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El porqué del irrespeto a policías en las calles

En Bogotá van más de 400 uniformados agredidos en procedimientos que no implicaban riesgo.

JUSTICIA
3 de mayo. Estación de TransMilenio de la calle 80 con avenida Boyacá. Una patrullera es lanzada al asfalto luego de hacerles un llamado de atención a dos hombres que se colaron al sistema.
5 de mayo. Localidad de Suba, noroccidente de Bogotá. Dos policías son atacados por un grupo de al menos 10 jóvenes, que terminan pateándolos cuando los uniformados están indefensos y tendidos en el piso.
14 de mayo. Sector de Molinos, sur de la capital. Cuatro policías son atacados cuando atendían una riña.
Esos incidentes, que no corresponden a los enfrentamientos usuales de la Fuerza Pública contra delincuentes o en el marco de disturbios, ocurrieron en menos de un mes. El general Humberto Guatibonza, comandante de la Policía Metropolitana, dice que este año al menos 400 uniformados han sido lesionados cuando realizaban procedimientos en la ciudad, y el cuadro se reproduce por casi todo el país.
¿Qué está pasando? La Policía asegura que se debe a un “desvanecimiento del concepto del respeto” por la autoridad y por el otro.
“No solo es sobre el respeto hacia la Policía, sino hacia las autoridades en general, incluyendo la autoridad paterna y materna. El país no solo se tiene que preguntar por qué agreden a los policías, sino también por qué el hijo agrede a la madre, o el padre a la esposa. Esos comportamientos son una de las mayores causas de lesiones personales y hasta de homicidios”, dice el general Rodolfo Palomino, director de la Policía.
Consultados por este diario, varios policías aseguran que las agresiones verbales son también muy frecuentes, y que van desde señales obscenas y escupitajos, hasta frases como “yo me gano mucho más que usted”.
Legislación débil
Ese tipo de conductas serían casi impensables en Estados Unidos, Inglaterra o en países más cercanos como Chile, donde la legislación que protege a los defensores de la ley es drástica.
En Estados Unidos, de acuerdo con expertos, una agresión como las anteriores es equiparada con una amenaza contra la integridad del uniformado, que tiene potestad para usar armas, incluso letales, si siente que su vida está en riesgo.
En España, las agresiones contra agentes de Policía están tipificadas en el artículo 551 del Código Penal, que señala un castigo con penas de prisión de entre dos y cuatro años, y multas. Pero la comisión del delito suele ser difícil de probar. En marzo del 2014, por ejemplo, más de cien policías fueron agredidos por radicales. De 20 detenidos solo uno terminó en la cárcel.
Un informe del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac) menciona que entre los factores de pérdida de autoridad de la Policía está la falta de normas fuertes que los protejan cuando salen a cumplir su deber.
Algo así como la ‘teoría de la ventana rota’, pero aplicada a la autoridad. Es decir, una vez que la gente ve que puede cuestionar o hacer caso omiso de las órdenes de un policía, faltarles el respeto o, incluso, agredirlos físicamente, este tipo de comportamientos se multiplican por la percepción de que es una opción, de que se puede hacer. Y la gasolina que alimenta este fuego es precisamente la pública constatación de que quien lo hace no sufre ninguna consecuencia grave.
Aunque nuestro Código Penal contempla penas de entre 4 y 8 años a quienes “ejerzan violencia contra un servidor público”, se trata de una conducta poco judicializada y, menos aún, sancionada.
Cada año, en promedio, hay unas 3.000 capturas por ataques contra servidores públicos. Las cifras del Inpec dan cuenta de 383 personas en las cárceles, de las que solo 22 han sido condenadas.
El tema es aún más grave en el Código de Policía vigente, donde una agresión contra un uniformado se considera una contravención menor.
Falta de confianza
No obstante lo anterior, expertos en seguridad coinciden en que el irrespeto hacia la Policía también se debe a los bajos niveles de credibilidad en las instituciones, que atizan actos de corrupción y hasta un lastre histórico.
Juan Carlos Ruiz, director de la maestría en Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario, dice que desde la creación de la Policía, en 1891, las relaciones con la comunidad fueron distantes y que esa falta de confianza, de alguna manera, persiste.
Las clases acomodadas la menospreciaban, porque sus hombres eran de estratos bajos. Y los sectores populares no la aceptaban, porque los reprimían en las chicherías”, explica Ruiz.
Agrega que aunque la Policía se ‘repensó’ con la creación de escuelas para una mayor profesionalización, aún en el imaginario de la gente persiste esa carga negativa, que hace que en muchos casos la desconfianza supere al sentido de autoridad y a ese vínculo natural que debería haber entre ciudadanía y quienes están ahí para protegernos a todos.
El general Palomino está convencido de que el problema está en la falta de civismo de una sociedad donde sigue predominando la ley del ‘sálvese quien pueda’. Otros argumentan que hechos como el ocurrido la noche del viernes, cuando cuatro patrulleros fueron capturados por participar en una banda dedicada al ‘paseo millonario’ en la capital, en nada ayudan.
Lo que parece claro es que hay que romper este doble círculo pernicioso, y rápido.
Un 38 % de imagen desfavorable
La última encuesta Gallup, de abril, arrojó que el 38 por ciento de los consultados tienen una imagen desfavorable de la Policía. La preocupante cifra es, sin embargo, menos crítica que la de diciembre, cuando el nivel de desconfianza era del 51 por ciento.
Además de estrategias para detectar y castigar a las ‘manzanas podridas’, dicen los expertos, se requieren nuevas campañas para acercar la Policía a los ciudadanos. Eso ayudaría a mejorar mucho, opinan, la percepción en la sociedad de esta vital institución, y la de sus hombres.
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