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Once lecciones para el posconflicto

La política en el posconflicto generará nuevos actores, temas y más objetivos por alcanzar.

RICARDO SANTAMARÍA
El posconflicto no es nuevo en Colombia ni en el mundo. En las tres últimas décadas, en los cinco continentes, por acuerdo de paz negociado entre gobiernos e insurgentes, por intervención de la comunidad internacional o porque una de las partes en conflicto se impuso, se dieron o están en curso procesos de posconflico en varios países. Algunos de ellos son: Angola, El Salvador, Fiyi, Filipinas, Guatemala, Irlanda, Nepal, Nicaragua, República de Macedonia, Ruanda, Sri Lanka y Sudáfrica.
Y en nuestro país, durante las administraciones Barco y Gaviria (1986- 1994), cinco grupos guerrilleros (M-19, Epl, Quintín Lame, Prt y Crs), mediante acuerdos de paz con los respectivos gobiernos, hicieron dejación de sus armas, se desmovilizaron y más de 5.000 combatientes, hombres y mujeres, se reintegraron a la vida civil y democrática del país. Desde entonces, se empezaron a aplicar distintos programas y proyectos para atender personas reintegradas a la vida civil.
Por supuesto, cada proceso de paz y posconflicto es diferente y único y tiene relación con situaciones propias e históricas de cada nación, pero lo interesante del caso colombiano es que el proceso de paz en curso con la guerrilla incorpora, además de elementos nuevos, todos o buena parte de los que se dieron en otros países: verdad, reparación, reconocimiento de las víctimas, justicia transicional, reformas constitucionales y políticas, proyectos y reformas económicas y sociales, dejación de armas, reintegración a la vida civil de excombatientes ilegales, cese del fuego, referendo, entre otros.
Visto en ese conjunto de naciones, el de Colombia es el más completo, ya que abarca todos los aspectos relevantes para pasar del conflicto a la reconciliación. Si se firma el acuerdo para ponerle fin a un conflicto de más de 50 años –como todos esperamos que ocurra– será reconocido como el más universal y avanzado de los procesos de paz recientes en el mundo.
¿Cuáles son esas lecciones que nos dejan los procesos de posconflicto que se han vivido en Colombia y en el mundo en los últimos años? Lecciones, por supuesto, extraídas de los éxitos y fracasos de esos procesos y aplicadas específicamente al caso de nuestro país para este momento.
1. Los acuerdos de paz son oportunidades históricas para que los países aborden y reorienten sus esfuerzos y políticas para resolver sus problemas reales. Lo que hace el conflicto, además de crear dolor e inestabilidad social y política, es que pospone la solución de los verdaderos problemas que por años se acumulan y crecen: pobreza, desigualdad, corrupción, atraso en la infraestructura.
Lo que usualmente ocurre durante un conflicto es que la atención y una parte importante de los recursos del Estado se orientan a resolver o manejar el conflicto –los temas de seguridad y criminalidad– mientras que las políticas sociales, económicas y de buen gobierno quedan relegadas a segunda prioridad. El drama es que lo urgente no da tiempo para lo importante.
2. Generalmente los acuerdos de paz crean en la población de los respectivos países unas expectativas enormes de cambio y transformación. Los ciudadanos piensan que en poco tiempo sus problemas se resolverán. Por eso, lo más importante es crear la consciencia de que la paz es una responsabilidad de todos y no solo del Gobierno y las instituciones.
Solamente dentro de esta perspectiva de cooperación entre el Estado y todos los sectores de la sociedad sin distingo –empresarios, trabajadores, universidades, fundaciones, organizaciones no gubernamentales, etc– se pueden llenar buena parte de esas expectativas de cambio y transformación. Pero, sobre todo, dentro de esa perspectiva de trabajo conjunto por la paz, todos se sienten partícipes de la construcción del nuevo país y asumen la responsabilidad que les corresponde.
Sin el aporte de todos y el sentimiento mayoritario de que se trata de una tarea colectiva, en poco tiempo la paz se convierte en una frustración.
3. Desde muy temprano, todos los ciudadanos y sectores sociales deben entender que el posconflicto no es un proceso de años, sino de décadas. No solo que se requiere el aporte de todos, sino que en muchos casos hay que emprender reformas estructurales del Estado y cambios de actitud en la población que toman años o décadas.
4. El sistema educativo y la pedagogía son claves para la paz. Es en el colegio y en el seno de las familias donde se formarán las nuevas generaciones de colombianos con valores y cultura de paz. No es solamente dejar las armas, sino también el odio. No es solamente desmovilizar los aparatos armados ilegales, sino las cadenas de intolerancia que se han creado.
Respeto a todas las diferencias de raza, genero, religión, educación, posición socioeconómica, ideologías, todas. Sin ello, la paz no es más que un discurso vacío.
5. El desafío más importante de una estrategia de comunicaciones para el posconflicto es lograr que cada persona sienta que la paz le atañe directamente. Si no hay ciudadanos que la asumen como propia, diciendo esto es conmigo, no hay paz. Habrá un proceso de fin del conflicto, pero no un escenario para la construcción de una paz sostenible.
Esa actitud individual de literalmente adueñarse de la paz es indispensable. ¿Qué puedo hacer yo por la paz de Colombia? ¿Yo estudiante, ama de casa, sindicalista, dueño de empresa, campesino, chofer de bus, banquero, empleado de fábrica? Si es empresario, reinvierta las utilidades en Colombia y no las invierta en Miami; si es sindicalista, pelee por los derechos de los trabajadores sin tirar piedra; si es ama de casa, inculque a sus hijos los valores de respeto a los demás y no la violencia; si es estudiante, prepárese lo mejor que pueda y quédese a trabajar en Colombia.
Cada acto que hacemos cada día puede contribuir silenciosamente a la paz o al conflicto. Siempre es una decisión personal y es la actitud con la cual asumimos el momento histórico que vive Colombia.
6. La paz que queremos construir es para todos los habitantes de Colombia y no solo para los guerrilleros. Si la paz no significa algo concreto para cada colombiano, se convierte en un proceso sin respaldo popular mayoritario. Así, el posconflicto, o como prefiero llamarlo, la ‘construcción de una paz sostenible’, no se puede limitar al cumplimiento de unos eventuales acuerdos suscritos entre el Gobierno y la guerrilla. Ello, por supuesto, hay que hacerlo, pero es apenas una parte del posconflicto y quizás no sea la más ambiciosa.
7. Hay que trabajar desde ya por la construcción de una paz sostenible sin esperar los resultados de los diálogos de La Habana. De hecho, cuando se revisan las cifras de Colombia de los últimos cinco años, cualquiera puede concluir que en lo económico ya estamos viviendo un proceso de posconflicto.
Lo que pasa es que esas mismas cifras macroeconómicas no muestran la inequidad que hay en el país y el empobrecimiento de campesinos y, en general, del sector rural. Además, desde hace años vivimos un proceso de paz silencioso con las más de 1.000 desmovilizaciones voluntarias que se dan cada año de hombres y mujeres, muchos de ellos menores de edad, que se entregan a las autoridades. Aún sin acuerdos con las Farc y el Eln, el Estado ya está atendiendo miles de exguerrilleros de esos grupos.
8. En el plan de posconflicto que se aplique, importa más el cómo se haga que lo que se haga. La participación de la gente y de las comunidades organizadas en las decisiones de los proyectos, iniciativas y políticas que finalmente se impulsen es determinante. Este es un camino para empoderar a la gente en los temas de paz. Así, la agenda del posconflicto o de la construcción de paz sostenible hay que construirla desde abajo hacia arriba.
Desde lo regional hasta lo nacional y desde las regiones para las regiones. Los empresarios también dentro de ese enfoque de regiones pueden reorientar sus esfuerzos de responsabilidad social empresarial hacia proyectos de reconciliación en los distintos departamentos y municipios y construir sus iniciativas contando con la voz de los interesados.
9. En las elecciones regionales y locales de este año se elegirán a los alcaldes y gobernadores del posconflicto. Ojalá las campañas políticas se ocupen prioritariamente de estos temas de la paz y la reconciliación. Estos gobernantes serán, a partir de enero del 2016, la primera línea del posconflicto en Colombia. Lo que hagan o dejen de hacer por la paz hará toda la diferencia para sus regiones y para el futuro inmediato del país. No solo se trata de silenciar los fusiles y acabar la violencia, sino de construir las bases para una nueva Colombia.
10. Más allá de los temas sociales y económicos del posconflicto, y de las reformas políticas y constitucionales que serán necesarias aplicar como parte de los acuerdos de paz, hay dos temas que están en el centro del asunto de la paz: corrupción y protestas sociales.
El primero hay que resolverlo con reformas y medidas efectivas de inmediata aplicación, y el segundo, manejarlo democráticamente. Si la guerrilla se transforma en partido político, que es uno de los objetivos centrales del actual proceso, el pulso entre Gobierno y oposición, o mejor, entre el establecimiento político y la oposición, no solo se jugará en las elecciones, sino también y quizás con mayor fuerza en las calles, carreteras y campos de Colombia, en forma de protesta legal y ciudadana. ¿Estamos preparados para ello? Será el tema de las noticias cada día.
11. Para llevar a cabo un proceso exitoso de posconflicto hay que crear consensos para la unión nacional. Que existan objetivos comunes construidos entre todos. Y que no se trate de acuerdos solamente en la cúpula de las organizaciones políticas, porque ahí no se sienten representados todos los colombianos. Es un consenso ampliado, incluyendo a las diferentes organizaciones sociales nacionales y regionales que emergerán como parte del posconflicto.
La política en la era del posconflicto será muy diferente a la que estamos acostumbrados: habrá nuevos actores, nuevos temas y más ambiciosos objetivos por alcanzar como país.
RICARDO SANTAMARÍA
Especial para EL TIEMPO
Fellow 2014-2015 del Weatherhead Center for International Affairs, Universidad de Harvard
RICARDO SANTAMARÍA
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