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Proceso de Paz

Lecciones de la victoria del 'No' en el proceso de paz de Guatemala

Gustavo Porras (i), negociador jefe de Guatemala, y Rolando Morán, comandante de la Urng, luego de firmar el acuerdo de paz el 29 de diciembre de 1996 en la sede del Gobierno guatemalteco.

Gustavo Porras (i), negociador jefe de Guatemala, y Rolando Morán, comandante de la Urng, luego de firmar el acuerdo de paz el 29 de diciembre de 1996 en la sede del Gobierno guatemalteco.

Foto:AFP

Habla Gustavo Porras, negociador de paz en ese país, donde campaña por el 'Sí' perdió un referendo.

“Un acuerdo de paz es complejo; ponerlo a la población para que dijera ‘Sí’ o ‘No’ fue una apuesta muy riesgosa”, dice Gustavo Porras Castejón, exmiembro del Ejército Guerrillero de los Pobres y signatario por parte del Gobierno del acuerdo de paz de Guatemala con la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (Urng) en 1996.
En ese país se realizó un referendo el 16 de mayo de 1999 para aprobar las reformas constitucionales planteadas en uno de los puntos del acuerdo de paz. Con una participación del 18,6 por ciento, ganó el ‘No’.
¿La situación con la guerrilla en Guatemala era similar a la de Colombia?
Lo que pasa es que en Guatemala ocurrió una situación muy sui generis: el poder del Estado nunca fue amenazado militarmente; la guerrilla nunca tuvo aquí ni una centésima de la fuerza militar que las Farc adquirieron en Colombia.
La guerrilla, sin proponérselo, fue el detonante de una revolución inmensa de los pueblos indígenas y lo que hubo en los acuerdos de paz de resarcimiento fue para esa población.
¿El referendo en Guatemala tenía que ver con todos los puntos del acuerdo?
Los acuerdos se firmaron y quedaron plenamente válidos el 29 de diciembre de 1996, y tres años después, como parte del cumplimiento de los acuerdos, se presentaron al Congreso las reformas constitucionales. Esas reformas fueron las que el pueblo guatemalteco no aprobó.
¿Qué pasó durante los tres años entre la firma del acuerdo y el referendo?
Las reformas constitucionales requerían las dos terceras partes del voto del Congreso, lo que el gobierno del presidente Arzú no tenía, por lo que hubo que negociar con la oposición la mayoría calificada. La oposición terminó convirtiendo lo que originalmente eran 12 reformas en 50, y se creó una situación en la que solamente acudió el 18 por ciento de los votantes, y ganó el ‘No’. Pero ganó únicamente en la capital; en los otros lugares ganó el ‘Sí’.
La abstención en Guatemala fue de más del 80 por ciento. ¿Por qué cree que la gente no fue a votar?
Si ya de por sí en América Latina es difícil que un ciudadano tenga suficientes elementos de juicio para elegir entre un candidato y otro, imagínese para preguntarle si está de acuerdo o no con unas reformas a la constitución sin antes explicarle qué le van a preguntar y qué consecuencias tiene cada cosa. Pedirle a toda la población que se interese y se ponga a estudiar cómo va a quedar la constitución, es casi imposible.
A pesar de eso, ganó el ‘No’. ¿Cómo lo explica?
Porque el partido con el cual teníamos que negociar fue introduciendo más y más cambios en las reformas, el Congreso después las aprobó, pero ya eran muchas más. Entonces, era lógico que la población votara ‘No’.
¿Qué siguió para Guatemala cuando se rechazaron estas reformas producto del acuerdo de paz?
Hubo una confusión, pero esas reformas no eran indispensables para el cumplimiento de los acuerdos. Las reformas no tenían la trascendencia que la extrema derecha decidió darles.
¿Cómo respondió la Urng ante la votación negativa?
Lo lamentaron pero tampoco pensaron que los acuerdos se pararían, la consulta no era precondición para aplicarlos.
Además, la voluntad de paz de la Urng era tal, que, por ejemplo, cuando se firmaron los acuerdos, la desmovilización de la guerrilla estaría supervisada por los cascos azules de Naciones Unidas, pero un miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas bloqueó inicialmente esa misión; entonces, la guerrilla se quedó unos cuatro meses con sus armas, sin que se registrara ningún incidente violento.
¿Se planteó una asamblea constituyente?
Después de las negociaciones de paz, lo dijimos: “Si en este momento como estamos convocamos a una constituyente, ni siquiera podemos tener la seguridad de que esa asamblea nacional constituyente refrende los acuerdos”.
¿Cree que fue un error que en Colombia se sometiera a plebiscito el acuerdo?
Creo que fue una apuesta temeraria someter acuerdos difíciles de captar en su significado. No estoy subestimando a nadie, y ponerlos a la población así, para que dijera ‘Sí’ o ‘No’, fue una apuesta muy riesgosa.
¿Qué piensa de la abstención en el caso colombiano?
A mí me parece que una asistencia del 40 por ciento es una cifra muy respetable en este tipo de consultas. Recuerdo cuando se sometió a plebiscito si Noruega entraba o no a la Unión Europea y ni siquiera el 20 por ciento de los votantes asistió.
¿Le parece que deberíamos renegociar nuestro acuerdo?
Yo creo que todos los colombianos quieren la paz y que el tema es que a unos les pareció que el acuerdo era bueno y a otros malo. Me parece que lo que más impactó era que la paz iba a tener un costo desmesurado. Yo pienso que si las cosas se manejan bien, espero que sí y les tengo confianza a la madurez de las fuerzas políticas colombianas, esto que pasó les puede ahorrar problemas serios en el posconflicto. Si el acuerdo simplemente se imponía, los que no estaban de acuerdo se hubieran quedado años discutiendo, y viceversa.
¿Qué lecciones puede aprender Colombia de todo el proceso en Guatemala?
Lecciones, no; experiencias, como las dificultades del posconflicto. En la última fase de las negociaciones, pronunciarme sobre el tema era muy satisfactorio. El posconflicto, en cambio, es muy avaro. Hay algo fundamental: nadie piense que la paz significa automáticamente réditos políticos. El posconflicto es muy controversial, de manera que el que firma la paz debe hacerlo como algo importante para su país, de lo que en lo personal o político no va a sacar ningún provecho.
¿Qué cambió después de la implementación del acuerdo?
Además de la paz política, que se cumplió al 100 %, la situación de los indígenas. En Guatemala, casi la mitad de la población se define como indígena y el acuerdo mejoró no solo el aspecto socioeconómico, sino la lucha contra la discriminación, el racismo, el reconocimiento de la cultura ancestral, su acceso a altos cargos del Estado. Todo esto avanzó en Guatemala.
MARÍA ISABEL ORTIZ F.
Escuela de Periodismo Multimedia de EL TIEMPO
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