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Embajador McKinley dice que EE. UU. no tiene miedo a tema de drogas

El diplomático sostiene que su país está abierto al debate sobre lucha contra el narcotráfico.

¿Cómo influye a un embajador ser historiador de profesión?
Fui historiador. Estudié en la universidad y saqué mi doctorado en historia. Pero ya con 29 años en el servicio diplomático y 24 de no haber trabajado la historia académicamente, no puedo aparentar tener una profesión que dejé atrás. Pero la afición a esta disciplina es mi gran amor. (Siga este enlace para leer más sobre el embajador de Estados Unidos en Colombia, Michael McKinley)
Una noticia buena para la historia de este país son las recientes liberaciones de uniformados secuestrados. Si lo que sigue es un nuevo proceso de paz con las Farc, ¿EE. UU. lo apoyaría?
El Gobierno colombiano ha dejado bien claro que los gestos unilaterales de buena voluntad son una de las condiciones para un proceso de paz. Pero lo más importante es que se termine el ciclo de violencia desatado por los grupos ilegales en Colombia. Un proceso de paz en cualquier conflicto es una cuestión interna. Aunque, desde luego, todos anhelamos que haya paz en Colombia y, obviamente, los conflictos algún día tienen que llegar a su fin a través de procesos de paz.
Que el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, no venga a la Cumbre de las Américas que habrá esta semana en Cartagena, ¿le merece algún comentario al gobierno de EE. UU.?
Pues lo esperable es que todos los presidentes invitados a la cumbre asistan. Pero también es decisión soberana de cualquier presidente hacerlo o no. (Lea también: Fidel Castro se burla de la guayabera que lucirá Obama en Cartagena)
Su negativa se debe a que Cuba sigue excluida de esta cumbre regional, y en eso influyen los EE. UU...
Pues eso se discutió en el seno de la OEA, que trabaja con base en consensos, y no lo hubo para invitar a Cuba. Ahí quedamos. Esperamos que del resto haya una buena concurrencia de líderes a la Cumbre.
¿No cree que la exclusión de Cuba de la principal cumbre de las Américas es arcaica? El comunismo ya no es un peligro para el planeta...
La decisión de excluir a Cuba de la OEA se basó en sus principios democráticos. Las condiciones para participar en las cumbres de las Américas se pactaron desde el 2001 en Quebec, y ese consenso se ha mantenido a lo largo de la última década. Hay una discusión sobre eso, pero la OEA funciona con base en consensos, y no lo hay en este momento. Esperemos que la democracia en Cuba llegue antes de la próxima cumbre y ella pueda participar en próximas conversaciones.
¿La democracia no consiste precisamente en el respeto por los disensos?
Nuestra posición sigue siendo que lo importante es impulsar el desarrollo con una verdadera democracia en Cuba, y toda nuestra política se ha dirigido a ese objetivo. Muchas veces se habla del embargo norteamericano sobre Cuba como si estuviéramos totalmente tratando de estrangular la isla. Pero somos uno de los países que más asistencia humanitaria envían a Cuba. En el 2010 hubo casi 400 millones de dólares en exportaciones y ayuda humanitaria en productos agrícolas y medicinas. Hemos relajado las restricciones sobre los viajes familiares, sobre las remitencias, pero en términos de nuestra política, seguimos enfocados en que haya una transformación democrática en Cuba, donde esperamos que el régimen evolucione hacia formas democráticas de gobierno.
¿O sea que gradualmente se está levantando el embargo sobre Cuba?
Embargo hay sobre las relaciones comerciales abiertas. Seguimos enfocados hacia ese cambio democrático en la isla.
¿Qué esperan los EE. UU. de la cumbre de Cartagena?
Los anfitriones de las cumbres ponen los temas, y Colombia ha puesto el de la sociedad para la prosperidad. Los EE. UU. comparten totalmente esa meta. Pero, concretamente, los EE. UU. quieren resaltar las políticas para el desarrollo económico, la inclusión social, la inequidad, hablar de la integración latinoamericana, que se ve más y más cada año; de infraestructura, de los avances en tecnología, que son fundamentales no solo para lo económico de la región, sino para la integración de poblaciones rurales y marginalizadas y para dar el salto y buscar las oportunidades en otras esferas económicas, en un mundo globalizado en el que América Latina juega un papel mucho más importante por su peso económico y político.
Por su respuesta, intuyo que los EE. UU. no van a permitir que la temática en la cumbre de Cartagena se narcotice y que domine el tema de la legalización...
De hecho, los EE. UU. estos últimos años han tratado de desnarcotizar su relación con América Latina y el Caribe. Hay que enfocar otros temas que también impactan en la región, como los que acabo de mencionar: desarrollo económico, inequidad, inclusión social. Desde luego, tampoco hay que olvidar el enfoque sobre la seguridad de la ciudadanía. Ese tema toca muchas facetas: narcotráfico, criminalidad, tráfico de seres humanos, lavado de dinero, pero a su lado podemos también presentar una agenda positiva, o sea, fortalecimiento de instituciones a nivel de rama judicial, de cooperación fronteriza, de la eficacia y profesionalidad de las fuerzas de la ley y el orden. El tema de la seguridad ciudadana dentro de la región será uno de los cinco temas que serán discutidos por los líderes, pero hay que reconocer que en la América Latina moderna hay otros temas para discutir que tienen un impacto muy grande. Es un continente que se está transformando en cuanto a su peso económico mundial. Pero también dentro de América Latina, el crecimiento de la clase media en estos diez años en casi todos los países es algo extraordinario. Hay una transformación profunda en términos sociales, institucionales, económicos y políticos que están creando una nueva realidad, que hay que conocer y trabajar.
Por esa respuesta me atrevo a preguntarle con todo respeto: ¿será que el presidente Obama ya descubrió que existía América Latina?
Si nos remontamos a la cumbre de Trinidad y Tobago, del 2009, donde fue la primera vez que se planteó la importancia de una nueva relación con América Latina, descubrirá que el replanteamiento de estas relaciones fue de tú a tú. No de unos EE. UU. dominantes imponiendo su visión, sino de la mano de una región donde la cooperación internacional y la relación de socios será el motor que impulsará el trabajo conjunto.
¿Los EE. UU. no vienen a Cartagena a hablarle a América Latina como súbdita, sino a plantearle una nueva relación de socios?
Así es. En estos últimos tres años, hemos visto una evolución profunda en nuestras relaciones con América Latina. Hay un reconocimiento de su importancia y del papel que América Latina tiene para jugar en la economía globalizada. Hay un reconocimiento pleno de la transformación económica de la región. Brasil pasó a ser la sexta economía del mundo. Se pronostica que México podría llegar a estar muy pronto entre las diez primeras economías del mundo. En términos de cómo América Latina se relaciona con Asia, se trabaja abiertamente con gobiernos como los de Chile, Perú, México, Colombia, para que todo el mundo pueda prosperar y sacar ventaja de los cambios fundamentales que se están viendo en el Asia Pacífico.
Cuando estudiamos el papel que está jugando Brasil en las misiones de paz de las Naciones Unidas, el papel de Brasil y Colombia en Haití después del terremoto, lo que Colombia hace en términos de los programas de capacitación profesional de las fuerzas policiales que ha llevado a cabo con 18 países, tenemos que aceptar que algo fundamental está cambiando y los EE. UU. están trabajando con base en esa nueva realidad. Luego, cuando la gente sugiere que no ha habido un cambio sustancial del Gobierno de los EE. UU. con América Latina, discrepo respetuosamente.
Pero internamente también ha habido cambios en la forma como los países de América Latina y Centroamérica se interrelacionan. Se han creado todo tipo de organizaciones regionales. Celacs, Unasures, Albas, etc., que parecerían querer excluir a los EE. UU.
Sí se han fundado nuevas asociaciones y agrupaciones y apoyamos la mayor integración dentro de América Latina. Buscan mayor cooperación política, dialogar sobre los problemas fundamentales de la región, mayor integración económica. Pero los EE. UU., a través de la Cumbre de las Américas, y también trabajando las relaciones bilaterales, seguimos siendo una parte integral de todos estos esfuerzos de desarrollar nuevos enfoques de trabajo en la región. Con este cambio que he descrito en términos de la política norteamericana, se están creando nuevas realidades que nos están poniendo en camino de una relación más madura de EE. UU. con América Latina. Más positiva. A través de la cual todos podemos sacar una ventaja, y no nos sentimos excluidos para nada.
Ad portas de las elecciones presidenciales en los EE. UU., le voy a ser franca, creo que al presidente Obama le habría salido electoralmente muy costoso sentarse al lado de Cuba en la Cumbre de las Américas, o cambiar radicalmente de posición en el tema de la legalización de la droga. Por lo tanto, veo flojo el compromiso de EE. UU. con esas discusiones en Cartagena...
Esos dos temas se van a discutir en esta Cumbre de las Américas, y estamos preparados para hacerlo. Sobre Cuba, estamos más que dispuestos a plantear nuestra posición. Repito, la OEA funciona con consensos, pero estamos dispuestos a escuchar otras ponencias y posiciones sobre el tema, y esperamos que nuestra posición también se tenga en cuenta.
¿Y sobre la legalización? Los EE. UU. solo aceptaron discutirla, pero siguen igual de opuestos.
Hemos dejado bien claro en las últimas semanas a través del vicepresidente Biden y secretarios adjuntos, incluyendo a Bill Brownfield, que fue embajador en Colombia, que no le tenemos miedo al debate sobre política y estrategias relacionadas con la lucha contra el narcotráfico. Más bien, esperamos que en Cartagena haya la posibilidad de hablar abiertamente de las estrategias. Pondremos en evidencia nuestras experiencias de estas últimas décadas. Creemos que la legalización no es el camino para resolver los problemas que ha enfrentado la región. Quiero además resaltar que a pesar de que la región apoya el debate, las posiciones de cada país son distintas.
En América Central, por ejemplo, tres gobiernos de la región hace dos semanas se declararon opuestos a la legalización de la droga. En la conferencia de Antigua se habló de considerar nuevas medidas contra el tráfico, fortalecer las fronteras, trabajar contra el lavado de dinero, luchar contra las mafias, al mismo tiempo que se discutían las posibilidades de la legalización.
Lo importante es tener un debate serio y objetivo. Nuestra posición sigue siendo que estamos opuestos a la legalización. Y también creemos que ha habido grandes logros y avances en los últimos diez o quince años.
Concretamente en EE. UU., ¿qué avances ha habido en la lucha contra el consumo y las mafias?
Por ejemplo, se dice que EE. UU. es el mayor consumidor de drogas en el mundo y que no hay esfuerzo equivalente al que realizan los países productores y de tránsito, que sufren la violencia de esos flagelos. Pues dentro de EE. UU. ha bajado en más de 50 por ciento el consumo de drogas en los últimos 25 años, y en los últimos cinco a siete años ha bajado otro 39 por ciento el consumo de cocaína. El año pasado se incautaron millones en dineros y activos relacionados con lavado de dinero y tráfico, así como toneladas de drogas. La responsabilidad compartida de la que se habla en esta lucha es verdadera. Así que estamos trabajando de nuestro lado de la frontera para minar la fuerza de este flagelo y de manera conjunta internacionalmente cooperamos con los países en la lucha contra las mafias y el cultivo de las drogas. Pero que el debate sobre legalización se presente en este momento representa una oportunidad, no un problema, para indicar cuáles son los mejores caminos para seguir en el futuro.
¿Aceptar hablar de legalización implica que los EE. UU. están abiertos a que alguien distinto de ustedes tenga razón en esa discusión?
Cualquier política de lucha contra el narcotráfico conlleva desde el principio la cooperación internacional. Este no es un problema que los EE. UU. puedan definir en forma unilateral. Hay que cooperar con los países que sufren el tráfico, con los que producen, con otras regiones del mundo que se están volviendo grandes consumidoras de droga. A través de los treinta y pico de años que llevamos en esta lucha, algunas cosas han cambiado y uno se adapta a los cambios, a las estrategias de los narcotraficantes, a los patrones de consumo, de cooperación internacional. Pero sí creemos que la lucha tiene que seguir.
Como preámbulo de esta cumbre, el ministro de Justicia colombiano, Juan Carlos Esguerra, dijo: 'Todo lo que tiene que ver con la política antidrogas está siendo repensado. Y probablemente va a conducir a modificaciones a nivel transnacional'. ¿Se sienten aludidos los EE. UU. con esa declaración?
Para nada. Queremos, como dije anteriormente, que haya un debate sobre el tema de cómo luchar mejor contra el narcotráfico. Eso es importante y bienvenido. Pero el hecho es que la colaboración que tenemos día a día, mes a mes, año tras año con Colombia es un ejemplo de que sabemos cómo trabajar el tema.
La extradición ha sido uno de esos instrumentos de lucha bilateral contra el narcotráfico, pero últimamente parece menos eficaz. Mandamos a nuestros narcos a EE. UU., pero nos los devuelven rapidito, a cambio de que entreguen bienes y rutas. Es el caso de Phanor Arizabaleta, que en seis meses reapareció en Colombia...
La figura de la extradición, que ha funcionado en los últimos doce años, ha sido un ejemplo internacional de cooperación y éxito en términos de la lucha contra la criminalidad y el terrorismo organizado. Ha habido más de 1.200 extradiciones. Y con la excepción de diez o menos, todos los procesos han llevado a sentencias de mínimo cinco y máximo 60 años de cárcel. La idea de impunidad de estos preacuerdos, que son parte del sistema judicial norteamericano, pero también del colombiano, no es ajustada a la realidad. Hemos tenido mucho éxito en términos de juzgar y procesar. Y cuando esas personas salen de la cárcel en los EE. UU., no es que queden en libertad, sino que son devueltas a Colombia para enfrentar cargos que existen en contra de ellas en su país. Obviamente, las excepciones son las que atraen la atención. Pero, por ejemplo, en el caso de Phanor Arizabaleta, es cierto que salió de la prisión, pero con base en problemas de salud y una conmutación humanitaria por ser un hombre mayor y enfermo. Son casos excepcionales y son poquísimos en el universo de 1.200 extraditados.
Durante muchos años nos mataban porque los narcos preferían una tumba en Colombia que una cárcel en EE. UU. ¿No será que esa posición se ha invertido, porque allá la justicia negocia más?
El señor Ministro también dice que son poquísimos los que quieren irse a EE. UU. Todas las decisiones sobre extraditados son tomadas con base en un trabajo conjunto de la justicia colombiana con la norteamericana, sobre la mejor forma de llevar a cabo los procesos de los acusados de narcotráfico y narcoterrorismo. Caso por caso se decide dónde conviene más llevar a cabo esos procesos, o qué combinación de procesos resultará en un mejor arreglo para la justicia en ambos países. Eso no impide de ninguna manera que se siga considerando un universo de opciones para hacer este trabajo de la mejor forma posible.
El Ministro de Justicia también ha dicho que, de pronto, primero hay que poner a los delincuentes a pagar sus penas en Colombia y luego extraditarlos. ¿Esa sería una opción válida para ustedes?
Todo se hace con base en la colaboración con el Ministerio de Justicia y el sistema judicial colombiano. Como también dijo el señor Ministro, el proceso de extradición es solo una parte de todo eso. En Colombia hay cada año miles de casos que se procesan en el contexto judicial colombiano. No hay ningún desacuerdo. Esto se debate y se trabaja entre nuestros ministerios de Justicia. Llevamos más de una década con este sistema funcionando y todos creemos que hemos tenido beneficios. Con base en estas sentencias y esta cooperación con el proceso de extradición, desde el 2007 se han recuperado 3.000 millones de dólares en bienes y dineros, y todo ese dinero y bienes fueron entregados a las autoridades colombianas.
Siquiera me aclara eso. Aquí existe la sensación de que en EE. UU. se quedan con la plata y con los secretos de los extraditados. Por ejemplo, ¿alguna vez nos contarán los secretos sobre una campaña presidencial colombiana que fue financiada por narcos que pagan su condena en EE. UU.?
No tengo sobre ese tema mayores noticias. Pero sí le puedo hablar de la colaboración de los últimos cinco años de personas que alguna vez fueron personajes dentro del terrorismo o del crimen organizado en su país. En términos de los extraditados relacionados con las AUC, por ejemplo, ha habido desde el 2008 más de 350 entrevistas con los líderes paramilitares, no solo con la justicia colombiana, sino con las víctimas de los crímenes de estos señores, y que han dado muchísima información sobre lo que aconteció en el pasado. En el proceso de preacuerdos y colaboración entre nuestros ministerios de Justicia se ha llegado a saber muchísimo de bienes robados, desplazamientos forzados, redes de carteles, y toda esa información es compartida. Esa cooperación es dinámica, activa, compleja, y no es cuestión de que los americanos nos quedemos con la información. Funcionamos compartiendo esta información.
Si en uno de esos interrogatorios les cuentan quién mató a Álvaro Gómez, ¿nos lo comparten?
El sistema judicial colombiano puede tener interrogatorios sobre cualquier caso que quiera en los EE. UU.
Chiquita Brands: ¿Qué sensación le produce como Embajador de los EE. UU. que una compañía ciento por ciento norteamericana pagara extorsiones en Colombia al crimen organizado?
No hago comentarios detallados sobre procesos judiciales. Pero lo que se ha encontrado es que la compañía no hizo contribuciones a los propósitos de grupos armados ilegales y no hubo acusaciones contra los gerentes de la compañía.
Pagarle a un grupo ilegal un chantaje pero distinguir que no era para que compraran armas me parece discutible.
El hecho es que ya tenemos los resultados en los procesos, tanto en los EE. UU. como en Colombia, y tenemos que respetarlos.
¿No está nervioso con la mano de logística que traen los EE. UU. a la cumbre de Cartagena? ¡Cerca de 1.500 personas!
No tanto como eso, pero sí seguimos siendo la delegación más numerosa. Así es siempre, sea en Tokio o en Bruselas. Y ahora no hay exigencias distintas de las que ha habido cuando Colombia ha recibido a los tres últimos presidentes de los EE. UU. Esperamos y estamos convencidos de que todo va a funcionar muy bien.
¿Qué opina de que una invitada especial a la cumbre sea la 'sex symbol' colombiana, Sofía Vergara, porque el presidente Obama confesó que no se pierde su programa, 'Modern Family'?
(Risas). A todo el mundo le encanta el programa.
Usted tiene su propia 'modern family': está casado con una hermosa, 'sexy' y encantadora latina de origen boliviano, Fátima...
No establezco paralelos. Pero para mí, Fátima sí es muy sexy (risas).
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO
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