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El infierno en el que las Farc metieron a más de 11.000 menores

La Fiscalía documentó casos de niños, desde los 10 años, que fueron reclutados entre 1975 y el 2014.

JUSTICIA
Yo iba a cumplir los 10 años y fui reclutada con mi hermanita Johanna; ella tenía 8 años. Ese día, recuerdo que eran como las doce del día, acabábamos de salir de la escuela”.
Así son los relatos de cientos de niños y adolescentes que fueron sacados de sus hogares, muchas veces a la fuerza, para convertirse en guerrilleros de las Farc. Muchos murieron en combate o a manos de sus propios compañeros y jefes; otros son hoy adultos a los que el conflicto les robó la primera parte de su vida.
Sus historias forman parte de una macroimputación de cargos contra los principales jefes de las Farc por el reclutamiento de niños, un delito de guerra que esa guerrilla se comprometió esta semana a abandonar, en el marco de la negociación de paz de La Habana.(Lea: Fiscalía dice que Farc reclutaron a 11.556 menores)
Los 21 menores de edad que la guerrilla se comprometió a devolver, en uno de los avances más significativos del proceso, vuelven de una cruda realidad que los llevó a ellos y a miles más a enfrentar la peor realidad posible: la de la guerra.
Para muchos frentes los menores fueron, literalmente, carne de cañón para evitar el desgaste de sus tropas más experimentadas. El caso del páramo de Berlín, donde 20 niños murieron en combates del Ejército contra la columna móvil ‘Arturo Ruiz’, de las Farc, es prueba de esto. (Lea también: El reto de borrar las heridas a los niños después de la guerra)
En el expediente contra las Farc se documentan 11.556 casos a lo largo de los últimos 39 años. Aunque sus estatutos dicen que no deben reclutar a menores de 15 años, hay centenares de casos de niños que no habían llegado a los 10. Para ellos, el entrenamiento era el mismo que el de los otros guerrilleros.
Una menor que estuvo en el bloque Magdalena Medio contó cómo fueron esos primeros días: “Nos hacían pasar obstáculos, como túneles, varas de equilibrio, subir árboles, cruzar ríos con fusiles y equipos encima; lo más peligroso es pasar el lazo, porque es muy alto, de cinco a seis metros, y si uno se deja soltar, cae en un caño de agua”.
Los fiscales de la Dirección de Contexto de la Fiscalías señalan que tres de cada diez reclutamientos fueron forzados; al menos dos de cada diez, con engaños; y el resto, a través de la persuasión. Se ha documentado que las Farc tenían en varias regiones clubes infantiles en los que empezaban a atraer a los niños, muchas veces con la fachada de los deportes. También hay muchos casos en los que las familias, por física pobreza, prefieren entregar a sus hijos.
Las Farc tuvieron campos de entrenamiento de menores en Venezuela y Ecuador. “Reunieron como 30 personas reclutadas y como a 130 guerrilleros; de ahí nos llevaron para Venezuela, pasando por Sabanas Rubias (...). Llegamos al caño La Ahuyama, en Venezuela, y duramos como 3 meses y medio: ahí hicimos el curso de entrenamiento”, señaló un menor reclutado por el bloque Caribe. (Lea también: 'Farc seguirían reclutando niños': artículo de 'The New York Times')
Del campamento en La Ahuyama habló también otro menor, quien aseguró que allí les enseñaron “cómo se disparaba y cómo se armaba el explosivo”. Fueron cuatro meses de entrenamiento antes de pasar a un frente de guerra.
A una menor, de nacionalidad ecuatoriana, se la llevaron de Puerto Caicedo (Putumayo) guerrilleros de la columna móvil ‘Teófilo Forero’ el 4 de enero del 2000. Para esa época tenía 12 años, y “dos hombres vestidos de civil la obligaron a subirse a la fuerza en un bote”, dice el expediente. “Portó armas y uniformes y cumplió funciones de guerrillera rasa, cocinaba y patrullaba”, agrega. Estuvo en las Farc hasta los 16 años, cuando fue herida en combate y se desmovilizó.
Lo que ha podido establecerse es que el bloque Oriental fue el que más perpetró este delito: hay en su contra 7.856 denuncias por reclutamiento de menores. Una joven que tenía 14 años cuando entró a las Farc les contó a los fiscales que su novio, que era guerrillero y tenía 23, la convenció para que se volara de la casa. “Como yo estaba enamorada de Maicol, me fui con él en junio del 2002. Iba a cumplir un mes en la guerrilla cuando lo mataron en el secuestro de unos ingenieros por el lado de Corinto (Cauca)”, dijo después de su desmovilización, apenas un año después de haberse ido con su novio.
El bloque Caribe, según el expediente, hacía ‘batidas’ para conseguir reclutas. En cada salida, los guerrilleros regresaban a los campamentos con decenas de menores de edad:
“Unos hombres armados me llevaron, me pusieron a caminar un poco de días, llegamos a un campamento, caminamos mucho (...). Ese día nos llevaron como a 50, de diferentes veredas. Allá nos dijeron que nos había reclutado el frente 59 de las Farc”, dijo una de las víctimas de esta práctica. Tenía 10 años cuando se lo llevaron.
En muchos de los casos se comprobó que los niños eran presionados o manipulados para que no hablaran con nadie de las presiones que enfrentaban para ingresar a las Farc. Las amenazas contra la familia eran una constante en esa práctica, y hoy hay centenares de madres y padres que no saben, a ciencia cierta, si sus desaparecidos terminaron en algún frente de las Farc.
En el expediente se señala que varios de los jefes de las Farc que hoy están en Cuba fueron responsables de muchos de los casos. ‘Isaías Trujillo’, ‘Iván Márquez’, ‘Rubín Morro’ y ‘Sargento Pascuas’ son, según la Fiscalía, algunos de los grandes reclutadores de menores en la historia del conflicto.
Los menores también contaron la forma como eran castigados por no cumplir las órdenes o intentar escapar, lo que podía terminar en consejos de guerra en los que la pena máxima era el fusilamiento.(Lea también: 'Sandra' vivió 5 años de horror en la guerra)
Por desacatar las normas o robar comida, podrían ser condenados a ser amarrados a los árboles hasta por 4 meses; por dormir en la guardia o tener relaciones sexuales o amorosas sin permiso de los comandantes, tendían que cavar huecos y trincheras; el intento de fuga les podía costar la vida o una pena de trabajos forzados.
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