de barrios y carreteras, allá abajo, detienen su avance en un punto donde el desierto de Mojave reclama lo que es suyo. De ahí en adelante, solo cactus, arena, rocas y cielo despejado ocupan el vidrio panorámico del helicóptero. La vida se fríe a más de 40 grados centígrados.
La monotonía del paisaje la rompe un mar de azul intenso: es el lago Mead, formado por las aguas del río Colorado, que en 1935 fueron domadas por la represa Hoover (originalmente se llamaba Boulder) y hoy generan energía para los estados de Arizona, California y Nevada. Gracias a la represa, que cada año es visitada por 7 millones de turistas, fue posible el desarrollo de Las Vegas.
Luego de algo más de media hora de haber despegado, aparece el Gran Cañón. El comandante nos señala a la derecha de la nave el Skywalk, una pasarela en forma de herradura, con piso de vidrio, que permite ver, casi dos kilómetros hacia abajo, el río.
Perdemos altura y ahora las paredes del cañón, que aquí son de unos 1.600 metros de altura, nos rodean. Abajo, el río Colorado es verde aceituna y en las orillas pequeños matorrales hacen lo que pueden por sobrevivir en la piedra rojiza. Los helicópteros que van adelante parecen moscas en medio de la enormidad del cañón, una maravilla de la naturaleza que revela las transformaciones que la corteza de la Tierra ha sufrido en los últimos 2.000 millones de años.
Aterrizamos. Esperamos que las hélices se detengan, nos asomamos al precipicio, y unos 100 metros más abajo vemos de nuevo el río Colorado. Parece que se puede tocar.
En helicóptero
El aparato se mueve un poco, por lo que es recomendable no haber tomado alcohol la víspera para evitar marearse. El 'tour' cuesta 439 dólares por persona ($ 780.000) e incluye transporte desde y hacia el hotel. Esta empresa también ofrece vuelos diurnos y nocturnos sobre el 'Strip' (119 dólares -$ 212.000-) y viajes en avioneta al Gran Cañón (494 dólares -$ 880.000-). Inf.: www.maverickhelicopter.com.
Juan Uribe
Enviado especial de EL TIEMPO*
Las Vegas (Estados Unidos).
*Invitación de Copa Airlines
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