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'El conflicto de Colombia es obsoleto, atávico y anticuado'

El alemán Hans Blumenthal, que siguió de cerca los diálogos del Caguán, analiza los de La Habana.

Esa es una de las grandes preocupaciones de Hans Blumenthal, un alemán con un español casi perfecto que llegó por primera vez a Colombia en 1972 y que le dio vida al Premio Nacional de Paz cuando se desempeñaba como director de Fescol, entidad para la que trabajó por más de 8 años.
Este economista y sociólogo que creció entre las ruinas que dejó la Segunda Guerra Mundial en Alemania, y que presenció las negociaciones del Gobierno del presidente Andrés Pastrana y las Farc en el Caguán, dirige hoy la Fundación Evolución Caribe, en Cartagena, organización que trabaja en favor del desarrollo rural y de la restitución de tierras, para mejorar la forma "vergonzosa, humillante y miserable" en que vive gran parte de los campesinos del país.
En diálogo con EL TIEMPO, Blumenthal recuerda que es mucho más difícil terminar una guerra que empezarla, y dice que un conflicto de 50 años no puede terminarse en una semana.
Usted siguió de cerca el proceso de paz del Caguán. ¿Ve con buenos ojos los diálogos del Gobierno con las Farc en La Habana?
Por supuesto. Hay algunas personas que no quieren reconocer que las Farc desde hace rato tienen una doble identidad: por un lado, se entienden como un movimiento político armado, y, por otro, actúan como narcoterroristas. Con el movimiento político en armas es necesario negociar, y contra la segunda identidad se debe luchar lo más posible. El gobierno Santos entiende muy bien este doble carácter de la guerrilla, y por ende está actuando en los dos frentes.
¿Cree que las Farc tienen hoy una verdadera voluntad de querer finalizar el conflicto?
Las negociaciones son difíciles, especialmente para la guerrilla: están negociando no solo la dejación de las armas sino la razón de su violenta existencia, la legitimación de su lucha y de sus crímenes. Para cualquier organización una negociación de tal carácter implica, en últimas, aceptar que su lucha y existencia durante 50 años carece de sentido, y esto genera muchas dificultades. Supongo que la voluntad de paz de las Farc es difusa y dividida.
En todo caso, la voluntad y disposición de la guerrilla de entregar las armas dependerá del resultado de la negociación en Cuba. Si se logran resultados positivos en los cinco puntos de la agenda y si las Farc ven buenas posibilidades de hacer política sin armas, sin el riesgo de ser asesinados, como lo hicieron con los representantes de la Unión Patriótica, habrá una motivación seria para llegar a un buen resultado.
¿Es usted de los que creen que si no es esta vez, no es nunca?
Probablemente la próxima vez sea más difícil para las Farc realizar negociaciones. Si los diálogos no tienen éxito, se pierde una esperanza; pero no pasa nada ni en lo militar ni en lo económico. Sin embargo, debe haber negociaciones cuantas veces sean necesarias para llevar a Colombia al camino de un país normal, sin un conflicto tan obsoleto, atávico y anticuado.
¿Cómo ve la forma en la que el gobierno del presidente Santos está manejando el proceso?
Cuarenta y ocho años de conflicto no se pueden terminar en una semana. Como lo expresó Enrique Santos: "Un conflicto de 50 años no se soluciona en 50 días ni en 50 semanas". Es mucho más difícil terminar una guerra que empezarla. Creo que la forma en que el Gobierno ha planteado el proceso actual es muy acertada y evita los graves errores del Caguán. Hay una agenda limitada a 5 puntos con tiempos establecidos, se realiza fuera del país, y algo muy importante: hay mucha discreción.
Además, siguen los combates, no hay tregua temporal y vale el principio de "nada está acordado hasta que todo esté acordado". Sin embargo, tanto en la guerra como en las negociaciones son válidas las palabras del padre de la planificación estratégica, el general Carl von Clausewitz: "Hasta el mejor plan no resiste el primer contacto con el enemigo". Y, dado que habrá elecciones en el próximo año, veo como principal riesgo el poco tiempo para realizar y terminar las negociaciones.
¿Cómo ve la ley de víctimas y de restitución de tierras?
Esta es una ley muy importante, porque considera que un proceso legal de reparación de las víctimas es la condición para la reconciliación y crea las condiciones para la no repetición de estos crímenes. La restitución de tierras es también una condición necesaria para el desarrollo rural más equitativo, que lleva a que el conflicto no se repita en el futuro. Pero esta solo podrá ser exitosa con grandes programas de desarrollo rural.
La negligencia, la falta de desarrollo rural y la excesiva injusticia en el campo, con coeficientes Gini (índice que mide la desigualdad) entre un 0,85 y un 0,89, son una vergüenza para la imagen de Colombia.
Es obvio que hay muchos desafíos para lograr la restitución de tierras. Uno es la formalización de los títulos de la tierra, pues en Colombia casi la mitad de los terrenos agrícolas no tienen título; desarrollar políticas de desarrollo para el campo (el 65 por ciento de la población rural vive bajo la línea de pobreza), y garantizar la seguridad al campesino ante posibles alianzas con la gran propiedad ilegal, como pasó en años anteriores. Y hay que superar la informalidad en el campo, que es del 72 por ciento.
¿Qué piensa que debe venir en un postconflicto?
Obviamente, prosperidad y felicidad. Con el acuerdo de paz en Cuba no se resolverán los problemas del país. Eso lo aprendimos en otros países de postconflicto, como en El Salvador o Guatemala. El postconflicto puede ser más violento que el conflicto, tanto por la probable anarquización de partes de las tropas de la guerrilla o de paramilitares que no se desmovilicen como por los desmovilizados que regresan por la 'puerta trasera' al negocio del conflicto.
Es muy importante pensar en una política que reduzca este riesgo y que construya la sociedad colombiana. Hay que abrir los corazones para que las víctimas se puedan perdonar y reconciliar con los victimarios. Solo este perdón permite que los exviolentos se integren de verdad a la sociedad y que puedan vivir y hacer política sin correr riesgos de ser asesinados. Una reacción revanchista por sectores de la sociedad es entendible, pero llevaría a un nuevo conflicto y perpetuaría la terrible y tan improductiva violencia en Colombia.
Otra gran tarea a largo plazo en un postconflicto, y que afortunadamente comenzó en Colombia desde varios años, es el trabajo de memoria histórica. Desearía que se iniciara muy pronto un gran programa de colección, conservación y, más tarde, de interpretación de los archivos del conflicto. El gobierno alemán, con su experiencia, estaría interesado en apoyarlos en este propósito.
¿En qué debe cuidarse el Gobierno para evitar caer en un nuevo Caguán?
De mantener su actual esquema, con flexibilidad y firmeza. Debe estar dispuesto a cortar las negociaciones si hay demasiadas postergaciones artificiales de la contraparte. Y no debe cambiar el esquema por motivos reeleccionistas ni por presiones de la oposición.
¿Qué es lo más horrible de la guerra?
Obviamente, los directos daños físicos. Recuerdo cómo jugué como niño en los años cincuenta en las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Pero, más aún, los consecuentes daños síquicos, cambios en la mentalidad, en la ética y en los valores de las partes afectadas, tanto víctimas como victimarios, así como el daño de la confianza, sin la cual una sociedad no tiene coherencia.
Usted está al frente de la Fundación Evolución Caribe. ¿De qué se trata?
Queremos apoyar los esfuerzos del gobierno del presidente Santos para cambiar la falta de desarrollo y la enorme desigualdad en el campo. Apoyamos a un grupo de líderes campesinos, pescadores y pobladores rurales en cinco departamentos de la Costa Caribe, para construir una red para el desarrollo rural y la restitución. Ya hemos conformado comités en 32 municipios y veredas.
¿Y cuál es la idea concreta del proyecto?
La construcción de una fuerte red de la población rural, a través de capacitaciones y asesorías sobre temas claves del desarrollo rural, como la legalización y el acceso a las tierras y la restitución, y algo de financiamiento. Estamos convencidos de que el destino del campo está en las manos de los campesinos y de que el Gobierno necesita apoyo para lograr exitosamente la restitución de tierras y el desarrollo rural.
¿Quién financia la iniciativa?
Económicamente, la Cancillería alemana, y moralmente es apoyada por el Ministerio de Agricultura y otras instituciones colombianas. Esperamos que organizaciones internacionales y el Estado colombiano se asocien.
¿Qué viene después de esto?
Este es un proyecto piloto en en la región Caribe, pero la idea es multiplicarlo en todo el país y complementarlo con otras actividades. La idea es construir una fuerte red de representación rural que 'cogobierne' con las autoridades estatales para mejorar la actual situación, vergonzosa, humillante y miserable, de gran parte de la población rural colombiana.
CATALINA RUIZ PARRA
REDACCIÓN DE EL TIEMPO
LA PAZ.
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