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Cuba: la vieja piedra en el zapato

La amenaza que representa la isla para Occidente hoy es distinta a la que pudo existir en 1962.

Cuba fue readmitida en el seno de la OEA mediante una resolución de consenso alcanzada por los cancilleres americanos en San Pedro Sula en junio del año 2009, casi medio siglo después de haber sido decretada su expulsión.
Por consenso quiere decir que EE. UU. no se opuso a la resolución, de la que, a instancias de Venezuela y Nicaragua, fueron eliminadas palabras con filo como libertad, democracia, derechos humanos; pero fue una resolución condicionada, porque Cuba debería solicitar su reingreso y acogerse a los propósitos y principios de la OEA, que de todos modos incluyen las palabras prohibidas: libertad, democracia, derechos humanos. Cuba persiste en declarar que no le interesa reingresar en la OEA, calificada en los tiempos más duros de la Guerra Fría por Fidel Castro como "ministerio de colonias del imperialismo". (Lea aquí: Encuentro de 'multilatinas', las grandes compañías en América Latina)
EE. UU. no se opuso a la resolución de San Pedro Sula porque, a pesar de que mantiene el añejo bloqueo sobre la isla, tan añejo como la resolución de expulsión, ya no goza dentro de la OEA de la sólida correlación de antes, que le dio, entre otros, el aval para la invasión a República Dominicana.
Esta correlación favorable ha cambiado de manos y ahora quien la tiene es el presidente Chávez. En la OEA cada país cuenta por un voto, sea la isla de Santa Lucía o sean los EE. UU., y la mayoría de los pequeños países insulares del Caribe se alinean con Venezuela, gracias a la magia atractiva del petróleo barato, o gratuito, igual que se alinean sus socios del Alba.
Por eso se aprobó la dual resolución de San Pedro Sula, pero solo como una manera de dar satisfacciones morales a Cuba y lavar así la afrenta de la expulsión decretada en Punta del Este, en 1962, sin un solo voto en contra y seis abstenciones púdicas, ya que el marxismo-leninismo era incompatible con el sistema americano, según reza la resolución. (Lea aquí: La Heroica volvió a ser una fortaleza en seguridad)
No había entonces gobierno de izquierda ni gobiernos populistas de izquierda en América Latina; hoy por el contrario abundan, y hay viejos guerrilleros sentados en las sillas presidenciales, y líderes sindicales indigenistas también, y golpistas mesiánicos como Chávez, que habla con la misma retórica antiimperialista de Fidel Castro en aquellos tiempos de la expulsión. Pero a EE. UU., sin una mayoría fiel en la OEA, aunque sea su mayor contribuyente financiero, no parece importarle mucho el sistema interamericano de hoy en día, tan cambiado y tan variado. Sabe que ni aún Cuba, o Venezuela, representa amenaza alguna para su seguridad nacional. (Lea aquí: María Margarita Salas, la mujer puso a marchar a Cartagena)
El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, revolvió el agua al declarar que no participaría en la Cumbre de Cartagena a menos que el presidente de Cuba fuera invitado, lo que obligó al presidente Juan Manuel Santos a viajar a La Habana a explicar que no había consenso para extender esa invitación; es decir, está de por medio la oposición de Estados Unidos, pues el presidente Obama, eso sí, no puede salir en la foto oficial de familia, sonriente y saludando con la mano en alto, al lado de Raúl Castro, menos en un año electoral.
Y ahora Correa se ha quedado solo en el desierto, porque sus aliados del Alba han confirmado que sí irán, y Raúl Castro se conforma con no ser invitado ni a esta ni a las cumbres que vienen, si es que su régimen sigue allí, mientras asista un presidente de los EE. UU., sea demócrata o republicano.
La política de EE. UU. hacia Cuba seguirá siendo dominada por la inercia, no mover las cosas de donde están, y por eso es que el embargo no será levantado, aunque convenga al cambio democrático en la isla. Paradojas de la inmovilidad, porque actualmente, cuando la Unión Soviética es ya solamente un asunto de los historiadores, los intereses estratégicos de EE. UU. no pasan por el caso de Cuba como cuando la crisis de los cohetes en 1962, el mismo año de la expulsión. Esos intereses estratégicos tienen otras coordenadas, la principal de ellas el tráfico de drogas, un asunto de seguridad nacional vital no solo para los intereses de EE. UU., sino también para los de los países de América Latina y el Caribe. (Lea aquí: Las drogas: un debate antes impensable está ahora sobre la mesa)
Los otros temas que se colarán en esos días
Aunque la organización de la Cumbre definió cinco subtemas que orientarán las discusiones (integración, acceso a tecnología, prevención y atención de desastres, seguridad y reducción de la pobreza y la inequidad), varios de los países que asistirán a las deliberaciones han dejado claro que planean promover enfoques especiales e, incluso, temas adicionales. (Lea aquí: 'En la Cumbre se romperá una contradicción de 40 años': Moisés Naím)
Milton Reyes Herrera, catedrático y coordinador del Área de Estudios Estratégicos del Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador, explica que las agendas de las cumbres "reflejan principalmente el interés hegemónico continental y el de los países amigos".
Además de la evidente 'cuestión cubana', la tensión entre Reino Unido y Argentina por la soberanía en las islas Malvinas será un punto clave del temario 'ampliado'. (Lea aquí: Barack Obama será puesto a prueba en la Cumbre de las Américas)
Todos los países del continente respaldan a Buenos Aires en esta disputa y se espera que se pronuncien al respecto al final de la Cumbre.
El espectro de la cita continental ya tomó en cuenta la solicitud de los países centroamericanos, que pidieron darle al tema de seguridad un énfasis orientado a asuntos de carácter ciudadano.
Y si bien está claro que la despenalización de las drogas estará presente en el temario por iniciativa de países latinoamericanos, estos no llegarán como un solo bloque. Paraguay ya ha manifestado su intención de reiterar en la Cumbre su oposición a la iniciativa del presidente de Guatemala, Otto Pérez. (Lea aquí: 'La de Cartagena será una cumbre con resultados': María Ángela Holguín)
Panamá planteará temas como la necesidad de un mayor apoyo internacional para enfrentar desastres naturales. Asimismo, el canciller panameño, Roberto Henríquez, dijo que la búsqueda de nuevos enfoques para el combate del narcotráfico, distintos a la despenalización, será un asunto que expondrá su país en la cita continental.
Además, en el tema de infraestructura, Brasil buscará llevar la discusión a la arena de la Unasur, que presentará en Cartagena un proyecto de integración física por cerca de 15.000 millones de dólares. (Lea también: América Latina buscará un diálogo renovado con EE. UU.)
Finalmente, una iniciativa transnacional surgió de comunidades indígenas de Colombia y de otros países del continente al pedirles a los jefes de Estado y de Gobierno que, en su declaración final, incluyan un capítulo dedicado a aspectos que les atañen: el derecho indígena, la jurisdicción especial, la medicina tradicional y el respeto por la naturaleza, entre otros.
Sergio Ramírez
Escritor, analista y político nicaragüense. Vicepresidente de 1986 a 1990 de Daniel Ortega. Hoy es su opositor.
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