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Las drogas sintéticas avanzan y el país no tiene leyes para atajarlas

Este año han sido decomisadas 20.947 unidades pero nadie ha respondido ante los jueces.

JUSTICIA
A pesar de haber sido capturado en flagrancia en Bogotá a finales del año pasado por transportar dos mil millones de pesos en drogas sintéticas en un maletín, un hombre de 34 años estuvo apenas unas horas ante un juez y al final recuperó su libertad.
La Policía lo capturó llevando cuatro tiras de papel (trips) impregnadas con LSD, uno de los ácidos más temidos del mundo de las drogas. Pero no pudieron avanzar en su caso porque el peso de las hojas apenas era de cuatro gramos y no hubo manera de establecer, con pruebas de laboratorio, cuál era el tipo de droga transportada.
Este es solo uno de los casos que evidencian los boquetes existentes en la legislación y que, cada vez más, están siendo aprovechados por los traficantes que mueven un mercado que va en aumento, especialmente entre los menores de 24 años.
Las cifras demuestran las dificultades que enfrentan Policía y Fiscalía para sacar de la calle a las redes de productores y distribuidores de ese tipo de drogas. Mientras que este año la Policía ya ha decomisado 20.947 unidades (pastas y otras presentaciones), no hay una sola persona que siga ante los jueces.
“En nuestra legislación hay un gran vacío sobre las drogas sintéticas –dice Luis González, director Nacional de Seccionales y de Seguridad Ciudadana de la Fiscalía General– (...). El tema se está manejando casi que por interpretación de la ley porque no hay dosis mínima establecida y rara vez se puede diferenciar entre un consumidor y un distribuidor”.
Aunque las drogas sintéticas se conocen en Colombia hace más de 30 años y cada año son más sus víctimas, según la misma Fiscalía la primera condena por tráfico de las pepas y otros productos de laboratorios ilegales se registró apenas el 6 de agosto del año pasado.
Los dos sentenciados ni siquiera pagaron pena completa y llegaron a un preacuerdo gracias al cual un juez de Cali los condenó a 3 y 5 años de cárcel, con la respectiva rebaja por aceptación de cargos. Un resultado precario si se tiene en cuenta que la captura se dio luego de más de dos años de investigación contra una red trasnacional que comercializaba su material en Valle y San Andrés y que tenía tentáculos en Ecuador, Chile, Panamá y Estados Unidos.
El ‘Big bang’, por ejemplo, está de moda en sitios de rumba y en el mercado de la web. Este es una mezcla de romero ‘contaminado’ con AM-22, un cannabinoide (un derivado de la marihuana), cuyos efectos superan hasta en 100 veces los de la hierba tradicional. Lo camuflan como incienso y ambientadores.
También, en supuestas presentaciones de sales de baño, se comercian las ‘catinonas sintéticas’. Se trata, según los laboratorios de la Policía, de una prima hermana de las anfetaminas que actúan como estimulantes del sistema nervioso. Y también se vende, a altos precios, una pastilla roja llamada ‘Supermán’, porque su forma es la del escudo del superhéroe. Es una falsificación de la molécula original, que en otros países ha cobrado ya decenas de vidas.
Sumado al vacío jurídico hay un retraso mundial en la identificación de las drogas de síntesis. Así lo señala Julián Quintero, director de Acción Técnica y Social.
“El problema es que mientras se demoran en estandarizar e identificar una droga y meterla en la lista de Naciones Unidas como nociva, casi que la sustancia desaparece del mercado”. Al año aparecen unas 200 drogas nuevas, producto de la variación de las moléculas en sofisticados laboratorios criminales.
Pruebas a ojo
Mientras que Colombia marca la pauta en la identificación de las más recursivas modalidades para el tráfico de drogas tradicionales –cocaína, heroína, marihuana–, las herramientas y resultados son precarios a la hora de enfrentar las llamadas ‘drogas de diseño’.
Nuestros policías se guían por el color de la pastilla, por ejemplo: si es rosada, inmediatamente la etiquetan como 2CB. Pero la verdad es que sin enviarla a un laboratorio no podemos establecer cuál es su molécula química”, señala el coronel Miguel Antonio Tunjano, jefe del Centro Internacional de Estudios Estratégicos de la Policía Antinarcóticos.
La otra preocupación de las autoridades es que mientras que los traficantes siguen incrementando sus ganancias y extendiendo su presencia no solo en las grandes ciudades, sino en las regiones, también van en aumento los casos de afectados por falsificación y adulteración de ese tipo de sustancias, a veces con componentes mortales.
“Hemos encontrado rastros de estimulantes, tranquilizantes, medicamentos para el corazón, anticonvulsionantes, viagra. Un coctel que pone en peligro la vida de los consumidores”, advierte el coronel Tunjano.
En el 2013, en medio de una polémica por la intención de establecer una dosis mínima para las drogas sintéticas, se hundió la propuesta del Gobierno Nacional para actualizar el Estatuto de Estupefacientes, que lleva más de tres décadas de retraso. Con esa iniciativa se hundió también la de penalizar el tráfico de medicinas de uso restringido, que eran desviadas para consumo recreativo.
La amenaza para el país es de tal magnitud que esta semana llegarán a Bogotá expertos de todo el mundo, convocados por la Policía, para plantear nuevas pistas sobre el negocio y estrategias para frenar el consumo.
Se busca inicialmente modernizar los mecanismos de identificación de los químicos y las moléculas que son usadas por los traficantes en la fabricación de esas drogas.
Por ahora, ya hay 100 policías que están preparándose para salir a las calles y convertirse en el primer ‘bloque de búsqueda’ contra los capos de un mercado criminal que, según el último estudio de Naciones Unidas de 2013 sobre consumo de droga, tiene en riesgo latente a no menos de 43.000 colombianos que reconocieron que en el año previo al estudio consumieron ese tipo de sustancias.
El subregistro de las personas que han consumido esas drogas sintéticas y no lo reconocen es mucho mayor, advierten expertos.
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