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'Megateo', el narco que consolidó su poder con mercados y asesinatos

Perfil del capo del Catatumbo, quien murió en un operativo en la madrugada del viernes pasado.

JUSTICIA
Víctor Ramón Navarro Serrano, el narcotraficante que murió en la madrugada del pasado viernes en un operativo de las Fuerzas Armadas, sabía que su poder se dividía entre el terror y la simpatía que le tenían en el Catatumbo.
La simpatía la conseguía llevándoles personalmente mercados a ancianos, y útiles escolares a niños de las veredas más apartadas de Norte de Santander. El terror lo despertaba cuando, sin ningún temor, les ponía bombas a policías y soldados, y ordenaba el asesinato de los ciudadanos que señalaba como sus informantes.
El sanguinario narcotraficante, que en los últimos 5 años dejó al menos 59 víctimas entre ciudadanos, policías y militares, no conocía una vida diferente a la de un criminal.
En San Calixto (Norte de Santander), donde nació el 7 de octubre de 1976, los lugareños dicen que ‘Megateo’, junto a sus cuatro hermanos, tuvo una infancia común. Aunque no fue buen alumno, aprendió a leer y a escribir. Pero su camino cambió cuando uno de sus tíos que hacía parte de una guerrilla, lo llevó a unirse a la lucha insurgente. Así, siendo muy joven, Navarro abandonó sus estudios e inició el camino de la delincuencia.
Cuando tenía 15 años ingresó al Ejército Popular de Liberación (EPL), guerrilla a la que le dedicó toda su vida, moviéndose siempre en la misma zona a la que conocía como la palma de su mano. Saber quién vivía en la región, conocer los bosques y los pueblos, le permitió evadir a las autoridades por décadas, hasta el punto de crear túneles para huir desde las casas que hacía suyas o pagar informantes que lo alertaban de los pasos de la Fuerza Pública.
Mientras se mostraba como un rebelde alzado en armas contra el Estado, levantaba toda una fortuna enviando drogas a Europa, Estados Unidos y centroamérica, controlando un área de 3.460 hectáreas en el Catatumbo que usaba para el cultivo de cocaína.
Logró asociarse con las Farc, bandas criminales y hasta con el cartel de Sinaloa, alianzas que lo llevaron a ser el capo de Norte de Santander, en donde le gustaba que lo reconocieran como dueño y señor de la región. Por eso llevaba siempre extravagantes anillos, cadenas de oro, costosos relojes, ropa de marca, y se movilizaba en camionetas de gama alta.
También se había realizado varias cirugías para cambiar su rostro, por lo que las autoridades sabían que identificarlo y dar con su paradero no sería fácil. Pero tenía características particulares como un dedo mutilado y una cicatriz en su pierna derecha por un disparo que había recibido en un combate.
Quienes lo conocían cuentan que el narco de pelo castaño, que medía 1.70 metros de altura y que se convirtió en uno de los hombres más buscados en el país, se ganó el alias por una telenovela. El apodo viene de un personaje de la novela de 1996 ‘la Viuda de Blanco’ al que llamaban ‘Megateo’, un hombre ingenuo pero querido por quienes lo conocían.
Extorsión y violencia sexual
‘Megateo’ cobraba por todo, hasta el punto en que se inventó el impuesto a la cerveza: una mordida de 10.000 pesos por cada canasta que se vendía en las tiendas de Norte de Santander. Fuentes de la región dicen que a los habitantes los tenía carnetizados, pagaba 4 millones para los que sembraban coca y no permitía las caras nuevas en la región.
El narco coleccionaba oro y también mujeres. Le gustaban las niñas de entre 12 y 15 años, a las que les pagaba costosas operaciones para que cambiaran sus cuerpos y las llevaba a sus fiestas, en las que era acompañado hasta por 20 mujeres.
A las que elegía para ser sus compañeras permanentes, les tatuaba su foto en la espalda o las iniciales de su nombre en una de sus piernas, para evitar que otros hombres las miraran. Y como si se tratara de mercancía, ‘Megateo’ les pagaba 20 millones de pesos a campesinos por la virginidad de sus hijas.
Por esos hechos de violencia sexual, entre otros delitos, el  ministro de Defensa Luis Carlos Villegas señaló el pasado viernes que con la muerte del capo la gente en Catatumbo sería más libre.
Con 'Megateo' murieron sus perversiones y excentricidades. El mismo comandante del Ejército, Alberto Mejía, lo señaló el día en que se conoció que el narco había caído en la operación Solemne: "Con 'Megateo' cayó un mito".
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