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En riesgo, uno de los lugares con más biodiversidad por minería ilegal

Los humedales de la Estrella Fluvial de Inírida siguen sin ser declarados zona protegida.

Esta semana, la Red Mundial de Humedales declaró la laguna de Tota, en Boyacá, como uno de los humedales más degradados del mundo. Secamientos para introducir cultivos de cebolla, minería ilegal y artesanal y vertimientos de aguas negras llevaron a que ese organismo internacional le entregara al denominado mar de Boyacá el tristemente célebre Globo Gris, por su precaria condición. Ahora, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) está alertando al país para que algo similar no le ocurra a otro de sus tesoros estratégicos: los humedales de la Estrella Fluvial del Inírida, uno de los sitios naturales con mayor biodiversidad y más valiosos de la Orinoquia colombiana, que abarca los municipios de Cumaribo (Vichada) y Puerto Inírida (Guainía).
Este complejo de pantanos, de 283.000 hectáreas fundamentales para la regulación de la hidrología y del clima regional, única fuente de agua para las poblaciones ribereñas de la zona transicional Orinoco-Amazonas, y que controla las inundaciones al atenuar la acumulación de lluvias, tiene enemigos identificados. (Lea también: Buscan que dos humedales tengan importancia mundial).
La minería ilegal ya ha llegado a la zona rodeada por los ríos Atabapo, Guaviare e Inírida, que son a su vez motores del caudal del Orinoco, así como a muchas otras del Chocó, del Amazonas y de la costa.
Hay dragas en el río Inírida instaladas para buscar oro y otros minerales. Se están contaminando con mercurio sus aguas, tal como lo documentan con sondeos y análisis hechos en toda la cuenca del Orinoco Fernando Trujillo, director de la fundación Omacha, investigadores de Conservación Internacional y Saulo Usma, de WWF. (Siga este enlace para leer: Tota, uno de los humedales más degradados del mundo).
La Defensoría del Pueblo ha identificado otro flagelo: la fiebre de la extracción ilegal de coltán (mezcla de columbita y tantalita), el 'oro azul', que se usa en el desarrollo de nuevas tecnologías. La Policía ha llegado a incautar en Guainía, en un solo mes, hasta 17 toneladas de este mineral, que podrían llegar a costar en el mercado negro hasta 350.000 millones de pesos.  (Lea acá: Destruirán la maquinaria de la minería ilegal).
No obstante, han sido pocos los esfuerzos para hacer un inventario apropiado del potencial científico de los humedales del Inírida. Están afectados por el impulso de los cultivos ilícitos, un flagelo que trae tala y destrucción en los hábitats que hacen parte de su zona de amortiguación, y por el secamiento y potrerización de algunas de sus áreas para introducir ganado.
Tampoco se ha aplicado allí ninguna estrategia de protección. Los humedales del Inírida no hacen parte de ninguno de los 56 parques naturales nacionales del país, condición que no los eximiría de daños, pero al menos les permitiría tener vigilancia en algunos de sus principales sectores.
Por eso, por el momento, la única esperanza es que sean declarados humedales Ramsar (título proveniente de la Convención Mundial de Humedales, celebrada en 1971 en la ciudad iraní de ese nombre), condición que los pondría en el centro de la atención internacional al ubicarlos en el mismo nivel del lago Titicaca (Bolivia), el Pantanal brasileño, el archipiélago de Los Roques (Venezuela) y sitios nacionales como Chingaza, La Cocha y la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Este propósito comenzó desde hace más de cuatro años: el Ministerio de Medio Ambiente, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA), Parques Nacionales y WWF iniciaron la caracterización ecológica y socioeconómica del lugar. Dos años más tarde se hizo la consulta previa con las comunidades indígenas y sus autoridades nacionales y regionales.
Hasta hoy, el Ministerio de Minas no ha emitido el concepto previo no vinculante, que se le solicitó desde hace más de un año y sin el cual el presidente Santos no puede firmar un decreto presidencial que le pondría punto final al proceso.
Ayer, el Ministerio respondió a EL TIEMPO: "No hemos recibido toda la información geográfica necesaria del Ministerio del Medio Ambiente para poder descartar la existencia de títulos mineros o exploraciones petroleras en esa zona del Inírida".
Esta semana, la Conferencia de las Partes del Convenio Ramsar, que sesionó hasta ayer en Bucarest (Rumania), y en la que se discutió el futuro de estos ecosistemas en el mundo, habría sido una oportunidad de oro.
"La designación de sitio Ramsar significaría para las comunidades locales una oportunidad de fortalecimiento organizativo con las diferentes instancias de gobierno. Les ayudaría a consolidar las organizaciones, el manejo del territorio, la conservación de los recursos naturales y haría más fuerte su relación con la CDA o con la autoridad pesquera nacional y territorial (Incoder)", dice WWF.
Los humedales de la Estrella Fluvial del Inírida están inmersos en las transformaciones que está viviendo la Orinoquia colombiana, donde hay un acelerado proceso de transformación económica, social y ecológica. Gobierno y empresarios han identificado, con razón, que esta es la nueva frontera económica del país, en virtud de sus grandes potenciales para la agroindustria (arroz, palma de aceite, maíz, plantaciones forestales, ganadería moderna, entre otros), para la explotación de hidrocarburos y la minería.
Incluso, el Plan de Desarrollo 2010-2014 explica que este es un lugar clave para aumentar la producción de alimentos. Se trata de 4 millones de hectáreas, el equivalente al 80 por ciento de las tierras dedicadas actualmente a la agricultura, localizadas en la altillanura de la Orinoquia colombiana, y que, según el Plan, tienen un gran potencial para el desarrollo de cultivos de sorgo, soya, caña de azúcar, caucho, forestales y proyectos silvopastoriles.
"En este contexto, a veces se señala toda la región como un territorio vacío cuyo principal destino debe ser la producción agrícola en la mayor parte de su extensión (que asciende a cerca de 22 millones de hectáreas en la planicie). Pero esta visión de la Orinoquia como un lienzo blanco, sin restricción, podría conducir a generar daños irreversibles en sus ecosistemas y a detonar un declive de los servicios que estos prestan, como el agua, la diversidad de especies de flora y fauna y el paisaje", ha explicado el exministro de Ambiente Manuel Rodríguez Becerra,
Un estudio de la Universidad de los Andes y la fundación Fescol indica que en la Orinoquia ya hay manejos arriesgados, como el cultivo de palma de aceite. Allí hay, según Fedepalma, 1'200.000 hectáreas potenciales para sembrar. Pero, para impulsar esta actividad, se han canalizado ríos para darles riego a las plantaciones. Además, esos cultivos han presionado el desplazamiento de campesinos e indígenas (que conforman más de la mitad de la población), quienes están abandonando sus fincas o se han transformado en obreros de grandes empresarios.
"Es necesario evitar que allí se repitan procesos anárquicos de colonización y profundización de la frontera agrícola, que en otras partes han dejado indecibles procesos de violencia o inequidad social. De ahí que al menos la conservación de los humedales pueda ser una estrategia para amortiguar esas potenciales amenazas", advierte el documento de la Uniandes y Fescol.
Twitter: @ElTiempoVerde
El paraíso tiene muy pocos aliados
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