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'El respaldo de Petro a Clara López fue tóxico': Jorge Enrique Robledo

El senador asegura que el gran perdedor en Bogotá es el actual alcalde.

MARÍA ISABEL RUEDA
¿Cómo le fue al Polo en las últimas elecciones? ¿Qué tan grave fue la derrota a la Alcaldía de Bogotá?
El balance me pareció positivo. Claro, menos que lo que hubiera querido. Aspirábamos a tener más votos y haber ganado la Alcaldía de Bogotá. Uno siempre quiere más, pero hay aspectos muy positivos del balance. Creo que al Polo, en medio de las circunstancias, le fue bien.
Usted no estuvo nunca con Petro, gran derrotado de estas elecciones. Pero tampoco lo entusiasmaba mucho Clara López…
Puede que tuviéramos diferencias, pero yo sí estuve con Clara.
Usted estaba con el Polo, que es distinto.
Y con la candidata del Polo. Mi controversia surgió por la forma de la campaña que le hizo a Santos, en la segunda vuelta, para su reelección. Pero no soy una persona de resentimientos y de no cancelar los debates. Clara fue la candidata del partido y le hicimos la campaña lo mejor que pudimos. No me gustó perder la alcaldía, pero tengo que mirar también el conjunto. Y digo que el balance es bueno. No teníamos un alcalde en Colombia ni un gobernador ni el Presidente de la República. Y usted sabe cómo son los asuntos de la ‘mermelada’ en este país. (Lea también: Después de 12 años, izquierda pierde su bastión: la Alcaldía de Bogotá)
¿Me está diciendo que solo puede hacerse política con ‘mermelada’?
No. Le estoy hablando de una realidad. Sacar los votos que sacamos con cero ‘mermelada’ y sobrevivir al asedio del establecimiento es una hazaña. La campaña que se le hizo en contra a Clara fue superdura. No recuerdo una más dura contra nadie en la historia de Bogotá.
¿Superdura en qué sentido?
El grueso, si no la totalidad, de los que yo llamo ‘formadores de opinión de la ciudad’ estaban en contra de ella y lo expresaron de manera bastante ruda. Además, no me sorprende porque nosotros representamos unas ideas, y la mayoría de los formadores de opinión representan otras.
¿No sería que le estaban pidiendo a Clara cuentas sobre el desempeño de los alcaldes del Polo, incluida la izquierda que representa Petro?
Somos de izquierda o del Polo dependiendo de las circunstancias. ¿Qué tal Semana, cobrándonos como derrota la de Angelino Garzón que fue pastranista, uribista, santista y lo avaló ‘la U’, y ahora nos lo cobran a nosotros? ¿Si hubiera ganado la alcaldía habrían dicho que era un triunfo del Polo? Por supuesto que no. Es como si hoy alguien dijera que Santos o Uribe son del Partido Liberal. O que Pacho Santos es de ‘la U’, o que Roy Barreras es de Cambio Radical. Reclamamos el derecho a que a los que se vayan del Polo los dejen ir y no nos los sigan contando. (Vea aquí: 'El Polo se consolidará como líder de izquierda': Jorge Robledo)
¿Tampoco se siente aludido cuando dicen que hubo una derrota “de la izquierda”, particularmente en Bogotá?
No. Que al Polo le fue bien en las elecciones es cierto, y ahora le explico con cifras por qué. Lo que pasa es que, unas veces, a nosotros nos contabilizan como Polo y otras veces, como izquierda. Pero, estrictamente hablando, el que pierde la alcaldía es Petro. No pudo ni siquiera presentar un candidato del progresismo. La izquierda que se está consolidando cada vez más es la del Polo. Hago parte de una fuerza que es importante dentro del partido, pero el Polo es una cosa mucho más grande y mucho más diversa de lo que la gente piensa.
Pero el Polo perdió las elecciones en Bogotá. ¿O, a lo Maturana, perder es ganar un poco?
El Polo había perdido las elecciones hace cuatro años. Acuérdese de que Aurelio Suárez fue nuestro excelente candidato a la alcaldía, pero sacó solo 32.000 votos. Petro, que ya no era del Polo, ganó con 700.000 votos. Hubo un voto de castigo contra el Polo por los desastres de la alcaldía de Samuel Moreno. Perdimos concejales, perdimos también ediles. En esta oportunidad, aunque volvimos a perder la alcaldía de Bogotá, el Polo dio un salto a nivel nacional: obtuvimos 700.000 votos en concejos municipales, que es una votación bien importante. En Bogotá pasamos de, en números redondos, 130.000 votos a 230.000. De cuatro a cinco concejales, 20 por ciento más. Los Progresistas de Petro cayeron de ocho concejales a uno. En cuanto a ediles, el Polo subió de 17 a 26, y los Progresistas bajaron de 27 a cero. Y Clara, que era la candidata del Polo, sacó medio millón de votos, cuando veníamos de 32.000. O sea que es un buen resultado, aun cuando no hayamos elegido la alcaldía.
¿O sea, para ustedes no, pero para Petro lo de Bogotá fue una catástrofe?
Es una catástrofe.
El medio millón de votos de Clara no es para nada despreciable. Pero de esos, usted reclama que el Polo puso 230.000, de acuerdo con la votación al Concejo de Bogotá. ¿O sea que lo demás lo puso Petro?
No. Otros sectores también respaldaron a Clara, y lo normal es que los candidatos a las alcaldías saquen más que los de sus partidos a los concejos. Y, con cualquier número de votos que haya puesto Petro, lo cierto es que Clara era la candidata del Polo y que este avanzó para el concejo. (Lea: ¿Cómo le fue a la izquierda en el resto del país?)
Según sus cifras, a Petro le fue bastante mal en Bogotá. ¿Su desprestigio no afectó a Clara? ¡Si la respaldó!
El de Petro a Clara fue un respaldo tóxico. Le quitó mucho más de lo que le aportó. La alcaldía de Petro no representó los puntos de vista de la izquierda democrática. Además, tuvo un estilo que generó gran resistencia en la ciudad, y creo que terminó golpeando la candidatura de Clara. Ella empezó alta en las encuestas y cayó en buena medida coincidiendo con el apoyo de Petro.
Los analistas empaquetan todo eso genéricamente como una derrota de la izquierda.
No hicimos parte de la alcaldía de Petro ni lo respaldamos. Nunca hemos negado la responsabilidad del Polo por elegir a Samuel Moreno. Por ello, hace cuatro años, el candidato del Polo sacó solo 32.000 votos, y, esta vez, una candidata del Polo sacó 500.000 votos. Eso representa un avance bien importante del Polo. En la izquierda hay que diferenciar al Polo de los Progresistas y de otros sectores porque, si no, los análisis se vuelven confusos. Ahora, dentro de ese resultado tengo que reconocer que a mi sector le va bastante bien. Le cuento que yo hice 138 actos en municipios distintos de Bogotá en esta campaña y elegimos a Manuel Sarmiento concejal de Bogotá. (Lea además: 'Nunca ha habido una campaña tan cochina contra una mujer').
Perdón: ¿quién es Manuel Sarmiento?
Uno de los mejores estudiantes de Derecho de la historia del Externado. Un joven de 30 años, sobresaliente, que fue durante seis años mi asistente en el Senado. Acuérdese de mí que va a dejar una huella profunda en el Concejo de Bogotá. Resalto a Manuel, pero en general tenemos un equipo grande y de altas calidades.
Hablemos de la paz. Le he oído a usted criticar a este gobierno porque no ha generado los consensos necesarios.
Un proceso de paz es de suyo muy complicado. Estamos hablando de 50 años de los horrores de una gran violencia, de huellas profundísimas, de grandes sufrimientos. Poner de acuerdo a un país para darle a eso una solución política es complicado. Pero, además, todo el mundo habla de justicia transicional, y eso no está definido con exactitud. De otro lado, las cosas difíciles en política se resuelven bien por acuerdos muy amplios, nacionales. Y de ello he puesto tres ejemplos. Uno, el proceso de paz con el M19. Dos, la Constitución del 91, que fue un golpe de Estado, pero que terminó pasando un apoyo cercando a un consenso. Tres, el propio proceso de paz con los paramilitares, que tuvo muchos debates, pero al final el país terminó aceptándolo. Necesitamos un acuerdo nacional en torno a este tema de la paz con las Farc y, ojalá, con el Eln.
¿Entonces?
Es importante promover pedagogías a favor del proceso, del consenso y del acuerdo. Una de esas pedagogías es que a este país se le deje perfectamente claro, fuera de toda duda, que en el proceso tendrán que desaparecer las armas de la ilegalidad. Porque hay una duda muy grande sobre que, de verdad, las armas ilegales van a desaparecer. Se teme que haya un ‘conejo’ porque las Farc hablan de “dejación”. Yo no tengo problema con esa palabra, pero mucha gente sí. Y por eso las concesiones que el Estado tiene que hacerles a las Farc se tropiezan con las incredulidades de muchos colombianos que sienten que esto no va a terminar como un juego limpio.
El de la credibilidad no es un problema del Gobierno. También es de las Farc…
Sí. Diría que de la mesa en La Habana. Otro problema de pedagogía es el de las víctimas. No solo de las víctimas individuales. Es que la nación entera ha sido víctima. A las Farc les hace falta decirle al país: “Nos equivocamos durante medio siglo, eso fue un error desde siempre”. Es una verdad que el país quiere oír. Y el Estado debería decir lo mismo: tantos años de paramilitarismo prohijado de alguna manera por el Estado también estuvo mal hecho. Es increíble que con todo el poder que tiene Juan Manuel Santos no logre hacer la pedagogía en torno a las verdades que necesita el proceso.
¿Usted está de acuerdo con el acto legislativo que por iniciativa del Gobierno se está tramitando con mensaje de urgencia en el Congreso?
En el Polo no vemos claridad en ese acto legislativo. De entrada, se supone que no se puede decidir nada que no se haya acordado en La Habana, y esto no está acordado. Particularmente tengo dos cuestionamientos grandes al procedimiento. Entiendo que una situación de anormalidad como es el alzamiento armado necesita soluciones que no están en una Constitución que se escribió para otros asuntos.
¿Perdón, la Constitución del 91 no se escribió para la paz?
Tan no lo fue que mire la guerra que llevamos desde el 91 hasta aquí. Pero, además, la justicia transicional no está desarrollada en esa Constitución. Se necesitan normas, pero las que está proponiendo el Gobierno, de entrada, son bien poco democráticas. Incluso está la duda de si son constitucionales o no.
El doctor Humberto de la Calle dice: lo que no sea constitucional, pues se cambia…
El problema es que la Corte Constitucional puede decir que una reforma como esta le rompe las vértebras al modelo de la Constitución del 91, y estaríamos entonces perdiendo el tiempo.
¿Le gustan las facultades extraordinarias que se le van a entregar al Presidente?
Entiendo que los santistas le den facultades extraordinarias a Santos, pues su deber es confiar en él, pero nosotros, que somos de oposición, tenemos el deber de no confiar en él. Pero que quede claro: estamos a favor del proceso de paz y, si toca ir a voto limpio para decidirlo, nos vamos con el ‘sí’, salvo que nos salgan con un adefesio que lo haga imposible.
¿Vale la pena manipular todas las herramientas populares consagradas por la Constitución del 91 para que el Gobierno asegure sus mayorías?
El ideal sería que no. Para eso se requeriría de un acuerdo nacional, que no existe. Pero no se puede presentar como un crimen eliminar un umbral para poder votar una cosa como esta porque, finalmente, una decisión tomada por una mayoría que no sea calificada también puede ser una decisión democrática.
¿Si los umbrales constitucionales son tan manipulables, mañana otro gobierno podrá cambiarlos para cualquier otra cosa?
El problema es que todo indica que los umbrales de los referendos y los plebiscitos se pusieron tan altos para que no puedan alcanzarse. Insisto en que toda la anormalidad de este medio siglo necesita soluciones que no son normales. El propio indulto al M19 fue legal, pero no fue normal. ¿Acaso lo es que a alguien le digan: le perdonamos las incontables violaciones a la ley cometidas? Hasta un juez salió a impugnar el indulto al M19, por el horror del Palacio de Justicia, y el Congreso corriendo lo ratificó, encabezado por el propio Álvaro Uribe. Pero, cuando no hay acuerdos en los contenidos, los acuerdos sobre las formas se vuelven imposibles porque, por supuesto, el debate sobre los contenidos se convierte en una discusión sobre las formas.
Finalmente: ¿viene en el Polo y en la izquierda colombiana la ‘era Robledo’? ¿Es decir, comenzará ya a trabajar por su candidatura presidencial?
No tengo ninguna decisión tomada. Pero también es cierto que hay mucha gente del Polo y de fuera del Polo que me dice ‘hágale a eso’. Si sucediera, sería una candidatura muchísimo más allá del Polo. No sería de la unidad de la izquierda como una cosa excluyente, contra el resto del país, sino de todos los colombianos. De toda la gente democrática, liberal, conservadora, de ‘la U’, de Cambio Radical, de Centro Democrático…
¿Está pidiendo una candidatura por unanimidad? (Risas)
No estoy hablando de los jefes. No voy a subirme en una tarima con don Germán Vargas Lleras. Esa pesadilla no se la voy a producir a ningún colombiano. Estoy diciendo que tendría un programa tan ajustado a lo que el país requiere que lo pudiera respaldar gente de todos los orígenes.
¿O sea, no sería una candidatura de izquierda?
Tendría que tener los elementos básicos de la izquierda para avanzar en la solución de las necesidades de la nación colombiana. Se lo resumo en cuatro cosas: defender el trabajo, la producción, incluida la empresarial; la democracia auténtica (sin violencia, sin clientelismo y sin corrupción) y las relaciones internacionales en donde todas las partes ganen, o sea que Colombia no entre como un estado vasallo. Si usted medita sobre eso, muy pocos colombianos no cabrían en esas ideas. Si no es de esa amplitud, no me interesa.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO
MARÍA ISABEL RUEDA
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