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Suerte, Matador

La amenaza al caricaturista nos tiene que hacer reflexionar. Que haya un compromiso de no agresión.

Indignante y repudiable la amenaza al caricaturista Matador, producto de la intolerancia y el odio sembrados por la división política, en especial contra el periodismo. De milagro no se han producido muertes.
“Matador es un canalla que falta nos hace Castaño para callarlo”. Así, sin puntos, o con el solo punto de mira implícito, trinó Ariel Ortega Martínez, del Centro Democrático. Este es un delito cuyas consecuencias debe enfrentar ante la justicia, pues aquí estamos acostumbrados a que tiran el trino y esconden la mano.
Ante ese ataque, el caricaturista, valiente como un torero y divertido y alegre como El Cordobés, decidió escribir: “Amigos, ante las amenazas de muerte de algunos seguidores del uribismo y del @CeDemocratico, he decidido no publicar nada en mis redes sociales. Si vienen por mí, no tengo escoltas ni nada. Tengo un lápiz y mi cerebro”.
Esas son las armas de los caricaturistas, de los columnistas y los comunicadores. La caricatura, vital en el periodismo, es también una columna de opinión que interpreta, en forma satírica y humorística, la situación política y social del país. Claro, la caricatura distorsiona o exagera los rasgos físicos. Esa es la gracia. Y todos en la historia, demócratas y no tanto, la han aceptado.
El mismo Iván Duque dijo que él guarda los dibujos de Matador, que le divierten. Loable actitud. Incluso he escuchado comentarios, especialmente de mujeres, de que el marranito es tierno, crespito, que provoca tenerlo en la mesita de noche. Los animales son usados como recurso político. El único que no tiene cabida es el gatillo.
Las redes sociales se prestan hoy para que los violentos e intolerantes ataquen, insulten, amenacen. A mí en el foro de las columnas no me bajan de h. p., que yo creo que significa honorable periodista.
Recuerdo que al final de una columna, quién sabe qué autor ‘antónimo’, como dice un amigo, escribió hace unos años: “Con este hp los paras deberían hacer su trabajo. Ya sabemos por dónde se mueve”. Tuve que pagar escolta privada. Es decir, le pedí a Dios que me pusiera unos ángeles de la ‘guardia’ las 24 horas. Y me sirvió para que una vez que mi querida esposa me encontró con una amiga le pudiera decir que era un cuerpo de seguridad. Un cuerpazo.
El caso de Matador es grave no solo porque es una amenaza a la prensa y la libre expresión, sino a la vida. Y porque no es un simple anónimo, sino que existe el amenazador de carnitas y huesitos. Un hombre que militó en el Centro Democrático. Y porque estamos en un país donde la ranchera La vida no vale nada les gusta a los sicarios.
Y es triste que un caricaturista, creo que el primero en Colombia, deba salir con escolta; que un Matador de tristezas tenga que salir con chaleco antibabas bajo su traje de luces. Mi solidaridad con él, que por fortuna es general, es del periodismo y del país, desde el Presidente de la República. Eso deja la esperanza de que ya estamos cansados y hay rechazo a los tuitiriteros que no toleran la crítica ni en caricaturas, aunque saben que ahí están pintados.
Este hecho nos tiene que hacer reflexionar. Por un momento me alegraron las palabras de Álvaro Uribe, que rechazaba la amenaza. Así debería seguir. Y que nunca más llame “mafioso extraditable” a un periodista, ni “vendido a las Farc” ni jamás “bandidito... maltratador de niñas recién nacidas”. Esa es una difamación condenable.
Que sirva este episodio para que haya un compromiso de no agresión. Los debates políticos van en buen tono, falta un mensaje de los candidatos en que se pida respeto por las ideas ajenas, por la libertad de expresión y por la vida de los demás. Por ahora, como decimos los taurinos: “Suerte, Matador”.
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com
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