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Gobierno

La metamorfosis del país reflejada en dos discursos clave

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Redacción El Tiempo
La resolución de la sección quinta del Consejo de Estado, en la que se le ordena al Congreso y al presidente de la República, Juan Manuel Santos, adelantar y avanzar en la implementación del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, le devuelve la legitimidad al proceso de paz adelantado entre el Gobierno y las Farc.
La resolución hace hincapié en los diversos argumentos engañosos de los promotores del No, que incluyeron temas como “la impunidad”, “la eliminación de subsidios”, “la supuesta afectación al régimen pensional”, “la desprotección a las víctimas” y “el cambio a un modelo de Estado como el de Venezuela”.
Sin duda, esta decisión ofrece un nuevo aire a una de las campañas más debatidas y de mayor polarización entre los colombianos.
La decisión recae no solamente en los contenidos de la campaña a favor o en contra de los acuerdos, sino también permite mirar de manera desapasionada y analítica el perfil de dos actores que han sido fundamentales en la finalización del conflicto: Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño.
Los contrastes
La firma de la paz realizada el pasado 24 noviembre en Bogotá permitió un nuevo apretón de manos entre el presidente Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño, jefe de la guerrilla de las Farc. En este encuentro se pudo apreciar la evolución de alias Timochenko durante los cinco años de negociación y el liderazgo de Juan Manuel Santos desde su llegada al poder.
El discurso de Londoño dejó de lado el lenguaje rebelde, revolucionario, campesino y guerrerista. Evitó las palabras usuales de ‘Timochenko’ sobre la guerra: “el aniquilamiento”, “los bombardeos y ametrallamientos”, “los allanamientos”, “las persecuciones y desplazamientos”, “los brutales escuadrones antimotines” y “los infernales desembarcos”.
También omitió el discurso rebelde, el que en el 2012 atacó a los medios de comunicación, las multinacionales y las políticas neoliberales.
Y en el que clamó por los desposeídos: “O los colombianos del montón, los secularmente humillados y ofendidos, los oprimidos y explotados nos ponemos de pie en defensa de nuestro territorio y sus riquezas, de nuestro trabajo, de nuestras libertades, familias, vidas y culturas, amenazadas por completo, o terminaremos con la marca del hierro candente en las espaldas, constreñidos por las bayonetas (…)”.
La narrativa rural consignada en los movimientos campesinos, indígenas, de negritudes, así como la protesta social, los paros y las huelgas contra el gran capital transnacional quedaron, por ahora, en la historia de los discursos de las Farc.
La transformación de Londoño se dio en la forma y en el fondo. Bajo el rigor del teatro Colón reiteró, al inicio y al final de su intervención, que las palabras deberán ser la única arma de los colombianos.
Destacó el papel protagónico de la sociedad civil en la construcción del nuevo acuerdo, como los jóvenes, las mujeres, los movimientos cristianos, los partidos políticos y la comunidad internacional. Se felicitó con las comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes quienes dieron su apoyo en la edificación de la paz en los territorios. La iglesia, los artistas y la academia tuvieron un espacio destacado en sus palabras. Sin duda, el saludo al nuevo gobierno estadounidense de Donald Trump marcó un salto abismal con el repertorio fariano regido por las consignas antiimperialistas y anticapitalistas.
Londoño centró sus ideas en la construcción de un nuevo país lejos de las prácticas corruptas, donde la tolerancia sea la base del debate político y la justicia social, elemento fundamental de la democracia. Reiteró el interés de su organización de participar activamente en el escenario político, destacó el papel de las víctimas y, una vez más, pidió perdón por los actos violentos realizados desde su organización.
El pronto arribo de los voceros de las Farc al Congreso exigirá madurez de los colombianos para aceptar su participación en el escenario político colombiano.
Vale la pena recordar las declaraciones de Andrés Paris sobre el futuro de la guerrilla como movimiento político: “No vamos a ser cooptados por el régimen, no vamos a apoyar a las clases dominantes y sus partidos, no vamos a desintegrarnos para fortalecer propuestas burguesas que están dominando hoy la vida política nacional, como lo hicieron algunos sectores de las guerrillas anteriores que se desmovilizaron”.
Por su parte, el discurso de Juan Manuel Santos refleja los ideales que ha venido construyendo desde su llegada al poder: la excelencia, la modernidad y la lucha por una Colombia más incluyente. Santos llegó a Europa a recibir el premio Nobel de Paz y el premio de la Iglesia católica otorgado por la comunidad franciscana de Asís (2016), con no pocas condecoraciones.
Todas ellas respaldan su coraje político y reconocen el árido recorrido que le permitió finalizar la guerra con las Farc. Honoris causa nacionales, como el de la Universidad Central (2016), pero también extranjeros como el de la Universidad española Camilo José Cela (2012). Para el excanciller israelí Shlomo Ben Ami, el premio que recibió el pasado 10 de diciembre en Noruega tiene una “resonancia universal, y como tal es un regalo que Santos ofrece al pueblo colombiano. Saca a Colombia de aquel rincón en el que los años del conflicto la habían ubicado como país de una incurable patología de violencia y tráfico de drogas. Posiciona a Colombia a través de su presidente como una fuerza de bien para el mundo”.
Los altos niveles de polarización en el país, la construcción mediática de su traición con la causa uribista, el menosprecio de un sector de la población y sus calificaciones de “vende patria” y hasta “castrochavista” oscurecen su papel de líder en el contexto nacional. Irónicamente, en el exterior es calificado de otra manera.
Visionario
Para Ben Ami, “Santos es un político que suele pensar en grande. Es alguien para quien el paso por la política tiene sentido solo si se deja en ella huellas que perduran en el tiempo. Así fue su caso como ministro de Defensa, en el que su gran estrategia fue diezmar y prácticamente dejar a la guerrilla sin otra opción que la de sobrevivir sin perspectivas en la selva, cosa que eventualmente la llevaría a clamar por un acuerdo de paz”.
¿Cómo se construye realmente el perfil de Juan Manuel Santos? No solo a través de su educación en el exterior y su recorrido por la vida pública nacional, sino también a través de amistades con hombres de las letras, como el premio Cervantes Carlos Fuentes.
Este último, quién fue su profesor, lo describiría como su mejor alumno y auguraría su llegada a la presidencia antes del 2020 en el prólogo del libro escrito por Santos Jaque al terror: los años horribles de las Farc.
Personalidades del mundo académico como el premio nobel de economía y también profesor de Santos en Harvard, Amartya Sen o líderes políticos como Tony Blair han dejado huella en su proyecto político. Así se fueron construyendo los cimientos y fundamentos ideológicos del modelo la Tercera Vía.
Del premio nobel de economía adoptó, una vez llegado a la presidencia, un nuevo índice de medición de la pobreza para lograr mejores impactos en los territorios más desfavorecidos. En el ámbito ideológico proclama su talante liberal: “Soy liberal cuando defiendo, como Voltaire, el derecho de los demás a pensar diferente”.
Sin embargo, el excanciller Ben Ami lo ubica en otro espectro político: “Santos es un conservador en la más noble expresión del término. La familia, la fe, la religión y el compromiso con el orden social le ofrecen valores morales y de estabilidad; pero estos se preservan solo a través de un cambio y de una adaptación constante al espíritu de los nuevos tiempos.
Eso es lo que lo llevó a ser uno de los líderes mundiales de la llamada Tercera Vía.
¿Santos traidor?
Si los uribistas y quienes votaron por él en 2010 hubiesen leído su programa de campaña con las 109 iniciativas, habrían constatado que la búsqueda de la paz era la columna vertebral de su proyecto político.
La negación de un conflicto armado y la amenaza terrorista quedaron en la memoria uribista.
El punto 96, ‘Seguridad Democrática para el logro de la paz’, reconocía la existencia de un conflicto armado y fijaba ya como meta acabar con este en el 2014.
Ciertamente, el principal escollo en la construcción de liderazgo se debe a que gobernó con una aspiración contraria a una parte de la sociedad. La sociedad colombiana interiorizó el discurso del ministro de Defensa, propio de la propaganda uribista.
Como en aquel que dio en el 38.º Consejo Anual de las Américas en 2008, en el cual desdeñaba la nueva izquierda latinoamericana: “Traigo una voz de alerta: una alerta acerca de un espectro que está expandiendo su sombra sobre las Américas y que amenaza con la estabilidad de nuestras democracias (…) esta confrontación es un choque esencial entre dos modelos de gobierno, dos concepciones contradictorias sobre lo que significa la democracia”.
Santos no logró compaginar el discurso de la paz con la aspiración de una parte de la sociedad ansiosa por ver rendida a la guerrilla. A pesar de proponer en su proyecto una visión de país que se ha construido a lo largo de los seis años de mandato, de haber planificado y fijado un rumbo, este proyecto ha cautivado solo a la mitad de la población colombiana.
¿Carismático?
Otra debilidad en el liderazgo santista es la poca sintonía con la población y con la aspiración de un modelo de país que reúna a la sociedad en su conjunto.
El marcado pragmatismo presidencial no ha permitido construir esa relación fusional entre el líder y el pueblo ni conectar a la sociedad con las aspiraciones del líder. Es tan evidente que, en los innumerables discursos del proceso de paz, jamás se proclamó a Juan Manuel Santos sino más bien un liberatorio ¡sí se pudo! Seguramente Santos emule su gran héroe Winston Churchill, quien es calificado por la filósofa francesa Cynthia Fleury como el hombre que tiene “el coraje frío del pacto y la estrategia”.
MARÍA FERNANDA GONZÁLES
Redacción El Tiempo
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