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'La lista Bergoglio': los salvados por el papa durante la dictadura

Un libro que documenta cómo los perseguidos por la junta militar argentina escaparon de la muerte.

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“Si hoy estoy vivo, si he podido escribir 40 libros, si he podido seguir promoviendo el Evangelio entre los pobres y los derechos de los últimos, y si puedo, en definitiva, contar cómo fueron las cosas, se lo debo a él”.
Quien habla es José Luis Caravias, jesuita español nacido en 1935, que desde los años 60 es misionero en América Latina. El salvador al que se refiere es el provincial (superior) que la Compañía de Jesús nombró en 1973 para atender el territorio argentino: Jorge Mario Bergoglio, que el pasado 13 de marzo adoptó el nombre de Francisco, tras ser elegido como el primer papa latinoamericano de la historia.
La historia del padre Caravias, expulsado de Paraguay y de Argentina por su postura en favor de la Teología de la Liberación y por su trabajo con los pobres, es una de las que recoge Nello Scavo, periodista del diario italiano Avvenire, en su libro La lista de Bergoglio: los salvados por el papa Francisco. Las historias jamás contadas” (editorial EMI), que será publicado en Italia a principios de octubre.
El texto está prologado por el argentino Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz (1980), quien ha manifestado repetidas veces que Bergoglio no fue cómplice de la dictadura que gobernó al país austral entre 1976 y 1983.
La investigación de Scavo desvela la red tejida por Bergoglio, entonces provincial de los jesuitas y director del Colegio Máximo de San Miguel, en la zona noroeste del Gran Buenos Aires, para salvar a por lo menos un centenar de perseguidos por los militares, según las estimaciones del reportero.
La época más dura
El libro ahonda en el periodo más difícil de la vida del sumo pontífice, como él mismo lo reconoció en una reciente entrevista publicada en la revista jesuita La Civiltà Cattolica. Según Bergoglio, la poca experiencia que tenía cuando tomó las riendas de la Compañía de Jesús en Argentina –a los 36 años– y el atribulado periodo que padecía su país lo hicieron tomar decisiones “de forma autoritaria”, lo que hizo que algunos lo tacharan de “ultraconservador”.
“No habré sido ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido de derechas”, comentó el papa, a quien un sector de la izquierda argentina llegó a acusarlo de connivencia con la junta militar. Los testimonios recogidos por Scavo y las declaraciones de importantes personajes del país suramericano muestran que su postura fue justo la contraria.
Tres de los salvados por Bergoglio son Miguel La Civita, Enrique Martínez y Carlos González, seminaristas de la diócesis de La Rioja (noroccidente) e “hijos espirituales” del obispo Enrique Angelelli, firme opositor de la dictadura que murió víctima de un atentado.
Cuando empezó la persecución contra los sacerdotes que trabajaban al lado de los pobres, el obispo de La Rioja le pidió al provincial de los jesuitas que hospedara a sus muchachos en el Colegio Máximo.
Según han contado los tres, Bergoglio los tomó bajo su protección y lloró con ellos cuando mataron a Angelelli y simularon un accidente automovilístico. Pero ellos no fueron los únicos a los que salvó. “Lo vi ayudar a dejar el país a muchos. En el (Colegio) Máximo se presentaban diversas personas, solas o en pequeños grupos. Estaban unos días y luego desaparecían. Se decía que habían venido para retiros espirituales. Eran laicos a los que Jorge (Bergoglio) ayudaba a escapar como podía y arriesgando siempre muchísimo”, recuerda La Civita.
Y no se trataba solo de religiosos o creyentes. Según cuenta Scavo, uno de los beneficiarios de la protección del papa fue Alfredo Somoza, quien nunca se bautizó y hoy se gana la vida como periodista en Italia. Fue en la facultad de periodismo que los jesuitas tienen en Buenos Aires –uno de los pocos espacios de libertad que quedaban entonces– donde conoció a Bergoglio, que tiempo después logró que llegara en barco hasta Italia. “Hablé con los armadores (de los barcos) y con los comandantes, y me dijeron que entonces se hacían muchos viajes así, sacando a personas del país por intermedio de los jesuitas”, sostiene el autor.
¿Por qué el obispo de Roma nunca quiso hablar de esto? Scavo cuenta que se topó siempre con la misma respuesta al preguntarles a sus familiares y amigos: todos lo consideraban un tema cerrado.
Iglesia no hizo lo que podía
El periodista recuerda lo que le explicó el sacerdote Juan Manuel Scannone, cercano a la Teología de la Liberación: “Me dijo que a ‘su amigo Jorge’ no le gusta hablar de esa época, porque no quiere que parezca que está limpiando su nombre. Además, considera que lo que hizo es muy pequeño frente a la magnitud del desastre que vivió Argentina en esos años, y respecto del cual la Iglesia no hizo todo lo que podía”.
El 8 de noviembre del 2010, cuando declaró como testigo del secuestro de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, en el proceso por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (la Esma, el mayor centro de tortura de la dictadura), el entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires dejó entrever su papel para salvar a algunos amenazados. Contó que se apoyaba en sus conocidos, en quien tuviera influencias en la Policía o el Ejército, para tratar de echar una mano.
En aquellos días angustiosos, tras la desaparición de Yorio y Jalics, Bergoglio se reunió, por separado, con el dictador Jorge Videla y con el jefe de la Marina, Emilio Masseras, para interceder por sus hermanos jesuitas. El encuentro con Masseras llegó a ser violento, pero logró su propósito: los religiosos fueron liberados.
La desaparición de Yorio y Jalics fue utilizada por una parte de la izquierda argentina para denunciar la supuesta connivencia con la dictadura del actual papa, que no habría hecho todo lo posible por liberarlos. Sin embargo, Jalics, que vive retirado en Hungría, contó que había hecho una investigación personal en Argentina, mediante la cual descubrió que Bergoglio no tuvo nada que ver con su secuestro. Por eso, dijo, después de los hechos no tuvo ningún inconveniente en celebrar misas con él en Buenos Aires.
‘Propuso ocultarme en el seminario’
“Bergoglio me propuso que me escondiera en el seminario. Le respondí que prefería que me arrestaran los militares antes que vivir con curas. Se echó a reír. Ahora veo que tenía razón”. Tras ser despedida por la dictadura, la entonces jueza Alicia Oliveira –después magistrada y defensora del Pueblo en Buenos Aires–, fue protegida por el provincial de los jesuitas, a quien vio ayudar a personas que, como ella, eran perseguidas por la junta militar.
“Se portó muy bien, ayudó a muchísimas personas y sacó a gente del país”, cuenta. Oliveira recuerda en particular a un joven que se parecía un poco a Bergoglio y al que este le entregó su documento de identidad y su ‘clergyman’ para escapar.
La exjueza subraya que el hoy papa les repitió a los dos jesuitas secuestrados (Orlando Yorio y Francisco Jalics) que se fueran del país porque estaban en riesgo, y que luego hizo de todo para conseguir su liberación.
‘Intercedió muchas veces por mí’
Otro de los que sintieron el apoyo de Jorge Mario Bergoglio es el actual gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, correligionario de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
“Somos muchos los que recibimos la ayuda caritativa de él en los momentos difíciles que nos tocó vivir durante la dictadura. Intercedió infinidad de veces (ante los militares) cuando estaba desaparecido y mi familia me buscaba desesperadamente”, contó recientemente De La Sota, de estirpe peronista.
El mandatario regional, que en el momento del golpe de Estado (26 de marzo de 1976) era el secretario de Gobierno del intendente de Córdoba, reconoció que algunos jerarcas de la Iglesia católica argentina no se comportaron correctamente durante ese lamentable periodo, pero consideró “canallesco” incluir al papa Francisco entre ellos, pues “todos saben lo que hizo”.
El autor trabaja para la Iglesia
El periodista siciliano Nello Scavo, autor de ‘La lista de Bergoglio: los salvados por el papa Francisco’, tiene 41 años y lleva más de una década como reportero de ‘Avvenire’, el diario de la Conferencia Episcopal Italiana. Vive cerca del lago de Como y tiene dos tíos jesuitas. También escribió el libro ‘Di rata in rata’ (2009), sobre la mafia de la usura.
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