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Exsecuestrados recuerdan cómo hicieron un parqués para entretenerse

Con dos golpes de suerte consiguieron los dados, buscando sobrellevar el secuestro.

Hace pocos días, varios de los denominados exsecuestrados 'políticos' de las Farc se reencontraron en la finca del gobernador del Meta, Alan Jara, en Villavicencio, para compartir anécdotas y recuerdos. Uno de los momentos más intensos lo vivieron cuando se echaron una partida de parqués, el juego con el que literalmente mataban el tiempo cuando compartieron el cautiverio en la selva.
En medio de la tirada de los dados y la corrida de las fichas, Consuelo González de Perdomo, el coronel William Donato, el mayor Javier Rodríguez y Jara recordaron cómo 'construyeron' en la selva un parqués que se convirtió en su pasatiempo favorito.
Eran horas interminables, que transcurrían lentas. Tenían que ahorrar las pilas de sus radios y el tedio los carcomía. En medio del aburrimiento empezaron a buscar alternativas para los largos días en los que no los mantenían en caminatas.
El diseño
Como cada seis meses la guerrilla les regalaba un cuaderno y un esfero, un día decidieron hacer un parqués con las páginas centrales. Sobre las hojas blancas pintaron el camino y las seis casitas o puntos de salida. Para darles un poco más de consistencia, las pegaron sobre la carátula del cuaderno.
Listo el tablero, había que conseguir las fichas de colores, algo nada fácil en la selva. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que los bolígrafos marca Kilométrico que les daba la guerrilla eran de diferentes colores. Entonces desbarataron una máquina de afeitar y con la cuchilla cortaron los esferos. Ya tenían las piezas. Además, de unas revistas que les regalaron cortaron algunas fotos de colores y las pusieron como los puntos de salida para las fichas.
Otro día los guerrilleros les dieron cinta pegante gruesa para que remendaran los cambuches plásticos, y la aprovecharon para forrar su parqués 'hechizo'. A partir de ese momento, el juego era impermeable, más resistente y más fácil de cargar.
La delicada misión de responder por el juego quedó en manos del hoy coronel William Donato.
Dos 'milagros'
El gran problema eran los dados, pero dos inexplicables acontecimientos les permitieron conseguirlos en plena jungla. Según recordó Jara, un día la guerrilla les llevó unas sudaderas en una tula de tela grande. Después de repartir la ropa, curiosamente en el fondo de la bolsa hallaron un dado verde. "Fue el primer 'milagro' ", contó el hoy gobernador. Desde ese momento, en el transcurso del juego, el lanzador tiraba dos veces el mismo dado.
Meses después, los 'carceleros' de las Farc decidieron cambiarlos de sitio de cautiverio. Los subieron a una lancha y comenzaron a navegar por un río. Al rato, la voladora que los escoltaba se quedó atrás. Sin una razón aparente, los guerrilleros decidieron cruzarse al otro lado del río y orillar la nave junto a una palizada para esperar la otra lancha.
"En medio de los palos había un envase de aceite para motor que flotaba en el agua. Ese garrafón vacío, en medio del cautiverio y la selva, era un objeto que podía servirnos y decidimos recogerlo", contó Jara.
Recordó que haciendo equilibrio en el bote y con ayuda de una rama lograron acercar el envase, a pesar de la mala cara de los guerrilleros, molestos porque se podía voltear la embarcación. "Cuando lo tuvimos en las manos y lo destapamos nos dimos cuenta del segundo 'milagro'. Dentro del recipiente estaba un dado verde, igual al que teníamos. No lo podíamos creer", dijo. El juego estaba completo.
El juego
Las tardes se convirtieron en aliadas perfectas para el parqués, que con sus fichas y dados era un verdadero tesoro en medio de las cadenas y la selva. "Jugábamos en equipos de dos, que eran elegidos al azar, tirando el dado", contó Consuelo González, hoy representante a la Cámara.
"El parqués se nos convirtió en una verdadera ciencia. No jugábamos por jugar sino que la meta era ganar. Aplicábamos estrategias de equipo y cada movida era medida, parecía más una partida de ajedrez", recordó la congresista.
Antes de iniciar el 'chico' se definía la apuesta, que siempre era la misma: el equipo ganador quedaba exonerado de lavar las ollas de aluminio en las que les servían la comida. El perdedor, obviamente, era el encargado de esa tarea. Las partidas podían durar varias horas.
El cuidador
Donato, quien era el que tenía el morral más grande del grupo, era el encargado de cargar el parqués; el coronel Enrique Murillo debía transportar el otro juego que tenían, un dominó que les había regalado la guerrilla; y Jara llevaba el diccionario inglés-español.
"Cuando plastificamos el parqués se volvió más fácil cargarlo y dejamos de tener el problema de la lluvia" contó Donato, quien hasta último momento tuvo el tablero en su poder.
Del paradero final del parqués no se supo hasta la operación Camaleón, en la que el Ejército logró rescatar a cuatro de los policías en poder de la guerrilla. Ese día, Donato, al sentir los primeros disparos, huyó del lugar en el que estaba cautivo y duró varias horas escondido en la maraña. En esa carrera perdió su morral. Parecía como si las entrañas de la maraña hubieran querido reclamar ese juego, fruto de algunas singulares coincidencias.
"No solo se me quedó el juego, sino también los cuadernos con mis escritos, y la argolla de Alan Jara, que me la había dado para que se la guardara porque había adelgazado bastante y se le salía del dedo", dijo Donato.
Por eso, el juego en la finca de Jara fue algo más que un momento de distracción. Fue volver a recordar las tardes eternas en el monte, y reírse de que, al final, los dados, que "por una bendición de Dios" habían encontrado, ya estaban casi redondos por el desgaste de tanto tirarlos en la selva.
Las gallinas, la zarigüeya y otras mascotas
En algún momento del secuestro, los guerrilleros les regalaron un gallo y una gallina a los plagiados. Ellos decidieron no comerse los huevos sino guardarlos para empollarlos.
En efecto, tuvieron algunas camadas y prácticamente cada secuestrado adoptó como mascota a una de las aves. La de Jara era 'La viejita', mientras que Consuelo González tenía a 'Popeye'.
"Es increíble cómo estos animales se volvieron parte importante de nuestras vidas. Yo nunca creí que uno llamara a una gallina por su nombre y ella entendiera y viniera", comentó Jara. González también reflexionó sobre cómo en medio de la soledad y la tristeza del cautiverio, una mascota se convierte en algo vital. "Uno tiene un animal para estar pendiente, compartíamos nuestra comida con ellos e incluso todos terminábamos hablándoles", dijo la congresista.
Donato recordó a su guacamayo que nunca se quiso acostumbrar al cautiverio, que siempre intentaba fugarse trepando por los árboles. "Tenía que estar todo el día pendiente para bajarlo cuando ya estaba en la parte alta del palo", recordó. Hasta que un día llegó un grupo de guacamayas y huyó con ellas.
Jara tuvo un runcho o zarigüeya, que todas las noches llegaba hasta su hamaca y él debía acomodarle su gorra para que el animal durmiera. "Es que en el secuestro uno termina buscando algo con qué entretenerse o con quién hablar, y una mascota ayuda mucho. Es como en la película El náufrago, en la que Tom Hanks termina hablándole a un balón", dijo el gobernador.
JORGE ENRIQUE MELÉNDEZ P.
Subeditor de Política
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