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La historia inédita del Plan Colombia a sus 15 años

Reunión Obama-Santos no solo celebra años de ayuda; también busca reenfocarla hacia el posconflicto.

El Plan Colombia surgió en el seno de la Alianza para el Cambio, la coalición política que llevó a la Presidencia de la República a Andrés Pastrana. La primera vez que se oyó de él fue el 8 de junio de 1998, en un memorable discurso que sobre la paz pronunció en el Hotel Tequendama el entonces candidato. Las palabras que se escucharon ese día en el emblemático salón Rojo sirvieron de preámbulo al acercamiento entre las Farc y la campaña de Pastrana Arango, que se traduciría en el proceso de paz que posteriormente acordaron iniciar con el nuevo gobierno.
El discurso fue escrito a seis manos entre Guillermo Fernández de Soto, director de campaña y amigo personal del candidato; Víctor G. Ricardo, quien adelantó las aproximaciones con las Farc, y Rafael Pardo Rueda, quien a nombre de Cambio Radical formaba parte de los directores de dicha campaña. Allí se planteó por primera vez la necesidad de poner en marcha una política exterior que convocara el respaldo político, la cooperación financiera y la asistencia técnica de la comunidad internacional, para combatir el narcotráfico, la insurgencia y la pobreza, en un marco de fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas. La iniciativa se identificó como un ‘Nuevo Plan Marshall para Colombia’.
Después de ganar las elecciones, el presidente Pastrana fue invitado a los Estados Unidos por el presidente Clinton, antes de su posesión. La reunión se llevó a cabo el 3 de agosto del 98. Al mandatario electo lo acompañaron el canciller designado Fernández de Soto y el nuevo ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda. La ocasión sirvió de oportunidad para plantear la solidaridad americana al más alto nivel. Ante el riesgo de que Colombia se convirtiera en un Estado fallido, Clinton acogió de inmediato la iniciativa del ‘Nuevo Plan Marshall’. Con tal entusiasmo que como epílogo de la reunión le pidió a la secretaria de Estado Madeleine Albright que cancelara un viaje al exterior y se reuniera ese mismo día con la comitiva colombiana, para dialogar sobre el asunto.
Los primeros meses del nuevo gobierno se concentraron en el diseño y puesta en marcha del proceso de paz con las Farc. Pastrana había recibido en las urnas un “mandato por la paz”. Inicialmente, la idea consistía en que una vez se instalara la mesa de la negociación, en enero de 1999, el gobierno diseñara el Plan Colombia y luego se lo presentara a la comunidad internacional. Pero lo que ocurría en el terreno de la confrontación con las Farc hizo avanzar más rápido en la conceptualización del plan de ayuda internacional.
Sin duda, una de las acciones que más evidenciaron la necesidad del Plan Colombia fue la toma de Mitú, que ocurrió el 1.º de noviembre de 1998, por cerca de 2.000 guerrilleros. En la prensa internacional se alcanzó a registrar que desde la Gobernación del Vaupés despachaba el hermano de ‘Jojoy’. Como ministro del Interior, coordiné una reunión de urgencia en la Dirección de la Policía Nacional para evaluar la situación, mientras se incorporaba a ella el presidente Pastrana, quien estaba llegando del exterior. La cumbre contó con la presencia del canciller Fernández de Soto, del ministro Lloreda, del comandante de las Fuerza Militares, Fernando Tapias; del comandante del Ejército, Jorge Mora Rangel, y del general Rosso José Serrano, director de la Policía. El silencio de los asistentes fue mayúsculo al escuchar que la retoma de esta capital era prácticamente imposible, por absoluta carencia de logística para la movilización por aire de policías y soldados. El país solamente contaba con cuatro helicópteros artillados Black Hawk y no se podían desplazar los aviones hasta Mitú, porque la pista había sido copada por los insurgentes. Ante semejante panorama, la única alternativa era llevar a cabo la retoma por tierra, desde la base brasileña de Querari, para lo cual el canciller Fernández de Soto se movió como pez en el agua con las autoridades del Brasil.
Indudablemente, este hecho condujo al Gobierno colombiano a acelerar sus contactos diplomáticos para lograr la puesta en marcha del Plan Colombia. Como resultado de ello, el presidente Clinton ordenó al subsecretario de Estado para asuntos políticos, Thomas Pickering, que se trasladara a Bogotá y coordinara los esfuerzos para dar vida a esta iniciativa. El Gobierno americano entendía que, con las limitaciones militares existentes, Colombia no podría superar el conflicto narcoguerrillero, y se imponía un programa de cooperación internacional con nuestro país, sin antecedentes.
La primera reunión se llevó a cabo el 9 de agosto de 1999, en la Casa de Nariño. El presidente Pastrana presidió la reunión y estuvo acompañado del ministro del Interior, Néstor Humberto Martínez; del canciller, Guillermo Fernández de Soto; del ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda; del ministro de Hacienda, Juan Camilo Restrepo; del director de Planeación, Jaime Ruiz, y del comisionado de Paz, Víctor G. Ricardo.
En este encuentro prevaleció la vieja visión de las autoridades americanas de combatir el narcotráfico a través de programas de interdicción y de erradicación de cultivos ilícitos por aspersión aérea. La preocupación central de Pickering era lograr un plan de erradicación en el Putumayo, departamento en el cual se concentraba en la época la mitad de los cultivos de coca nacionales, que ascendían a cerca de 120.000 hectáreas. Jaime Ruiz planteó la conveniencia de matizar ese objetivo con el financiamiento de programas sociales, que hicieran sostenibles las tareas de erradicación, y una mayor cooperación orientada al fortalecimiento de nuestras Fuerzas Armadas y de Policía, para dar continuidad a los éxitos que se obtuvieran. La verdad es que el plan en el que había trabajado el Gobierno colombiano contenía diez estrategias, que excedían lo que se vislumbraba como un simple plan antidrogas.
Pickering lo entendió y pidió que Jaime Ruiz viajara por un par de semanas a Washington para trabajar con su equipo del Departamento de Estado y diseñar así una visión más balanceada para el Plan Colombia. Así ocurrió y por ello las primeras versiones definitivas del plan se conocieron en inglés y luego se traducirían al español, bajo el título de ‘Plan Colombia: Plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado (1999)’. El ministro de Relaciones Exteriores Fernández de Soto se reservó el derecho de aprobar la última versión, por ser uno de los inspiradores del proceso de paz y porque le interesaba que el plan se nutriera de proyectos que fueran igualmente interesantes para la Unión Europea.
El documento quedó listo a las pocas semanas y dio lugar a una nueva reunión a finales de septiembre entre el presidente Pastrana y el presidente Clinton, quien encontró limitaciones presupuestales para impulsar en su Congreso el Plan Colombia, por lo que debió posponer la iniciativa hasta el mes de enero del 2010, la que finalmente se aprobaría a finales de junio de ese año por la Cámara americana. Así, Colombia se convirtió en el más grande receptor de ayuda de Estados Unidos en todo el hemisferio.
Mucho se le debe al presidente Clinton. Él, personalmente, ambientó el plan entre los dos partidos y logró un apoyo bipartidista sin precedentes para la iniciativa. Un día antes de que se aprobara en el Congreso americano el Plan Colombia, con aportes por 1.300 millones de dólares, se conocieron objeciones a nuestro país en materia de derechos humanos, provenientes del delegado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y de Human Rights Watch. Ni aún así fue posible parar la iniciativa; estaba blindada por un acuerdo de Estado que suscribieron demócratas y republicanos.
La convocatoria internacional para el apoyo al Plan Colombia fue un éxito. El vicepresidente del Banco Mundial; Enrique Iglesias, del BID, y Enrique García, de la CAF, avalaron el ambicioso proyecto de cooperación internacional y acompañaron a las autoridades colombianas en su presentación ante la comunidad de naciones, que con entusiasmo apoyó la iniciativa, con contadas excepciones, como la de Venezuela, que por boca de su presidente Hugo Chávez manifestó que el Plan Colombia conduciría a la “vietnamización” de la región.
Mientras el apoyo internacional al plan fue todo un éxito, en Colombia –en contraste– la iniciativa dio lugar a un debate álgido, producto de la fractura política existente. Los extremos se juntaron: la oposición al gobierno de Pastrana y la izquierda actuaron monolíticamente en su contra. Luis Guillermo Vélez fue uno de los más enconados contradictores del Plan Colombia y lideró varios debates en el Congreso, que sorteamos sin dificultad. Aún así, fue frustrante ver que una iniciativa de esta envergadura no obtuviera inicialmente el consenso de todos los sectores de la política nacional.
El Plan Colombia cambió sustancialmente a nuestro favor la relación de fuerzas con la insurgencia. Por ejemplo, de los cuatro helicópteros artillados pasamos a cerca de 100 al terminar el gobierno de Pastrana. No tengo duda de que, con sentido de responsabilidad, en la medida en que avanzaba sin éxito el proceso del Caguán, el Presidente se dio a la tarea de consolidar en paralelo una salida al conflicto por la vía del uso legítimo de la fuerza. No puede olvidarse que el componente militar representaba casi el 70 por ciento de la ayuda norteamericana.
Pastrana actuó con convicción y con lealtad frente al proceso que convino con ‘Tirofijo’. Pero la voluntad de reconciliación de las Farc era muy frágil en ese momento. Los miembros del secretariado eran marcadamente guerreristas y confiaban en su capacidad militar. Así pudimos constatarlo Jaime Ruiz –jefe del Departamento de Planeación Nacional– y el suscrito ministro del Interior de la época, quienes fuimos designados por el Presidente de la República para negociar con ‘Tirofijo’ y ‘Raúl Reyes’, en la ceremonia de instalación de los diálogos del Caguán, en enero de 1999. Acudiendo a la cita, luego de varias horas de camino por una trocha, fuimos interceptados por el ‘Mono Jojoy’, quien manifestó que no creía en el proceso y que tenía la certeza de que alcanzarían el poder por el camino de las armas. De ello dimos cuenta inmediatamente al Presidente, quien, estoy seguro, debió tener presente en todo momento este testimonio.
Lo cierto es que con el Plan Colombia, Andrés Pastrana ideó un plan institucional para confrontar la insurgencia y aclimatar la paz. Su sucesor, Álvaro Uribe, aprovechó al máximo los nuevos recursos para consolidar la seguridad democrática. Las victorias militares obtenidas por él y por Juan Manuel Santos, primero como ministro de Defensa y luego como presidente de la República, llevaron a la mesa de la negociación a las Farc. Estos tres ilustres colombianos, desde sus propias convicciones, han trabajado por la paz de Colombia y esta, cada vez más cerca, lleva la impronta de su inspiración.
Sin embargo, cuando este jueves el presidente Obama sirva de anfitrión en la Casa Blanca en el acto de celebración de los primeros tres lustros del Plan Colombia, los tres ilustres compatriotas no estarán en la misma mesa. Quedará evidenciado, como en el pasado, que el bipartidismo americano nos sigue apoyando monolíticamente; que la comunidad internacional nos rodea en el empeño de nuestro pueblo por alcanzar la paz, pero que la mezquindad sigue siendo parte de la política doméstica. ¿Hasta cuándo?
Primer día de la agenda
La agenda del presidente Juan Manuel Santos en Washington comienza hoy con entrevistas en medios. En la mañana hablará con centros de pensamiento como el Atlantic Council, el Diálogo Interamericano, el Council of the Americas, el Wilson Center y el Instituto para la Paz. A mediodía, asistirá al almuerzo ofrecido por la Cámara de Comercio de EE. UU., donde hablará del proceso de paz y el estado de la economía. El portavoz de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, lo recibirá luego, en una reunión clave dentro del interés de reenfocar el Plan Colombia. Santos inaugurará la nueva sede de la embajada, donde funcionarán el consulado, la representación ante la OEA y otras dependencias. En la noche, asistirá al show Delirio, de Cali, en el Teatro Lincoln.
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ
Fue ministro de Justicia, director del Banco de la República y primer ministro de la Presidencia de J. M. Santos.
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