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Los 40 días y 40 noches que pasaron para conseguir el nuevo acuerdo

Desde el plebiscito hasta el texto reformado, así pasaron los días entre un acuerdo de paz y otro.

ARMANDO NEIRA
El golpe por la derrota en el plebiscito, el domingo 2 de octubre, se sintió como un mazazo en la Casa de Nariño. Sin embargo, en medio de la incertidumbre de aquella noche, el presidente Juan Manuel Santos tomó tres rápidas decisiones: reconocer el resultado, persistir en la búsqueda de la paz y escuchar a las voces del ‘No’ para llevar sus exigencias a La Habana.
Al día siguiente, a las 10 y 45 de la noche, un avión Fokker 28 de la Fuerza Aérea despegó del aeropuerto de Catam, en el occidente de Bogotá, con Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador; Sergio Jaramillo, alto comisionado de Paz y 15 personas más.
En la cabina, los pilotos enfrentaban otro contratiempo. El huracán Matthew, que según algunos había influido en el fracaso del ‘Sí’, obligaba a hacer una inesperada escala en San Andrés antes de ir a La Habana.
Al contrario de lo que podría pensarse, no era un vuelo triste porque, como había ocurrido en los momentos de crisis del proceso, la instrucción era entrar en ‘modo pausa’. Es decir que en las coyunturas más angustiantes, lo mejor era concentrarse en las posibles salidas y no quedarse en el lamento.
Había dos propósitos urgentes: abrir un espacio para una renegociación y acordar un protocolo para proteger el cese del fuego. Un solo disparo en las montañas del país habría puesto en riesgo el proceso.
Temprano, a la mañana siguiente, los representantes del Estado se encontraron con los negociadores de las Farc. Ninguno tenía semblante de haber pasado una noche tranquila.
En Bogotá, entre tanto, Santos y miembros de su círculo más cercano empezaban la negociación con los líderes del ‘No’, con todos sin excepciones. El miércoles 5, el jefe de Estado recibió al expresidente Álvaro Uribe Vélez. Era el primer cara a cara de los dos tras casi seis años de desencuentros. A pesar de las diferencias, prevaleció el respeto.
Mientras tanto, en Cuba se impuso un ritmo frenético, siempre con una línea abierta con Santos. Cada día, entre la isla y Colombia había por lo menos diez llamadas de evaluación.
Hubo varios viajes a Bogotá para presentarle al Presidente, en persona, los temas más sensibles. Este, por su parte, también recibía un parte de los ministros de Defensa, Luis Carlos Villegas; Interior, Juan Fernando Cristo; la canciller, María Ángela Holguín y el senador Roy Barreras, que tomaban nota de la peticiones del ‘No’. De parte de ellos hubo varios que también mostraron un esfuerzo ejemplar. Por ejemplo, Marta Lucía Ramírez continuó con sus aportes desde el hospital en donde su madre fallecía.
Por fin, la delegación volvió a Cuba con una carpeta en la que estaban ordenadas, una por una, 500 exigencias de los vencedores en el plebiscito.
Nace un ‘youtuber’
Con ellas llegaron al sector de El Laguito, un apacible refugio de jardines cuidados, árboles frondosos y grandes mansiones que el gobierno cubano destina para sus huéspedes más ilustres. Allí, durante los cuatro años de conversaciones, convivieron por separado los delegados de Santos y los de ‘Timochenko’, jefe máximo de las Farc. Pero ahora el clima había mejorado.
Tras el cierre del primer acuerdo, el 24 de agosto, ya se habían entregado las instalaciones del Hotel Palco, donde la mesa sesionó desde el 2012. Así que a buscar un sitio nuevo. Por comodidad y rapidez se acordó que se haría en el comedor o en la sala de las casas donde ahora todos pasaban la noche en vela.
Aunque los encuentros eran muy difíciles, era evidente el esfuerzo por subsanar los errores cometidos.
Así, por ejemplo, el núcleo duro de esta guerrilla marxista aceptó conversar con cristianos, católicos y protestantes para contarles que el acuerdo no buscaba acabar la familia ni afectar sus creencias religiosas.
En el equipo de Gobierno hubo una autocrítica del manejo de las comunicaciones. Diagnosticaron que habían sido excesivamente formales, casi asépticos. Entonces optaron por transmitir ahora los hechos como son, con sentimientos incluidos y en sintonía con los tiempos modernos, como los youtuber.
Con un celular y sin jamás editar un segundo, De la Calle empezó a informarles a los colombianos lo ocurrido. Fue tan exitoso que se ganó el título del ‘ ‘youtuber’ de Manzanares’, en alusión al encantador pueblo caldense en donde nació el 14 de julio de 1946.
El sábado 5 de noviembre arrancó la recta final con la mirada puesta en las casi 500 propuestas del ‘No’, las 297 páginas de lo que ahora era el ‘viejo’ acuerdo y de reojo en la televisión, que dedicaba una amplia cobertura a las elecciones en Estados Unidos.
El martes 8, la noche los cogió en plena discusión cuando, ¡oh sorpresa!, se anunció el triunfo de Donald Trump. De lado y lado, volvieron los ceños fruncidos.
Vientos de guerra
Aunque era evidente que la noticia tendría unos efectos impredecibles, nadie dijo nada porque estaban en una discusión muy tensa. Hubo un momento en que todo pareció salirse de cauce y se escuchó la temida frase: “Entonces volvemos al combate”. ‘Iván Márquez’, cuenta una fuente, gritó: “¡Basta ya!”, en referencia a las imposiciones en nombre del ‘No’ que trataba de hacer el Gobierno, mientras recibía presiones de las bases guerrilleras para indagar, y de los países para cerrar la negociación.
Para ese momento, ninguno había dormido más de tres horas cada día y todos aceptaban con resignación la pizza o el sándwich de alimento. Se había decidido ni siquiera ir a comer: una pausa podría quitarle ritmo a la negociación.
Pese al hambre, que se atenuaba con bocadillos veleños (del Gobierno) y galletas (de la guerrilla), a ninguno se le ocurría pararse. En la mesa se discutía la cárcel y la elegibilidad política, dos puntos en los que las Farc no cedieron. Era difícil establecer qué pesaba más en el ambiente, si el cansancio, la tensión o el miedo a que todo explotara y volviera la guerra.
El tira y afloje continuó hasta el viernes 11, cuando, por fin, sintieron que la situación se destrabó. Empezaron a ensamblar las 90 páginas de los nuevos puntos en el acuerdo original.
Había que retirar, suprimir, modificar y aclarar, tarea que les impedía volver a Bogotá. Los miembros de las Farc se incomodaron con el presidente Santos porque este, en la alocución del sábado 12 a las 8 de la noche, en la cual anunció el acuerdo “final, final”, no reconoció públicamente lo que la guerrilla había cedido. Es más, ‘Márquez’ desaprobó publicar fragmentos del acuerdo porque, según él, el país debería conocerlo en su integridad para evitar distorsiones.
Los pilotos atrapados
Los miembros del Gobierno que ya habían mandado sus maletas al avión quedaron en suspenso. Los pilotos en la cabina se quedaron esperando en la pista. Todos pasaron la noche con la misma ropa para levantarse el domingo y continuar la tarea.
‘Pastor Alape’ pidió que los entendieran a ellos. A esa misma hora, dijo, en el monte, miles de guerrilleros llevaban más de un mes en vilo sin saber para dónde coger y con los alimentos cada vez más escasos. Era un milagro que tras medio siglo de combates hasta ahora no hubiera habido ni un disparo.
La copia definitiva del reciente texto se terminó de imprimir en 310 páginas. Se hicieron dos copias. Cada una de las hojas las firmaron De la Calle e ‘Iván Márquez’. Tras 40 días habían logrado un nuevo acuerdo. En esta ocasión no hubo pompa ni reflectores. “Con humildad reconozco que este acuerdo es mejor”, dijo De la Calle.
Entonces, Jaramillo Caro, filólogo, filósofo y descendiente de los guardianes del idioma José Eusebio Caro, Miguel Antonio Caro y Luis Eduardo Nieto Caballero, resumió en una expresión callejera la sensación general: “¡Quedamos como un chupo!”
A la una de la mañana del 14 de noviembre, los delegados del Gobierno salieron hacia el aeropuerto José Martí. El vuelo fue intranquilo por las turbulencias. Arribaron a Bogotá casi a las 6 de la mañana. Mientras el país se levantaba ese lunes festivo, ellos solo querían irse a dormir.
ARMANDO NEIRA
Redactor EL TIEMPO
En Twitter: @armandoneira
ARMANDO NEIRA
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