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'El país debe reclamarles a las Farc que esta vez cumplan': Gutierrez

'Le cumpliremos al que cumpla', dice el Alcalde de Medellín respecto al proceso de paz.

Ha resultado un hombre muy carismático. ¿De dónde viene usted? Para dónde va?
Vengo de una familia muy bonita: mi papá se llama Hernán, mi mamá se llamaba Amparo, soy el de la mitad entre dos hermanas, lo que llaman ‘sándwich’. Me dio muy duro que a mi mamá no le tocaran estos momentos; murió de cáncer el año pasado.
Pero ella sabía que usted iba a ser el alcalde...
Ella sabía. Me ponía en manos de Dios y me daba muy buenos consejos.
¿Si no tiene herencia, por qué terminó en política?
Quería ser ingeniero civil como mi papá. Pero tuve desde joven varias aproximaciones con la política y me quedó gustando. Primero, cuando en el colegio Alcázares trabajé en un programa para el mejoramiento de vivienda en barrios subnormales, época dura de la violencia en Medellín, año 93, cuando había que pedirle permiso al jefe miliciano. Me mantenía en una burbuja y quedé rayado con eso.
Luego, en el 97, nadie quería saber de política, especialmente la gente joven. Nos juntamos jóvenes de universidades públicas y privadas e hicimos un movimiento que se llamaba Universitarios Haciendo Nación, fruto de la resistencia contra el gobierno Samper por la pérdida de institucionalidad. Eso después no salió muy bien, cada uno por su lado…
Terminé de estudiar, trabajé unos años en la empresa privada y, en el 2003, con dos amigos, en esas sentadas a tomar cerveza y charlar, dijimos: ‘esta es la última oportunidad de participar en política’. Renunciamos al trabajo y con la liquidación sacamos volantes y nos fuimos para la calle. Así logré llegar al Concejo.
Hasta último minuto, nadie lo daba por alcalde de Medellín.
Hasta dos días antes, un encuestador me ponía de último con 40 puntos de desventaja sobre el primero. ¿Sabés qué pasó, María? Que no dejamos de trabajar un minuto. Y en Medellín sí hay voto de opinión. Llegué con libertad política, pero eso no puede convertirse en soberbia.
¿Cómo va a manejar el Concejo de la ciudad y la clase política?
Con respeto. Creo que se les irrespeta cuando se trata de manejar esa relación a partir de puestos y contratos.
Qué se sepa, solo tiene dos concejales. Puede que tenga 19 en contra...
Tengo una magnífica relación con los 21 concejales porque estuve allá ocho años. Y lo único que pedía era independencia y respeto, nada más. Y que se escuchara lo que decía. Eso haré con ellos.
Suena ingenuo. Usted tendrá que entenderse con la política tradicional para poder gobernar…
Tras un mes y quince días de gobierno, no puedo decirle que se me haya arrimado un solo concejal a exigirme que le dé un puesto para votar un proyecto. ¿Qué le hemos dicho al Concejo? Trabajemos. Tengan independencia. La responsabilidad mía es que mis secretarios y yo vayamos a responder los debates.
¿La clase política no le da a usted muy duro?
Hablo con todos. Tengo 41 años. Y así como hay que estar preparados para saber perder, hay que estarlo para saber ganar. Ganando es cuando aparece la soberbia, la arrogancia, y eso es lo peor que le puede pasar a uno.
¿Usted no tiene ningún padrino? Si alguien dice: el alcalde Federico es mío, ¿no es cierto?
No. Sí reconozco muchos liderazgos y hay gente a la que admiro y respeto mucho, con los que he trabajado en este proceso.
¿Cómo quiénes?
A Álvaro Uribe y a Sergio Fajardo los admiro y los respeto. Pero fundamos nuestro propio movimiento, que se llama Creemos. Yo salí por firmas.
Ninguno de los dos lo apoyó…
Los dos tuvieron sus candidatos. Fui yo quien tomó la decisión de irme por firmas, y no fue fácil porque era como irme solo contra el mundo. Pero yo quería ganar de esa forma. Ahí es donde está la diferencia: ¿para qué ganar? ¿Para que me digan alcalde? Eso no me trasnocha. Ganar es para poder hacer cambios, sin arrasar con las cosas buenas que vienen de anteriores administraciones.
¿Cómo es su relación con Fajardo?
Muy buena. Nunca hemos peleado.
Pero tampoco han bailado juntos…
Lo he apoyado mucho, pero hoy estoy concentrado en ser alcalde de. Medellín no arranca cada cuatro años. Tiene un proceso que ahí va. Lo bueno hay que seguirlo mejorando y lo que no sirve, cambiarlo sin hacer tanta bulla. El país está cansado de la polarización. Hay temas fuertes que hay que debatir, pero podemos tener ideas diferentes todos, poniéndonos de acuerdo en lo fundamental.
¿Cuál es su fundamental?
La seguridad. Le pido a la gente de todas las tendencias que me acompañe en esa campaña.
La seguridad está muy atada a lo que haga el Gobierno en el orden nacional…
Cierto. Y de la justicia, que no funciona. Pero yo me le mido. Todos los días hago consejos de seguridad, todos. La seguridad no es de izquierda ni de derecha. Es un derecho y hay que garantizarlo.
¿Cómo?
Con un Estado fuerte que proteja al ciudadano, pero que al mismo tiempo ofrezca oportunidades, con educación y salud. Gobernaré desde la calle para hacer un cambio cultural en Medellín. La cultura ciudadana se ha confundido mucho con la expresión artística. ¿Qué es cultura ciudadana? Hacer lo que yo pueda como ciudadano, para que mi ciudad y mi país sean mejores.
En Bogotá perdimos ese límite entre cultura ciudadana y expresión artística. La ciudad se tapó de grafitis…
Hacer grafitis es expresión artística de algunas personas. Hay que acompañar a esos jóvenes para que desarrollen ese tipo de expresiones en sitios especiales para ello. Pero si se dejan sueltos, eso puede terminar convertido en vandalismo.
¿Cómo es el cuento de que usted es un alcalde que trabaja en la calle?
No tiene sentido trabajar desde una oficina. A mí me gusta es estar en la calle. Ahí soy feliz. ¿Cómo me la he ganado en política? En la calle. Con el ciudadano que no está contabilizado en las maquinarias políticas ni en las encuestas.
¿Es la prueba de que las encuestas pueden ser chimbas, y que no hay que creerles tanto?
En Medellín, las encuestas no han reflejado la realidad, si analiza las últimas elecciones. No desconozco que las encuestas reflejan tendencias, pero Medellín tiene una particularidad: en los últimos 15 días es cuando la gente empieza a conectarse. Ahí tuve un ascenso impresionante. Yo seguía en la calle, haciendo recorridos de 24 horas. La única manera de entender la realidad es estando ahí. No hay otra. Y poniéndose en los zapatos de ese ciudadano.
Hay que ayudarle a Peñalosa a manejar esto en Bogotá, que no pinta fácil. ¿Le daría consejos?
Mal haría yo en darle consejos a Peñalosa. Siempre hay estilos que pueden ser diferentes. Pero, para mí, él es un buen ser humano que quiere trabajar por su ciudad. Sí estamos hablando de temas como el código de policía, de cómo a nivel nacional las capitales también nos tenemos que juntar a pedirle al Gobierno Nacional que haga transformaciones reales, para nosotros poder brindar seguridad en las ciudades.
En voz baja le confieso que mucho habitante de Bogotá sueña con irse a vivir a Medellín...
Medellín sí ha avanzado mucho, pero le falta mucho. La gente quiere a su ciudad, hay sentido de pertenencia. Y eso es lo que ha permitido el avance. Pero también tengo que decirlo: hay cosas que me dan vergüenza de mi ciudad: la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes; la violencia que hay en algunas zonas de la ciudad; el control territorial que hay por parte del crimen organizado. Es una violencia estructural. Para eso quería ser alcalde. Para transformar lo que no funciona. No quiero mostrar cifras que me convengan políticamente. No quiero utilizar una alcaldía como un trampolín político. Solo tengo una cosa clara: si yo lo hago bien, puedo seguir en la política y si no, hasta aquí llegué.
¿Dice la verdad de que no tiene en la mira ser presidente?
La pura verdad. Estoy concentrado trabajando por Medellín. No estoy hoy pensando en otra cosa ni, por lo tanto, cuidándome de qué decir. Todo lo estoy diciendo. Por ejemplo: que en Medellín bajaron los homicidios pero aumentó la criminalidad. Aumentó el control territorial. Aumentó la extorsión. Voy a trabajarle a eso.
Finalmente, ¿cuál es su compromiso como alcalde de Medellín con el proceso de paz? Cuando las Farc convocaron en La Habana a los alcaldes electos, usted no quiso ir...
‘Timochenko’ no representa la institucionalidad. Que le responda primero al país. Mi deber es gobernar a Medellín, y claro que tengo un compromiso con el proceso, pero el país entero debe unirse para reclamarles a las Farc que esta vez sí le cumplan al país. Que no jueguen más con los colombianos, como lo han hecho antes y por lo que muchos tenemos desconfianza. Yo la tengo. Ellos no son los que pueden imponer las condiciones. Las ponemos nosotros. Siguen siendo un grupo arrogante, soberbio, que no tiene claro el sentir de la ciudadanía.
Ustedes ya tuvieron una experiencia en un proceso de desmovilización con los ‘paras’…
Independiente de cuáles son los orígenes, los dos le han hecho un gran daño al país. Mi compromiso como alcalde, pero además en lo personal, es que una vez se firme lo que se está discutiendo en La Habana, la paz se construirá desde los territorios, desde lo local y desde lo regional, y ahí estaré ayudando en lo que nos toca.
¿El experimento de paz con los paramilitares fue exitoso?
Cuando se dio el proceso del Bloque Cacique Nutibara, en el 2003 en Medellín se desmovilizaron 870 hombres y la ciudad asumió ese proceso. En el 2004, arrancando administración justamente de Sergio Fajardo, se hizo un gran proceso de reinserción. Ahora, Medellín tiene que aprovechar esa experiencia para hacer una reflexión seria: en qué acertamos y en qué nos equivocamos.
¿En qué acertaron, por ejemplo?
Funcionó mucho el acompañamiento de estos jóvenes y de sus familias. Eso mismo va a pasar con la guerrilla. Los cabecillas no van a llegar a Medellín, no van a irse para Bogotá, los que llegan a las ciudades y a las regiones son los jóvenes, que lo único que han hecho en su vida es empuñar un arma. ¿Cuál es nuestra apuesta? Que esos jóvenes tengan educación y logren reinsertarse a la sociedad. Así como lo asumí hace 12 años cuando era concejal, en un proceso como el del Cacique Nutibara, aquí va a ser lo mismo: mi compromiso es que una vez se desmovilicen, tendremos que cumplirle al que cumpla.
¿Y qué salió mal en el proceso con los ‘paras’?
Este es un tema de franquicias. De rutas. De mafia. De droga. De ilegalidad. Muchos jóvenes del bloque terminaron otra vez en estructuras criminales. No porque quisieran, porque los obligaban.
¿Quién los obligaba?
Cuando se extraditó a ‘don Berna’, y aparecieron dos tipos tan malos como ‘Sebastián’ y ‘Valenciano’, inmediatamente llamaron a estos jóvenes que hacían parte de la desmovilización a decirles: ‘tomen partido. O están con el uno o con el otro’. Muchos de estos jóvenes quedaron condenados a seguir haciendo parte de la guerra y de esas estructuras mafiosas. Lo peor sería que las Farc se desmovilicen pero que muchos de sus militantes rasos se vean obligados a hacer parte de esas estructuras criminales. Hay que cuidarlos mucho. No es solo que las Farc se desmovilicen y digan que hacen dejación de armas. Es que entreguen las rutas del narcotráfico. Es que entreguen los dineros ilícitos.
Dicen que no tienen un solo peso producto de tantos años de una actividad como la del narcotráfico, y que hay que creerles…
No. Este proceso tiene que ser serio. La paz la queremos todos. Como alcalde me comprometo a que en Medellín haya un proceso de reinserción a la vida civil. Y quiero también acompañar a la región. Medellín tiene un gran compromiso con Antioquia. Y hay ejemplos muy exitosos que se podrían repetir con las Farc.
¿Como el del municipio de San Carlos?
Exactamente. Ese proceso vale la pena mirarlo, que lo conozca el país. San Carlos quedó en el epicentro de la guerra. Llegaron los paramilitares, la guerrilla, y casi que el 80 por ciento de esa población abandonó su vida alrededor de su municipio. Hoy hay un retorno muy bueno. EPM ha apoyado. El municipio ha apoyado. Hay procesos de desminado. En el tema de la paz se necesitan ejemplos concretos, que demuestren que sí se puede. Estamos listos.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO
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