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Proceso de Paz

'Acuerdo con Farc puede ser un punto de partida'

Carlos Arturo Velandia, alias 'Felipe Torres', fue miembro de la dirección nacional del Ejército de Liberación Nacional (Eln).

Carlos Arturo Velandia, alias 'Felipe Torres', fue miembro de la dirección nacional del Ejército de Liberación Nacional (Eln).

Foto:Héctor Fabio Zamora / EL TIEMPO

'Felipe Torres', como se lo conoció en el Eln, habla de la posibilidad de un cese unilateral.

Carlos Arturo Velandia es el nombre de ciudad de quien alzado en armas en la guerrilla del Eln fue el comandante ‘Felipe Torres’, en algún momento miembro de la dirección nacional de esa organización.
Ya no es guerrillero. Es revolucionario, con ADN eleno desde 1970, cuando tenía 18 años, convencido hoy de que la insurgencia armada y la guerra que esta trae son el mayor obstáculo para conseguir la revolución, para alcanzar la verdadera justicia social, convertida para personas como él en la principal, acaso la única, razón de existir.
Comandó trascendentales operaciones de insurgencia, trazó línea ideológica y política, durante prolongado tiempo estuvo preso sin claudicaciones, y hoy es un ciudadano, gestor de paz voluntario en el acercamiento del Gobierno con esa guerrilla. Algo que de resultar exitoso puede no solo darle la vuelta al momento desorientado que vive el país a cuenta del plebiscito reciente, sino consolidar una fórmula efectiva de “acuerdo nacional, amplio y multipartito” que le ponga fin, sin matices ni más dilaciones, a la confrontación armada con las Farc y el Eln. (Lea también: Ronda de negociaciones con el Eln se iniciará el 3 de noviembre)
Empezamos este diálogo en la librería Abaco, en Cartagena, el 26 de septiembre pasado, con mutua esperanza tras la firma del acuerdo con las Farc, y concluimos con este reportaje para EL TIEMPO cuando las instituciones o las esperanzas de paz parecerían tambalear tras la mayoría plebiscitaria que rechazó dicho pacto. Carlos Velandia cree que se abre una importante puerta para un acuerdo de paz integral, trabaja en esa tarea, y explica cómo todo esto puede ocurrir, incluso en muy breve tiempo.
¿Está dispuesto el Eln a un acuerdo de paz, a cambiar definitivamente armas por debate democrático?
Categóricamente sí. El Eln ha estado listo desde los años noventa. Ha dialogado sobre esto con todos los gobiernos a partir de entonces, incluso con el gobierno de Álvaro Uribe. En el quinto congreso de la organización, a finales del 2014, se planteó con mucha certeza la visión de dejar las armas.
¿Liberará el Eln a los secuestrados como condición para continuar la mesa de diálogo que empezó en marzo?
Ya empezó a hacerlo. Es una condición razonable desde el punto de vista del Gobierno y la comunidad. He pedido al Eln aceptar esa condición sana. Pero, naturalmente, puesto que el diálogo para llegar a un acuerdo no supone debilidad o imposición de ninguna de las partes, deben propiciarse de lado y lado las condiciones para darle continuidad a esa mesa en una fase pública. Esto supone avanzar en la arquitectura del proceso, la fijación de la agenda y la definición de la metodología.
¿Falló en eso la mesa de discusión con las Farc, en la publicidad, en la invitación a oír otras voces sociales?
Valorando profundamente el desarrollo de las etapas para llegar a ese acuerdo, quizá faltaron gestos contundentes de publicidad, de llamado a lo que el camilismo denomina la sociedad civil popular, y en general a la que podría catalogarse sociedad civil oligárquica (empresarios, terratenientes, entre otros). Hubo foros con invitación a víctimas y otros sectores, pero no fue esta la metodología rectora.
La mesa con el Eln se concibe y debe ser una mesa social para la paz. Esto supone un modelo de participación de todos estos sectores civiles, territorios, además del Gobierno, la institucionalidad estatal y la guerrilla. Una mesa abierta, amplia e incluyente, pero no en aspectos nominales, sino en la posibilidad útil de escuchar y conjugar las propuestas y observaciones de todos estos sectores.
El acuerdo con las Farc fue posible porque no se discutió el modelo económico. ¿El Eln renuncia a hacerlo?
La discusión del modelo económico no está en la agenda. Esto tiene unos momentos y no es posible resolverlo todo al unísono en un mismo paquete: hay un primer escenario que es el diálogo social para el fin de la guerra (ahora), de la confrontación armada, lo cual es una prioridad que no da más tiempo.
A partir de esa situación se generan fases de diálogo social para la construcción de la paz y de diálogo democrático, en donde todos los sectores sociales organizados examinan qué es lo que quieren en términos de justicia social. La paz no se consigue por acuerdo ni decreto. Es una construcción de la sociedad en búsqueda de inclusión, equidad, superación de la pobreza, la corrupción o la concentración del poder.
¿El Gobierno le ha faltado a las Farc por el hecho de convocar al plebiscito sobre un acuerdo ya logrado?
No. Se planteó el plebiscito por el Gobierno, antes que la constituyente propuesta por las Farc, pero estas aceptaron el modelo de la refrendación de los acuerdos. Falló el cálculo de posibilidades y tiempos.
¿Se plegará el Eln al acuerdo con las Farc, se vincularía a este momento de posible revisión?
El acuerdo con las Farc, aunque no es suficiente en concepto del Eln, puede ser un punto de partida. Allí hay una experiencia acumulada, legítima y comprobadamente sincera del Gobierno y la guerrilla. No hay que empezar de cero.
En la crisis institucional ocasionada por el revés en el plebiscito se abrió la gran oportunidad para un acuerdo democrático de paz, nacional, amplio, multipartita e incluyente. De manera que sería posible entrar en esa fórmula de acuerdo, enriqueciéndola en cuanto a la participación de todos los sectores políticos y sociales, incluido el Eln. Esto no significa, en modo alguno, obedecer los trazos del expresidente Uribe, sino ampliar la mesa. Imagino un escenario de solución en el que el Eln se sume a esta coyuntura con un cese unilateral del fuego y de hostilidades, en donde avance la mesa pública de su propio acuerdo, incluso con concentración en zonas de manera similar a lo ya pactado, pero unas zonas convertidas en mesa de diálogo social para la paz, literalmente más abiertas a todos los sectores que tienen tanto que decir en este conflicto (campamentos de paz). Un escenario de consenso, en donde incluso pueda debatirse una posibilidad preconstituyente.
¿En ese diálogo nacional debe estar Uribe?
El Centro Democrático tiene que contribuir a aliviar el lío que se ha formado. La misma sociedad debe forzar a que Uribe esté allí. Él debe esclarecer su “sentido patriótico”, hoy seriamente interrogado, mostrando que esta coyuntura le importa más que las elecciones del 2018. Es imaginable que deje allí sus propuestas, pero no participe directamente, pues no es gobierno. Las Farc, que obraron con sinceridad, ni mucho menos la sociedad deben pagar los platos rotos del plebiscito. El presidente Santos no puede dejarse atrapar en un diálogo de élites políticas ni económicas. Tiene la posibilidad de convocar a todos los movimientos sociales, a las guerrillas de las Farc y el Eln.
¿Es el sancocho del que hablaba Bateman?
La propuesta del diálogo nacional la planteamos junto con Francisco Galán, otro líder del Eln, desde la cárcel en Itagüí años atrás. Bateman proponía preparar algo como un sancocho nacional. Creo en la metáfora, pero menos anárquica, en donde el plato (todos los sectores sociales y económicos) se pronuncien, construyan.
GONZALO CASTELLANOS V.
Especial para EL TIEMPO
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