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Partidos Políticos

‘Uno no puede improvisar una candidatura’: Luis Alberto Moreno

Luis Alberto Moreno dijo que lo eligieron 48 países para ser presidente del BID hasta el 2020 y, por eso, va a cumplir ese compromiso.

Luis Alberto Moreno dijo que lo eligieron 48 países para ser presidente del BID hasta el 2020 y, por eso, va a cumplir ese compromiso.

Foto:Alejandro Bolívar / EFE

Descartó su participación por la presidencia y dijo que le preocupa una descertificación de EE. UU.

Juan Carlos Rojas
Han pasado 19 años desde cuando Luis Alberto Moreno llegó a Washington como embajador de Colombia, durante el gobierno de Andrés Pastrana. Elegido en el 2005 como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el exministro no solo es uno de los más profundos conocedores de lo que pasa en la capital estadounidense sino un agudo observador de la realidad regional.
Su prestigiosa carrera ha llevado a que su nombre esté en el sonajero presidencial desde hace tiempo. En respuesta, el jefe del BID señala que piensa cumplir su periodo en la entidad y expresa su preocupación por temas como una eventual descertificación del país, por parte de la Casa Blanca. Sobre este y otros asuntos, habló con EL TIEMPO.
Se ha dicho que usted será candidato a las elecciones presidenciales del 2018. ¿Va a aspirar o no?
No. A mí me eligieron 48 países para ser presidente del BID hasta el 2020. Voy a cumplir ese compromiso.
¿Por qué será que muchos no le creen?
Porque a veces hay gente que piensa que no, quiere decir tal vez. En mi caso, no es no. Hay dos docenas y media de precandidatos y candidatos. No se necesita uno más.
¿No lo tienta la idea ni un poco?
Claro que lo halaga que haya quien piense que puedo ser presidente de mi país y estar en el sonajero sirve para el ego. Pero hay que ser humilde. Si se trata de ser serio, uno no puede improvisar una candidatura.
Entonces ¿qué va a hacer?
Seguir aquí y ayudar en lo que pueda. Insistir en que necesitamos dejar de mirarnos al ombligo y entender las realidades globales. Y, sobre todo, contribuir a encontrar el consenso en el disenso. Los colombianos debemos ser capaces de aprender a ponernos de acuerdo en cuestiones que van más allá de la política del momento y que tienen que ver con el futuro del país.
¿Y cómo ve ese futuro?
Soy optimista, tenemos cómo construir una sociedad mucho mejor. Lo que pasa es que en esta crisis de liderazgo y polarización es muy fácil perder la esperanza. En lugar de pelearnos entre nosotros deberíamos diseñar un camino para mejorar la educación, la justicia, la seguridad o la revolución tecnológica que está aquí y no parece estar en la mira de nuestros dirigentes.
Eso es más fácil decirlo que hacerlo…
Con voluntad no es tan difícil hacerlo, si hay capacidad de convocatoria y menos ambiciones personales. Remplazar el CVY del cómo voy yo, por el CVT de cómo nos va a todos.
Muchos colombianos creen que el país va por mal camino…
Lo tengo claro. La gran paradoja es que la clase media se duplicó en los últimos años y la pobreza y la desigualdad disminuyeron. No hay duda de que los escándalos de corrupción le pegan duro al ánimo, pero el colombiano promedio es más educado, más sano y más próspero que nunca. Estamos mejor que hace cinco, diez, quince o veinte años.
Pocos comparten eso...
Es lo que muestran los datos y lo que uno ve en la calle. El lío es que tenemos una bronca colectiva que nos impide ver más allá. En lugar de empatía sentimos antipatía. Superar eso requiere trabajo. La visita del Papa sacó lo mejor de todos, pero creo que lo que dijo se olvidó.

En esta crisis de liderazgo y polarización es muy fácil perder la esperanza.

¿Cuál es el riesgo de quedarnos atrapados en la rabia?
Los países que echan para adelante piensan en el futuro, no miran el pasado ni lamentan lo que pudo ser y no fue. Las recriminaciones no sirven, hay otros temas que merecen atención, entre ellos qué hacer para que la economía crezca más rápido.
Si seguimos avanzando por debajo del 2 por ciento anual, nos demoraremos décadas en disminuir más la pobreza o acabar con la miseria. Nos falta reflexionar esto y cómo articular mejor al sector público y al privado.
Deme otro ejemplo
La salud y las pensiones son insostenibles como están planteadas ahora, pero nadie es capaz de hablar con claridad y decirlo de frente. Nuestra población se está envejeciendo y en lugar de pensar en el bienestar de todos, resulta más fácil preservarles los privilegios a unos pocos.
¿Y la justicia?
Es el reto más difícil, porque la impunidad nos está carcomiendo. Es lamentable que los intentos de reforma han fallado desde hace tiempo y el sistema funciona mal.
¿Es partidario de la idea de un referendo?
Soy partidario de caminos para lograr consensos. Ese trabajo toca hacerlo antes de dar la fórmula de cómo se pone en práctica la solución.
¿Le sorprendió el escándalo de Odebrecht?
Por supuesto. Era la constructora más grande de América Latina. Lo que se descubrió da asco y es importante el castigo ejemplar.
¿Hay más corrupción ahora?
Nadie lo sabe, pero me anima que hay jueces y fiscales haciendo bien su oficio. Es una contradicción que más gente cree que la plata se la roban, pero pasa porque se destapan las ollas podridas.
¿Considera que caen justos por pecadores?
Es un peligro que hay que evitar. A veces la presión de los medios lleva a que se decreten órdenes de captura para darle gusto a la galería o a veces hay tentación de protagonismo que hace daño. Tampoco es bueno que se tienda un manto de duda sobre sectores como el de la construcción. Una cosa es combatir la corrupción y otra paralizar al Estado.
¿Cómo evitar los excesos?
Eliminando tentaciones. Los órganos de control en Colombia no pueden ser un trampolín de aspiraciones políticas. La cabeza de una institución debería estar impedida al presentarse a un cargo de elección popular durante unos años, tras terminar su gestión.
¿Cómo se puede mantener la corrupción a raya?
Con acuerdos suprapartidistas y normas rígidas.
¿Está de acuerdo en que la política tiene la culpa de mucho de lo sucedido?
Totalmente. La financiación de las campañas es la base del problema. Ese debate hay que sincerarlo.
Pasemos a otro tema. Usted estuvo involucrado con el nacimiento del Plan Colombia. ¿Cómo ve la advertencia de ser descertificados por EE. UU.?
Volver a la situación de cuando llegué a Washington a finales del siglo pasado sería lamentable.
¿El mensaje de la Casa Blanca le sorprendió?
La preocupación con el alza de cultivos ilícitos en Colombia venía desde Obama. El consumo volvió a subir y aunque la mayoría de muertes es por cuenta de los opiáceos, las atribuibles a la cocaína también aumentaron. El área cultivada con coca está disparada y si no mostramos resultados pronto tendremos una sorpresa desagradable.
¿No le parece injusto que nos pongan en la picota?
Uno puede pensar lo que quiera sobre la lucha contra las drogas, pero en Washington cada vez son más los que preguntan por qué después de los 11.000 millones de dólares recibidos en cooperación hay más coca que antes.
¿Comparte la idea de que el proceso con las Farc es culpable?
Puede ser, pero me parece irrelevante centrarse en eso o rasgarse las vestiduras. Las Farc deben jugar limpio, pues en Washington aún son catalogados como organización terrorista. Lo importante es cumplir las promesas hechas porque estamos perdiendo credibilidad. Hasta ahora somos considerados un caso de éxito y sería grave que los estadounidenses pasen a creer que somos un fracaso.
¿Y qué debemos hacer para que eso no suceda?
Con una política de erradicación que dé resultados efectivos y comprobables pronto.
¿Cómo ve a la administración Trump frente a América Latina?
Hay cada vez más interés de centrarse en una agenda positiva, de aprovechamiento de oportunidades económicas, que en una negativa. Hay otros asuntos que llaman la atención como el auge del comercio electrónico que en la región crece a tasas del 30 por ciento anual.
¿Cuál es la salida para Venezuela?
Es clave la presión de la comunidad internacional para que el Gobierno respete la Constitución, se liberen los presos políticos y se negocie una solución.
¿Y mientras tanto?
Lo más preocupante es la crisis humanitaria que avanza a mucha velocidad. En Colombia no nos imaginamos lo que significaría que lleguen cientos de miles de refugiados de la noche a la mañana. Es admirable la acogida que les hemos dado.
¿Qué opina de los recientes desastres naturales?
Hay que estar preparados. El ejemplo de México es impresionante por la solidaridad y el profesionalismo de los rescatistas. Me inquieta más el Caribe, donde los códigos de construcción no se cumplen y las aseguradoras dan señales de no dar coberturas en ciertas áreas.
¿Colombia debería hacer ese ejercicio?
Sí. Nuestra vulnerabilidad es inmensa.
Algunas de sus respuestas parecen las de un candidato presidencial…
Insisto en que ni soy ni lo seré. Lo que pasa es que tengo una posición que me permite ver cómo se hacen las cosas en otras latitudes y comparar. Entonces mi papel es dar opiniones francas desde este punto de mira privilegiado que tengo y hacer lo que esté a mi alcance para que al país le vaya bien. El conocimiento que he adquirido, siempre va a estar al servicio de Colombia a la que le debo todo lo que he podido conseguir y hacer.
RICARDO ÁVILA
Subdirector de Opinión de EL TIEMPO
Juan Carlos Rojas
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